Si fuese cierta la leyenda que se cuenta de Job y su infinita paciencia, ésta quedaría ensombrecida por la paciencia que manifiestan los votantes del PSOE en los últimos tiempos. Acosados a derecha e izquierda, esos más de siete millones de personas que depositaron su voto en las urnas en favor del partido socialdemócrata sufren día tras día las burlas, chanzas e insultos de los partidarios de los demás partidos y de la casi totalidad de la prensa española. Una minusvaloración del contrario que atenta contra toda lógica republicanista y de respeto a las opiniones y opciones de los demás miembros de la ciudadanía.
Algo similar han sufrido los votantes del PP, tanto a su derecha como a su izquierda, por lo que lo que se muestra es que la democracia no está plenamente asentada en España desde su misma base. Bien es cierto que al vivir una transición donde las masas fueron excluidas intencionadamente y una clase política (con sus respectivos partidos) que poco o nada han hecho por la formación ciudadana, se hace complicada la convivencia sin insultos y sin desprecios. Es lógico que entre votantes de derecha e izquierda haya una confrontación más áspera, pero lo sorprendente es la “mala leche” que se gasta en las discusiones intrabloque. Entre los puros y los verdaderos progresistas tienen atormentados a los votantes socialdemócratas. Precisamente en el momento en que son mayoría, las minorías no tienen en cuenta el respeto que se pide hacia ellas como lo que son minorías. Son minorías y parece ser que también seres celestiales o elegidos por el espíritu de la Historia.
Ya que el PSOE se sitúa en el centro-izquierda vemos que por su derecha, quienes se reclaman de centro-liberal (Ciudadanos), acusan a los votantes del PSOE de sustentar la quiebra de España, apoyar a ETA (que ya no existe pero ellos insisten), de acabar con la economía española y de no votar al verdadero líder de la nación, Albert Rivera. Ese elegido por los dioses del Ibex-35 que ha llegado a la política española para salvarla por la vía del odio. Ciudadanos ese partido cuñadista que carece de moral y ética pero que pretende dar lecciones éticas, las cuales en realidad sólo están encaminadas a acabar con la clase trabajadora y todo lo que signifique ser algo más que una masa amorfa y sometida al totalitarismo de Rivera o del capital. Estas críticas son asumidas por los votantes socialdemócratas como lo que son, producto de la carencia de humanidad de una secta.
Pasamos, entonces, a los insultos que la minoría de la izquierda, autodenominada como “verdadera izquierda”, aunque más bien habría que decir “única izquierda” lo que conlleva un poso totalitario mayor y que no sólo se muestra contra el PSOE sino contra Alberto Garzón y los pocos que ya le apoyan dentro de IU, contra los comunistas de toda la vida, contra los anticapitalistas, contra los partidarios de Errejón, contra los anarquistas y, en general, contra todas las personas que no siguen al pie de la letra los deseos de “amado líder”. Son muchas menos personas en número que las que apoyan al PSOE pero siempre están en posesión de la verdad. Son como esos testigos de Jehová que intentan convencer de que se está equivocado y que sólo ellos tienen el conocimiento de la verdad. Da igual que se intenten utilizar argumentos racionales, históricos o empíricos, jamás tienen razón los demás y su “amado líder” no se contradice jamás, ni en Podemos se reparten los cargos en comandita y por efecto de amores o desamores.
Acusan desde Podemos a los votantes socialdemócratas y a la propia militancia de ser unos vendidos al capital que soportan que siempre les engañen. Es decir, les llaman estúpidos e incapaces de ver con claridad la realidad. Esa misma realidad donde los dirigentes de Podemos jamás han rechazado ministerios, ni se han reunido con la cúpula de CEOE. El PSOE es el Ibex-35 (ayer mismo lanzaron su lema en redes “Las marionetas del Ibex” que no ganaba al “Florentino dimisión” por cierto) y sus votantes permiten esa tropelía provocando que la clase trabajadora (cuando todos ellos son pequeño-burgueses en su mayoría como dicen los análisis sociológicos) siga encadenada a sus amos. Acusan a los votantes del PSOE de no luchar para quitarse las cadenas de la opresión. Lo que no dicen es que las cadenas del populismo y la chabacanería izquierdista están a la vuelta de la esquina. Es de todos conocido que quien disiente de “amado líder” acaba en el limbo, purgado y excluido de Podemos. Al menos no hacen juicios de contrición como en los terribles años del estalinismo.
Acusan a los votantes del PSOE de no ser de izquierdas, de no suficientemente anticapitalistas, de no lanzarse a la calle a seguir a la vanguardia de la bohemia burguesa (por tanto pertenecientes a otra clase, pero esto es mucho pensar en Podemos) para lograr ¿el qué? Porque cuidado que dan la tabarra con sus mágicas propuestas pero jamás ofrecen una alteridad que sea distinta al mismo capitalismo que sufren las personas. ¿Montar una algarada contra Salvini libera al proletariado de sus cadenas? No. Ni antes, ni ahora, pero queda muy bien en las redes sociales y con el amigo Ferreras. Si se fijan bien, en Podemos jamás han tocado la cuestión del monarca y han dejado eso a Garzón o Eva García Sempere de IU. Pero ellas y ellos, salvo regalarle unos DVDs, poco más que decir que nunca le han votado cayendo en una grave contradicción.
Incluso se permiten decirles a los socialdemócratas cómo han votado y qué significado tiene su voto, insinuando de esta forma que han introducido la papeleta en la urna medio babeando por un lado cual Homer Simpson. Tienen tal desparpajo en el insulto que siempre sacan los mismos mantras: que si el GAL y la cal viva (cuando desconocen, como contamos hace un tiempo, la implicación de la verdadera izquierda de la época o de uno de sus asesores actuales); que si el PSOE no ha hecho nada, como si el corto Estado de bienestar hubiese aparecido de la noche a la mañana en España; que si Pedro Sánchez es un fraude y tendrían que rebelarse frente a él. Viendo el camino electoral de una formación y otra, casi que los que habrían de cambiar de jefe igual, sólo igual, son los de la formación morada. Si Ramón Espinar dice que hay que volver a pensar el proyecto se le tacha de traidor y errejonista, cuando es de los pocos que sigue creyendo en el proyecto. Si Raúl Camargo dice que esto es un fin de ciclo y hay que recomenzar todo desde abajo, le acusan de traidor (el traidor que no falte) y de trotskista, quintacolumnista y muchos más males. Si Garzón dice que mejor un acuerdo programático y sentarse a analizar las cosas, es un entregado a Carmen Calvo y al PSOE que busca su cargo. ¡¡¡Los que no quieren más que cargos acusando de eso a los demás!!!
La verdad es que tienen insultos para todos, todas y todes, pero en donde han gobernado no se ha visto un mínimo de mejora en las personas. No se ha visto que hayan hecho algo distinto a lo que podrían haber hecho PSOE o IU. Bueno sí, cargar la gomina a los gastos de representación o dejar tirados los barrios obreros tipo Carabanchel o Usera en Madrid. Las hordas de Pablo Echenique y Alberto Rodríguez señalan a todas las personas que no acatan los mandamientos de “amado líder” cebándose con las del PSOE especialmente. Poco se les ve atacar al PP, a Ciudadanos o a Vox con la saña que utilizan para con los socialdemócratas. Con la derecha no pasan de fascista, desgastando el verdadero significado del fascismo, pero con el PSOE sacan a relucir hasta una mala palabra que le dio Indalecio Prieto a Santiago Carrillo. Los adanistas del nuevo evangelio de la verdadera izquierda tienen cansados a los votantes del PSOE, pero no por argumentos racionales (son incapaces de usarlos en su gran mayoría), sino por cansinos. Claro que esto mismo les pasa a más personas que no son del PSOE y sí del PCE o Anticapitalistas, que están cansadas de ver cómo desde Podemos están llevándose por delante la construcción de una izquierda alternativa a la izquierda del PSOE. De verdad que pareciera que en Podemos estuviesen bajo la órdenes de la clase dominante ¿lo estarán realmente? Lo veremos en breve.