Ha sido llegar un tipo como Donald Trump —al fin y al cabo el típico chulito, especialmente pijo (como los de la banda del moco), que va por ahí haciendo matonismo— al poder en EEUU, con Congreso y Senado a su favor —que es un dato importante—, para que la izquierda europea, en general, y la española, en particular, muestren todas las carencias respecto a lo geoestratégico y militar que se venían viendo desde los tiempos del sonrisas, pero hago caja, José Luis Rodríguez Zapatero. Una izquierda caviar, con mentalidad pequeño-burguesa —porque no les da ni para pensar a lo grande y ser burguesa del todo—, happy flower del sesentaiochismo burguesito, quiere lidiar con bestias pardas ¿con qué?

Si los leninistas de verdad, los socialistas medianamente con cabeza, los maos, los guevaristas, los trotskos y toda esa mierda de terroristas de izquierdas que tanto daño hicieron y que deberían estar en el pozo de las heces de la historia vieran a estas gentes, les corrían a bastonazos, como poco, hasta llegar al mar y esperando a que se ahogasen. Ni gulag, ni leches. ¿Desde cuándo la izquierda ha rechazado lo militar o la lucha, por desigual que fuese, geoestratégica? Está claro que desde el hippismo y las salvajadas de las ETAs, los GRAPOs, los operaristas salvajes italianos y demás Baarder Meinhof del mundo, y la entrega de buena parte de la socialdemocracia al poder estadounidense. Pero antes de bajarse los pantalones se pedía un ejército popular, para que la burguesía no controlase el aparato represor en su totalidad, por ejemplo.

Todo ese pacifismo impostados de los partidos comunistas de este lado de Europa no era más que una engañifa para que a la URSS no le pudiesen presentar cara los países cercanos o lejanos con armamento nuclear. Los europeos, salvo lo franceses —pues caben dudas de que los británicos sean europeos en sí—, tragaron con la imposición de la OTAN y las bases de ocupación americanas, que aquellos comunistas pedían retirar, no por algo patriótico (salvo excepciones), sino geoestratégico… hasta que un día se cayó un muro y hubo que persistir en el pacifismo y lo ecológico porque era lo único que les quedaba. Decía el pensador Rafael del Águila que a algunos se les cayeron las bibliotecas enteras en un abrir y cerrar de ojos. Lo mismo pasó con los comunistas y buena parte de los socialdemócratas.

«OTAN no, Bases fuera» siguen gritando algunos. Pues sí. Igual, en la situación actual hay que salirse de la OTAN y decirle al ejército ocupador que se lleve sus aviones, barcos y soldados a su casa. Que ya se llegará a algún tipo de acuerdo, o no, para colaborar. Eso lo diría alguien de izquierdas mientras desarrollaba la industria armamentística propia, sus bomba nucleares y sus drones con satélites propios. Europa tiene capacidad tecnológica —quien piense que no desconoce la industria armamentística europea y española—, económica y humana para ello. Y preguntarán ustedes ¿para defendernos de quién? De otros. Da igual si es Vladimir Putin que Mohamed VI, que cualquiera que se ponga chulo. Ya se ha visto que el chulo igual no ayuda, así que mejor prepararse para ello.

En España la izquierda se asusta, patalea y advierte con la boca pequeña, en el caso de Pedro Sánchez —quien prefería un ministerio de violencia de género a uno de defensa (sí, los niños de Zapatero son así)—, y saca a pasear a Yolanda Díaz a pedir paz en el mundo, buenos modos y sonrisas, muchas sonrisas. Si la pillan Lenin o Castro… Porque claro, en caso de guerra o amenaza de ella, esta gente piensa que con enviar a Elizabeth Duval, para que les diese un sermón insoportable sobre Lacan, ya se arreglarían las cosas. O que poner a muchos mininistros con la chapita de la Agenda 2030 sería como una especie de escudo antimisiles o experimentos del Capitán América.

Esto por el lado del gobierno, pero tampoco se queda atrás esa otra izquierda que también quiere la paz y algún gasto en armamento, para defender la patria y acongojar a Carles Puigdemont, pero que hace el juego, al final, a Trump o a Putin. Son dignos herederos de esos PCEs caducos pacifistas, flower power y verdes. Tampoco crean que la derecha está muy allá de esto. Entre bajarse los pantalones ante Trump —o Putin, que depende del día— o hacerse los pacifistas que gustan de banderas y barcos para pasear soldados, hay para elegir. Los secesionistas, obviamente no quieren armamento en España, aunque no lo despreciarían en sus territorios si lo controlasen ellos —con Sánchez hasta sería posible—, entrenados ya tienen a algunos el guerrilla urbana o asesinatos con bombas.

Todo esto se ve reflejado en los medios de comunicación. Que o son pusilánimes, o son chuloputas, pero detrás del amigo fanfarrón. Y ya se sabe cuando el fanfarrón se retira a quien le caen las hostias. Está España entre defenderse con penes lesbianos o hacer de la guerrilla una recuperación patriótica. Entre medias, por supuesto, hay personas conscientes, serenas, con pensamiento propio y con cierta cabeza que entienden que algo habrá que hacer para no ser unos lilas, ni ser sometidos por cualquiera de los chulos del tablero. Por cierto algunos que quieren ser dominados miran de reojo a China, como a los chinos les importásemos algo o no fuesen a venir con la bolsa de pedir.

A ello hay que sumar que, pese a la escalada armamentística, aunque sea disuasoria por aquello de la ley de la no elevación a los extremos, la guerra que se está planteando a nivel global no sólo es con drones, sino que en algún caso es asimétrica, utilizando caminos soterrados, medios que parecen simples y desde abajo y los lados. Se promueven yihadismos, guerras culturales simplonas y con aviesas intenciones, utilización de las redes sociales para socavar la confianza en el sistema —porque en los políticos no se confía mucho desde tiempos inmemoriales y en esta España dan ganas de sacar la vara a pasear—, juegos de cambio comerciales, etcétera. Esta parte no la debe ver nadie y es tan importante como la otra porque va al núcleo principal de las sociedades sin necesidad de pegar un tiro… el que ha pagado la pistola, al menos.

Vamos, que estamos jodidos con los chulos y la izquierda caviar.

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