En otro sitio hace casi dos años, por tanto mucho antes de que todo desembocara en lo que ha pasado durante los últimos meses, escribí que lo de Cataluña sólo tenía dos posibles soluciones: O Tanques, o Referéndum. Y parece que la solución, que en aquellos momentos califiqué de esperpéntica, por los tanques, sería la solución práctica de PP y Cs a día de hoy. Estas gentes son capaces de usarlos apoyados en el neofascismo y nacional-españolismo fervoroso que han desatado. Pero no hará falta, la solución es más sencilla y más acorde a los resultados electorales catalanes: que M. Rajoy se vaya o tenga la valentía de negociar un referéndum.
Los resultados, que no se pueden negar como expresión de la voluntad popular, son claros y contundentes frente a las posiciones del Gobierno del PP y su coaligado de derechas Ciudadanos: el secesionismo suma 2.063.361 votos frente a 1.889.176 del unionismo. Ha vencido por tanto el deseo secesionista. Es más, si quitásemos a los partidos federalistas/confederalistas CeCP y PSC (926.664), la brecha sería aún mayor, más de 800.000 votos. Por tanto, no sé a qué viene la alegría en la derecha naranja. Bueno sí, todos sabemos que es producto de su idiosincrasia cuñadista. Pero la derrota de las posiciones unionistas es clara y contundente.
De todo ello se deriva que el gobierno del PP y su muleta naranja deberán negociar, porque no pueden meter en la cárcel a dos millones de personas, aunque eso lo lleven en el ánimo los facciosos naranjas, y se puede dar la espalda a una realidad que dice que son más los que quieren la secesión. Y cuidado, a ellos igual habría que sumar algunos votos del PSC y de CeCP. Por tanto, frente a una sociedad fragmentada política y socialmente, sólo cabe dar expresión legal a esas posiciones. Y esto lo debe hacer Rajoy, él mismo. Nada de enviar a la ineficaz e inútil para el diálogo Soraya Sáenz de Santamaría. Que deje de leer el Marca y se ponga a trabajar y no a pensar en perpetuarse en el poder como aprendió de su valedor Manuel Fraga.
Debe negociar un referéndum de autodeterminación con todas las fuerzas catalanas. Porque el movimiento secesionista no es sólo cosa de Puigdemont y demás, es algo que, ha quedado demostrado, desborda lo meramente político. Tras la payasada del 1-O, ahora toca hacer las cosas bien, arriesgar por el bien común (si es que en el Gobierno saben lo que esto significa), y plantear un referéndum con garantías. Y quien gane, ha ganado y ya está. No hay otra salida. Y después de haber sido los grandes causantes, por pedir firmar y denunciar ante el tribunal constitucional lo que no hacen con el estatuto de Andalucía, por ejemplo, ahora les toca a ellos y ellas resolver el problema creado.
Pese a quien le pese, la opción federalista, tan propugnada por socialistas y podemitas (algunos hasta llegar a ser cansinos), ha sido la gran derrotada. No llega ni al millón de catalanes los que defienden esa solución como construcción de un marco de convivencia. Y menos ahora con la crispación generada por el PP y Ciudadanos. PSOE y Podemos, defensores de la plurinacionalidad del Estado español (algo que no han de olvidar y abandonar), deberán posicionarse, no a favor del referéndum (algo que Podemos ha defendido siempre), sino frente a la secesión o no. Y explicar perfectamente los motivos por los que defienden su postura y, como es lógico, presentar alternativas. Porque las alternativas de la derecha ya se saben cuáles son. Unidad, Monarquía y Poder Central.
Si no quisiesen las derechas españolas negociar ese referéndum, sólo cabe una salida. Que se vayan. Que convoquen elecciones generales y pasen por la pena electoral. Algo que no hará M. Rajoy ni aunque le siente mal el Cohiba. Se va a aferrar al sillón con garras de oso pardo para que nadie le eche hasta 2020. Total, como él dice: “Si yo no he hecho nada malo”. Algo malo sí ha hecho. Además, de los sobresueldos y diversas corruptelas, no ha sabido manejar la situación en Cataluña (aunque el 155 se viese lógico). Y a unos “políticos de Estado” se les pide que piensen en el Estado, no en cuestiones particulares. Porque, y esto comienza a ser peligroso, no se puede consentir que desde el Tribunal Supremo se pretenda meter en la cárcel a todo aquel que haya tenido algo que ver con el procès. Como aparecen querer hacer con Marta Rovira, por ejemplo.
Otra cosa mala es que ha llevado s su filial catalana a la mayor insignificancia política de su historia. Que ha sido copartícipe del auge neofascista. Algo que no están intentando frenar. Que está interviniendo, vía judicial, las políticas sociales que no le gustan de las comunidades autónomas no afines. Que no quiere hacer una reforma constitucional, que podría servir de cauce a los nacionalismos. Que no quiere reformar la financiación autonómica. Es que no quiere hacer nada que tenga que ver con la razón de Estado. Por eso debería marcharse. O deberían los partidos de la oposición echarle. Pero, el PNV, salvo milagro, ya ha negociado lo suyo y posiblemente no permitiría una moción de censura contra Rajoy.
Por eso, hoy más que nunca, ¡Márchese señor Rajoy!