El escándalo mediático ha sido mucho más elevado que la realidad de las medidas tomadas. Dejen por un momento la algarabía del aparato ideológico y racionalicen la adopción de medidas y su validez real para frenar la pandemia. Isabel Díaz Ayuso, como verán, ha lanzado una medida fantasma en la práctica, pero con un alto contenido ideológico en lo político. Inoperancia de las medidas para frenar el Covid-19 pero señalamiento de la clase trabajadora como culpable de que el virus se expanda por la región –con el añadido del Gobierno estatal que no controla quién entra y sale de la Comunidad de Madrid-. A su lado un sinsorgo, Ignacio Aguado, asintiendo en todo y añadiendo más leña a la culpabilización de la clase trabajadora. Pura lucha de clases mientras la “izquierda” –ya hay que ponerlo entrecomillado- está a verlas venir… desde hace tiempo.
Dice IDA que va a imponer restricciones al movimiento de las personas en ciertas zonas sanitarias –no lo hace por distritos o barrios en sí realmente porque le tocaría restringir ciertas partes donde vive la derecha votante- pero, y en este punto el pero es sutil e importante, las gentes de esas zonas podrán ir a trabajar, podrán llevar a sus hijas e hijos al colegio, podrán quedar hasta seis para tomar una cerveza, podrán ir a las casas de apuesta, podrán ir a por comida –al supermercado de origen castellonés que subirá otra vez los precios-, podrán hacer papeles legales, podrán acudir al médico, podrán hacer casi todo salvo reunirse muchas personas en una casa o salir al parque. Lo último no es que sea imprescindible porque parece que va a llover durante unos días, pero si se paran a pensarlo realmente no va a restringir nada que evite la propagación del virus. Porque las personas de esas zonas se seguirán infectando en los centros de trabajo o en los vagones de metro rebosantes de personas.
Medida fantasma porque no impide lo productivo, que es lo que interesa, ni lo comercial básico, ni nada que afecte al ámbito económico. Como la mayoría de personas se suele relacionar más trabajando o viajando al trabajo que en su casa el virus se seguirá propagando. ¡Ah no! Ha dicho el vicepresidente, sin aportar ni una sola prueba, que donde realmente se contagian las personas es en las casas, en los parques y en los bares. En los comercios, en los centros de trabajo y en el metro con el sobaco de un señor en la nuca no. Ahí es donde comienza lo ideológico, la lucha de clases, el desprestigio de la clase trabajadora no ya como subclase social sino como personas inferiores que deben, por tanto, estar sometidas al poder de la derecha y aceptar todas las restricciones –del tipo que sean- para poder sobrevivir. En los barrios de la clase dominante esas cosas no pasan según ese discurso reaccionario, aunque no sea cierto y se contagien de igual forma si se ven las estadísticas.
Se vuelve a un discurso que no es nuevo, que es patrimonio de la derecha global, y que, hasta hace poco, utilizaban en su acción política y doctrinaria-interna pero lo callaban en público. La clase dominante es superior en todo a la clase trabajadora y por eso su dominio y su libertad sin restricciones es lo lógico, lo natural, lo determinado por el espíritu de los tiempos, vienen a decir. Lo mismo decían las derechas, da igual liberal que conservadora, en los años 1920s y 1930s. ¿Les suena lo que ocurrió durante esos años? “El principio aristocrático de la naturaleza” que escribiese Adolf Hitler en su Mein Kampf (p. 69) que elaboraría Alfred Rosenberg hasta llegar a afirmar que “el más válido domina al inferior” en El mito del siglo XX. Liberal-conservadores actuales como Alain de Benoist, muy citado en los cuadernos de formación de FAES, siguen esa estela de odio de clase que está tan presente en la clase política de la derecha. Cuando Aguado dice que la mayoría de contagios se producen en las casas acaba señalando, medidas de restricción mediante, a la clase trabajadora como descuidada, como inferior genéticamente –los ricos, no se sabe por qué circunstancia, deben tener genes distintos que repelen el coronavirus- y por todo ello debe estar dominada por la élite social… la clase dominante. Es más si mueren personas de la clase dominante en un hervidero de virus mejor, así no se reproducen que diría Thomas Malthus.
Medida fantasma pero criminalización de la clase trabajadora –que en la derecha sitúan como sujeto del socialismo, algo que la izquierda olvida en demasiadas ocasiones-, obligada a producir pero no a vivir. Es la reacción en estado puro contra el sujeto de transformación social. Y lo hacen porque al otro lado, si se mira bien, no hay nada. Ahora lanzarán siete tuits, trece memes, se harán los indignados pero ninguno de los partidos de la “izquierda” se pondrán al frente de las reivindicaciones y luchará práctica e ideológicamente contra esta derecha montaraz, católica –hijos directos de Pío IX-, nacionalista –la clase trabajadora no es nación como tal- y entregada a la destrucción de los bastiones conseguidos por la izquierda en dura lucha contra la clase dominante del capitalismo. Se condena con conciencia de clase a la clase trabajadora no en la práctica productiva sino mediante la ideología, lo social, lo político y lo económico. ¿Les importan los bares y tiendas de barrio de las zonas de clase trabajadora? No. Los importantes son los del centro –turístico-, los comercios de grandes cadenas, las tiendas de los barrios de la clase dominante, pero en Vallecas, Carabanchel o Usera ni les importa, ni saben lo que hay. De hecho desearían poder destruir todos esos barrios para construir viviendas unifamiliares, así que si mueren todas esas personas –que ya no tienen consideración de seres humanos- adelantan el plan.
Cuando la mayoría de políticos de izquierdas se ríen de la lucha de clases o de la guerra cultural –que no es más que la lucha de clases en la teoría-, hinchan el pecho cuando les dicen marxistas –aunque de eso sólo tienen la pose-, están despreciando la lucha real. Se dejan embaucar en la falacia popperiana de la historia como lucha entre sociedad abierta (democracia) y sociedad cerrada (totalitarismo) y olvidan que es otro tipo de lucha la que ha conseguido los grandes logros humanos, la lucha de clases. Algo que deberían tener claro. Pero es mejor preocuparse porque a un señor le han dado un golpe en Hong Kong, porque la OTAN debe tener bases en Bielorrusia o la tontada que se inventen los medios de comunicación como derecho inalienable de la diversidad metafísica. Hay que estar en la lucha de clase de la misma forma y manera en que IDA o Aguado han demostrado estar. Dejarse de ver series, dejar de hacer caso al camarlengo monclovita de los sentimientos, dejarse de rezar el rosario en el ministerio y ponerse en modo lucha. Todos los medios de comunicación están al servicio de la ideología dominante –incluso los que se venden como progres-, algunos directamente están en plena lucha de clases –los más cavernícolas- y mientras la izquierda a verlas venir y a discutir sobre el sexo… ¡Uy! ¡Perdón! sobre el género de les ángeles.
Están criminalizando a la clase trabajadora y ¿saben quién lo va a aprovechar? Esos, los fascistas. Llevan varias semanas intentando captar a la clase trabajadora. En Francia la Agrupación Nacional de Marie Le Pen se ha ganado a la clase trabajadora de las ciudades y del campo. Donald Trump ganó gracias a la clase trabajadora blanca de los estados centrales. La historia ha enseñado que si la izquierda no se ocupa de su clase objetiva acaba en manos de su peor enemigo. Sigan con medidas que no se pueden aplicar por falta de fondos, por falta de personal o por falta de rigor legislativo que a no más tardar igual el susto se lo acaban llevando de verdad. Si no ven que la derecha a nivel global ha lanzado su órdago en la lucha de clases para acabar con cualquier posibilidad de transformación social, es que no se enteran de nada. Es hoy cuando hay que luchar en el plano político e ideológico, no esperar a mañana. Ayuso y Aguado han dado el pistoletazo de salida, mañana será Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía, al otro Fernando López Miras en Murcia, al siguiente Alberto Núñez Feijóo y así hasta llegar a Quim Torra e Íñigo Urkullu. La Internacional de la derecha está en plena lucha de clases ¿y la izquierda?
Post Scriptum. Dicen que harán un millón de test en las zonas más afectadas. Lo que no cuentan es que ese millón por cincuenta euros aproximadamente que pagan a las empresas privadas por hacer cada uno suponen un ingreso a manos privadas de 50 millones de euros más, como poco. Cincuenta millones que se sacarán de dotación de escuelas públicas, hospitales y/o servicios de primera necesidad.