Parafraseando y adaptando el título de la gran obra de Rebecca Solnit (Los hombres me explican cosas, Capitán Swing) hay que denunciar la persistente intención de ciertos hombres, señoros en el argot feminista, que se empecen en explicar lo que es o deja de ser el feminismo a las feministas. Más aún, imponen lo que es verdad o no en el feminismo y las luchas que deben afrontar a pesar de que ello les separe del sujeto de lucha: la mujer. Una vez que se ha conocido el articulado de la ley Loretta, la que desde el ministerio de Igual-dá llaman de mala forma ley trans, después de haberlo advertido, las feministas se han puesto manos a la obra para defender a la mujer frente a idealismo, esencialismo y sentimentalismos varios. ¿Cómo es posible que haya esa réplica si dicen los panfletos al servicio de amado líder que más del 80% de la población la apoya? Porque es mentira y la cifra es inventada. Nadie puede apoyar algo que desconoce.
Rápidamente, vista la contestación del movimiento feminista y el rechazo que se ha planteado a priori desde el PSOE, han sacado toda la artillería mediática y académica de la que disponen -no es mucha pero sí ruidosa- para tergiversar el debate y desviar la atención de lo realmente importante. Así han pretendido que esto sea simplemente una lucha de poder entre Podemos y el PSOE, algo falso, no se sabe muy bien por qué. Nadie explica si, siendo una pelea de poder, qué ganaría el PSOE de vencer. Un falso dilema que esconde mucho más de lo que se quiere contar y que supondría, dicen las feministas, el borrado de la mujer. Algunas personas con doctorados, para que vean que tener uno no significa tener inteligencia, han intentado utilizar a Karl Marx para hacer ver que apoyaba ya en los años 1840s el transgenerismo. A gorrazos les corría por Londres. Mucha gresca para tapar lo que, en otros países, ya se ha visto que provocan este tipo de legislaciones y que aquí no quieren que se sepa.
A este empeño se han situado a la cabeza señoros como Juan Antonio Pérez Tapias, Antonio Maestre, Pedro Vallín, Antón Losada y alguno más. No se sabe si utilizando su posición patriarcal predominante, si al servicio de lobbies o partidos, o si por no haber estudiado el asunto en profundidad han salido en manada contra el feminismo, el PSOE y cualquiera que les contradiga. Eso sí, lo hacen desde una defensa de la “ley trans”. ¿No ven algo raro? Si ya existe una ley mediante la cual las personas transexuales pueden cambiar de sexo ¿por qué hay un debate tan duro en redes sociales y tanta contestación? Ahí está la trampa, porque no se habla sólo de transexualidad sino de transgenerismo, no-binarismo y demás sentimientos que pudieran darse en el individuo. Los señoros esconden el transgenerismo y algunas cuestiones de la transexualidad para poderse situar en un rango moral superior y esconder lo que hay detrás de todo. La transexualidad está aceptada en mayor o menor grado por la sociedad aunque bien es cierto que es un colectivo, muy menor, que sigue sufriendo acoso y desprecio. Pero de eso no les verán hablar sino de luchas de poder, de feminismo arcaico o de inmoralidad del resto de seres humanos. Se alzan como los clérigos de lo queer para imponer lo que debe ser el feminismo. Todo desde la atalaya patriarcal donde sus privilegios no se ven alterados.
Hagan la prueba con estos u otros señoros y pregúntenles ¿trans qué? ¿transexual o transgenérico? No es lo mismo, ellos lo saben pero lo callan. Mientras tanto les dirán que carecen de ética, cuando es lo ético precisamente lo que indica que algunas cuestiones no se pueden hacer así como así en virtud del bien común. Bien común en el que está alojada la lucha de la mujer y evitar que sufran violencia. O dirán que no se dialoga cuando desde el ministerio de Igual-dá se han negado a dialogar con el movimiento feminista (hasta acusaron a Lidia Falcón por un delito de odio) y se viene vilipendiando a feministas ilustres como Amelia Valcárcel, Alicia Miyares y tantas otras. Viejas las llaman… ¡anda como hacen los señoros! Por no hablar de las más jóvenes que, por cierto, no pertenecen a partido alguno y son las que llevan años de lucha recibiendo amenazas del tipo “abrir la cabeza con un bate”.
Cuando el PSOE en 2019 presentó una ley similar dicen que no hubo problemas… Los hubo y una buena bronca dentro del propio partido que se acalló como se acallan esas cosas en los partidos. También dicen que el PSOE –callan que el PP en Madrid fue el ponente- aprobó muchas leyes de este tipo a nivel autonómico. Cierto es, lo que esconden es que su valor jurídico es… CERO. También callan que, tras reunir datos de numerosos países donde se han implantado leyes como la ley Loretta, ahora las feministas conocen las prácticas perniciosas que ha habido. Mientras los señoros siguen en el mundo de las ideas puras y brillantes, con su ética inmaculada, las feministas han visto las prácticas y sus consecuencias. ¿Qué consecuencias? Violadores que acaban en cárceles de mujeres porque entre la violación y la condena han cambiado de sexo. Pedófilos que se cambian de sexo para acceder a niñas menores en vestuarios y baños. Personas que cuando eran hombres no lograban en el deporte destacar y que pasaron a campeonas en el femenino destruyendo el mismo deporte. De todo esto no hablan los señoros, esto lo callan y prefieren hablar de lucha de poder entre PSOE y Podemos, curiosamente criticando al PSOE.
Y, cómo no, el señoro máximo del reino de España, Pablo Iglesias también ha tenido que hablar. Como es conocido que tiene una niña, aunque ahora es demasiado pequeña –y le paguen los españoles la institutriz-, cabría preguntarle lo siguiente. Una persona transgénero es aquella que está contenta con su cuerpo pero siente, tiene el sentimiento, que es de otro género o de género fluido –hoy mujer, mañana hombre, al otro no binario y así hasta el fin de su vida-. Pongamos que un hombre, de nombre Alex (andrógino), dice que ahora se siente mujer y que quiere cambiar su sexo registral pero que está contento con su cuerpo de mujer. Como la ley le permite cambiar de sexo sin ninguna certificación de que eso es cierto, Alex pasa a ser mujer. Todo su aspecto es de hombre y no sufre por las noches intentos de violación. Tampoco sufre los problemas de hormonación de los transexuales. Es mujer, no sufre la violencia estructural que soportan las mujeres, pero sí puede beneficiarse de las políticas de igualdad destinadas a ese colectivo. Lo que no se sabía es que Alex es un violador y que gracias a que nadie ha verificado nada entra en los vestuarios de mujeres y se dedica a violarlas. O que Alex fuese pedófilo entrase en esos mismos vestuarios para masturbarse con la visión de la hija de Iglesias. Y ya el caso de remate es que se considere lesbiana Alex.
¿Por qué no hablan de esto los señoros defensores de la ley Loretta? ¿Por qué no se explica de lo que trata todo? Esto lo callan los señoros porque a ellos parece ser que no les afecta. Es más, hablando en términos éticos, de aprobarse una ley donde lo que prima es el sentimiento ¿tiene el resto de la población (el 99,5%) la obligación de financiar las hormonas, los cambios de sexo y los derivados de personas que han cambiado de sexo/género? Si la sociedad financiase sentimientos y deseos no habría dinero en el mundo para costearlo. De hecho, esta ley acaba perjudicando a las personas transexuales que tienen disforia realmente. Esta parte del debate la callan pero hay muchos millones de euros en juego a la par que las farmacéuticas salivan. Mucho dinero en hormonas a menores que hoy están limitadas…
Nadie debe ser discriminado por sentirse de una u otra forma, pero tampoco debe permitirse el fraude de ley que permita a seres perversos cometer delitos. Cuando dicen que la ley no borra a las mujeres, cabe preguntar a los señoros ¿si todas las mujeres dijesen que son hombres dejaría de existir el patriarcado? Seguramente no aunque fuese un país con un 95% de hombres. Las mujeres seguirían sufriendo por lo que hay algo más, algo cultural, algo inserto en el inconsciente colectivo, algo que tiene que ver con la imagen. No es antifeminismo oponerse a que hombres vivan como hombres por mucho que se inscriban como mujeres. No es antifeminismo señalar que hay algún límite lógico en diversos marcos como el deporte. No es antifeminismo proteger los lugares seguros de las mujeres. No es antifeminismo denunciarlo. Lo que sí es antifeminismo es hacer el señoro, ocultar datos o trabajar para una opción política que está en franca decadencia. No hay una lucha de poder entre partidos, sino del resto del mundo contra las mujeres feministas. Lo curioso es que todos estos señoros alaban sujetos plurales en sus otras luchas, pero en este caso son presa del individualismo más radical. Defienden la autodeterminación individual que haría las delicias de Hayek, Popper, Friedman y demás anarcoliberales. Y eso que aquí no se habla de la gran mayoría de temas jurídicos, sociales, laborales y demás que hay tras la legislación que se quiere imponer.