República Dominicana y Haití son países vecinos, independientes desde el año 1844, cuando los dominicanos lograron independizarse de la intervención de los lideres haitianos tras varias batallas que costaron la vida a ciudadanos de ambas nacionalidades. Los dos países tienen idioma, cultura, costumbres, políticas y gobiernos diferentes con una estructura socioeconómica diferente.
El proceso histórico de ambas naciones es una realidad que no se puede obviar a la hora de hacer una evaluación de la relación existente entre los dos Estados. Durante 22 años República Dominicana fue ocupada por el Estado haitiano, quien dictó en toda la isla de La Española una serie de leyes como, por ejemplo, la restricción del uso del idioma español.
Hoy, casi dos siglos después de esos conflictos, Haití, desgraciadamente, se encuentra al borde del desastre y en situación de pobreza extrema, debido a la corrupción política que impera en el país, incluso, apoyada por estructuras de intereses económicos de dictadores privados nativos que cuentan con la complicidad de socios expresidentes y empresarios de otras nacionalidades. Este hecho quedó evidenciado en la forma en que fueron administrados los fondos de cooperación internacionales, incluso con infraestructuras reconstruidas en 2010, tras el desastroso terremoto que asoló al pueblo haitiano.
Otras de las causas que han colocado a Haití en esa situación son los continuos desastres naturales, la falta de un gobierno democrático, que se vio afectado por el magnicidio del presidente Jovenel Moise y el poco apoyo que reciben de los organismos y la comunidad internacional que pueden ayudarlo a salir hacia delante.
Haití, en la actualidad, es un Estado fallido porque prácticamente está controlado por bandas armadas que se han dedicado al secuestro de personas de diferentes nacionalidades, norteamericanos, dominicanos, europeos e incluso haitianos. Por ejemplo, en 2021 secuestraron a dos hermanos dominicanos que se encontraban en Haití por asuntos profesionales. Además, También fueron secuestrados el conductor de un camión que transportaba mercancías y 16 norteamericanos. Estas situaciones arrastran a República Dominicana a sufrir las consecuencias de la inestabilidad del pueblo haitiano.
En el mes de agosto de 2022 se produjo un violento enfrentamiento en el lado haitiano de la frontera Republica Dominicana-Haití, que terminó con la destrucción de parte de la infraestructura, varios heridos y un muerto, enfrentamiento del que fueron testigos decenas de ciudadanos dominicanos que sufrieron el miedo del desorden y la violencia que allí se vivió.
El hecho de que la violencia y la corrupción se hayan apoderado de Haití y de que el país se haya convertido en un Estado fallido, está obligando a sus ciudadanos a buscar la manera de llegar a otros países, ya sea por la vía legal o ilegal. Por razones de cercanía, el camino más fácil para ellos es República Dominicana porque solo tienen que pasar la frontera y porque ahí es donde esperan encontrar paz y un futuro, por la economía sólida del país dominicano, la cual les ofrece oportunidades que en Haití son impensables por la violencia y la inestabilidad.
Esta situación recuerda en gran medida lo que ahora está ocurriendo en Ucrania, donde millones de personas están huyendo de la guerra hacia la Unión Europea, o lo que ocurre en Oriente Medio en países como Siria, Irak, Afganistán o Palestina.
Tal como se ha publicado en varios medios internacionales, en España Diario16, Sabemos y otros, la ONU está ahora pidiendo para Haití lo que Luis Abinader lleva años reclamando. El presidente de República Dominicana, ante la situación de violencia, inseguridad y desgobierno que se vive casi de manera sistémica en el país vecino, ha realizado durante años múltiples llamamientos a la comunidad internacional para que intervenga en Haití y vaya en auxilio del pueblo que lo necesita. En el pasado, hubo quien calificó esos llamamientos de alarmistas. Sin embargo, el tiempo le está dando la razón al presidente Abinader.
La defensa de los derechos fundamentales es inherente a la gobernanza de todo Estado democrático. Sin duda, Luis Abinader cumple protegiendo a su pueblo y, como medida para mantener la paz y la seguridad, el mandatario ha confirmado que República Dominicana no activará una intervención militar en Haití. De igual manera, República Dominicana tampoco recibirá más asilo en el país, por lo peligroso que esto pudiera resultar para la estabilidad de la nación dominicana y, como consecuencia, para la paz.
La posición del Presidente Abinader es una cuestión puramente estratégica de defensa hacia la paz en República Dominicana, porque evitaría enfrentamientos que, sin lugar a duda, se podrían producir por la memoria histórica del pueblo dominicano.
Hay que destacar y poner en valor humano que en Republica Dominicana ya vive una cifra significativa de haitianos, que tienen derecho a la sanidad, educación y trabajo, entre otras cuestiones. Esto demuestra el perfil humanitario en favor de ese colectivo que ha sido acogido y aceptado. A esto hay que sumar la consideración por parte del gobierno de Abinader de las situaciones sociales y laborales en las que, en algunos casos, estaban viviendo los haitianos en algunos centros de trabajo, fundamentalmente, de la agricultura y la construcción, dando paso al respeto de sus derechos fundamentales.
También hay que considerar que existen países cercanos que tienen capacidad para acoger a los haitianos que huyen de la violencia, la corrupción y el desgobierno que están provocando desesperación y extrema pobreza. Panamá, Colombia, Estados Unidos o Canadá son algunos de ellos. Lo mismo se podría decir de determinados países europeos, fundamentalmente Francia, a quien le corresponde, más que a ningún otro, por responsabilidad y compensación histórica.
Una muestra de que República Dominicana no puede acoger a todos los haitianos ante una crisis es lo que se está viviendo con la guerra de Ucrania y Rusia. Todos los refugiados que salen de Ucrania se están repartiendo por toda Europa, es decir, no van todos a Polonia por ser el país fronterizo. Asumen la cantidad que pueden social y humanamente aceptar.
En la actualidad, República Dominicana tiene acogido aproximadamente al 10% de la población de Haití, manteniéndolo en términos sociales y con la intervención del presidente Abinader incluso con un nivel humano mucho mas aceptable que en los anteriores gobiernos del PLD, más aun de los de Leonel Fernández, por lo que se podría afirmar que el país dominicano ya ha cumplido sobradamente con su responsabilidad humanitaria de acogida.
El presidente Luis Abinader ha demostrado ser un mandatario que coloca las infraestructuras de las humanidades por encima de las infraestructuras de la economía. Eso también se hace, velando por los derechos fundamentales del pueblo dominicano y su diáspora.
Por esta razón, los constantes llamamientos a que la comunidad internacional intervenga en Haití para que el país pueda salir del desgobierno, la violencia y la corrupción que lo asola le convierten en un serio candidato al próximo Premio Nobel de la Paz. Este año, evidentemente, la situación en Ucrania ha hecho que el Comité Noruego del Nobel se lo concediera al activista político bielorruso Ales Bialiatski, la organización rusa de derechos humanos Memorial y la organización ucraniana de derechos humanos Centro para las Libertades Civiles.
Sin embargo, de cara a la próxima concesión, la lucha internacional de Luis Abinader por una solución para Haití confluye perfectamente con el perfil que Alfred Nobel determinó en su testamento: «La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyo interés se distribuirá cada año en forma de premios entre aquellos que durante el año precedente hayan trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y para la celebración o promoción de procesos de paz. El premio […] para el defensor de la paz [será concedido] por un comité formado por cinco personas elegidas por el Storting noruego. Es mi expreso deseo que, al otorgar estos premios, no se tenga en consideración la nacionalidad de los candidatos, sino que sean los más merecedores los que reciban el premio».
Abinader podría haber ordenado una serie de medidas que dejaran a su suerte al pueblo haitiano, implementando políticas de represión a la inmigración a través de una violencia institucional que no respetara los derechos humanos. Sin embargo, no lo ha hecho así porque, como dijo Gandhi, «los medios violentos nos darán una libertad violenta».
En cada foro internacional en que ha participado, en cada visita de Estado que ha realizado, Luis Abinader ha reclamado a la comunidad internacional su intervención para solucionar la gravísima situación de violencia, desgobierno y corrupción de Haití. Luis Abinader está luchando por la paz y la prosperidad del pueblo haitiano con más ahínco que sus propios dirigentes. Para el presidente dominicano es inconcebible ver cómo miles de familias mueren de hambre o son asesinadas por las bandas criminales que gobiernan el país.
Abinader no puede consentir, su conciencia humanista no se lo permite, que el resto del mundo permita lo que está permitiendo en Haití. Aleksandr Solzhenitsyn afirmó que «la violencia sólo puede ser disimulada por una mentira y la mentira sólo puede ser mantenida por la violencia». Luis Abinader no está dispuesto a que esto sea así y seguirá luchando para una solución para Haití basada en el respeto absoluto de los derechos fundamentales de un pueblo que lleva sufriendo demasiado tiempo las consecuencias de un desgobierno que, tal vez, esté permitido por fuerzas poderosas que viven en palacios de mármol. Y en Oslo, la voz de Abinader, vía la comunicación internacional de su transparencia como presidente, en el mundo, ya le están escuchando.