“Prefiero una mala coalición que unas buenas elecciones” dicen los papeles que dijo Andrés Perelló en la última reunión de la Ejecutiva del PSOE. El embajador junto a Odón Elorza fueron los únicos que “apretaron” en la reunión para no caer en la convocatoria de elecciones que parece más que probable, algo que no sorprende porque ambos siempre se han situado en lo que podría llamarse ala izquierda del partido socialdemócrata. Muy asertivo sin duda pero hay que preguntarse realmente si ¿es mejor una mala coalición que unas buenas elecciones? Lo obvio sería responder no, siempre serán mejor unas buenas elecciones en las que se gane, pero al final todo depende del contexto en que se desarrollen las mismas. La coyuntura, como siempre sucede, es sumamente importante para validar o falsar la proposición de Perelló.
“¿En qué coyuntura nos encontramos?” debería ser la primera pregunta a realizar antes de aceptar esa máxima que nos han expuesto desde el PSOE. A nivel global, ya que estamos tan interconectados, se nos avisa de una crisis del sistema capitalista, la cual aún no se sabe si es propiamente sistémica, si es financiera, si es comercial, una bajada cíclica o qué. Esta incertidumbre, aunque parece más comercial y de producción que financiera, impide tener claro qué tipo de recetas son las más aconsejables para responder ante ella salvando el bien común (que es lo importante en la zona zurda del espectro político) y qué personas serían las más adecuadas para ello. No es baladí el trasunto de las personas porque no es lo mismo Nadia Calviño, quien ha demostrado estar del lado de la clase dominante, que una economista más socialdemócrata. No es lo mismo tener a Podemos en el gobierno que no tenerlo porque, sobre el papel aunque no lo han demostrado en la acción, se supone que tendería hacia políticas más expansivas o de la Teoría Monetaria Moderna. ¿Con qué posición se sienten más cómodos en el PSOE, con Calviño o con Eduardo Garzón, por ejemplo? ¿Volverá el PSOE a apoyar un austericidio (como el cambio del art. 135 de la CE) o cambiará las políticas a aplicar? ¿Se asumirán desde el Gobierno los mandatos de Alemania/Deutsche Bank, vía UE, o se confrontarán estando Podemos o no en el Gobierno? Si Podemos está en el Gobierno ¿cambiará en algo la acción económica del mismo? Las respuestas, que hoy desconocemos aunque podríamos barruntarlas, serían significativas para hablar de mala coalición o buenas elecciones. Más allá de la demagogia televisiva, por lo que han demostrado hasta el momento, es posible que Podemos fuese completamente leal al Gobierno estando dentro (y con los economistas de IU bien lejos).
Bajando al contexto más estatal. La sentencia del juicio al procés se producirá antes de las elecciones. Ya han adelantado que habrá condenas contundentes, que no se sabe bien qué es pues ya toda condena es contundente de por sí. De ahí que, pese a la bajada de apoyo al procés (Torra no se ha enterado todavía que al final lo material es más importante que los subjetivo/nacionalista) y los problemas internos entre los secesionistas que se vislumbran, va a generar una tensión sistémica con la que hay que manejarse y dar respuesta. En principio el respeto a las decisiones de los jueces es parte del relato oficial del gobierno de Pedro Sánchez, algo que apoyan las baronías sin la mínima duda. Desde el PSC o Izquierda Socialista se entiende que habría que tener cierta condescendencia con los políticos que serán sentenciados. Ahí habrá un pequeño roce sin mayores consecuencias. En Podemos se habla abiertamente de presos políticos y de soberanismo (Jaume Asens así lo ha dicho, como una gran mayoría de los altos cargos de los comunes) por tanto ¿la sentencia perjudicaría las relaciones dentro del gobierno ya que la mayoría seguiría el dictado monclovita y la minoría defendería lo contrario? ¿Cómo resistiría un Gobierno que defiende la legalidad vigente y el diálogo con un Pablo Iglesias clamando desde fuera (y desde dentro) por un indulto o algo similar? Desde que el PSOE olvidó las resoluciones del 39° Congreso y la España plurinacional por amedrentarse frente al populismo naranja y la extrema derecha, no hay más que un españolismo encamisado en la cuestión de Estado. Sobre el papel un partido socialdemócrata y otro populista de izquierdas deberían afrontar, a ser posible juntos, de mejor forma una situación como la que se avecina en Cataluña. La realidad se parece más a lo expuesto antes.
A estas coyunturas hay que sumar, como es obvio para cualquier persona que se considera de izquierdas, que todos los medios de comunicación (salvo poquísimas excepciones) se posicionarían frente al gobierno de coalición de la misma forma en que ya están mintiendo sobre supuestas mayorías del trifachito. Comenzarán a sacar estudios manipulados y carentes de la mínima cientificidad (aunque el idealismo empirista puede con todo), plagios asombrosos, abrazos con etarras y todo lo que utilizan normalmente para asentar su ideología, que es parte de la ideología dominante. Bajo ese contexto de unos medios de comunicación se desarrollaría bien un mal gobierno de coalición, bien una campaña electoral. De ahí que quepa preguntarse, ante los ataques esperados de lo mediático, ¿soportaría un gobierno de coalición esa presión? ¿La presión ejercida por los medios no provocaría una mayor quiebra dadas las contradicciones que a priori existirían en ese gobierno? Dadas las contradicciones de los dos partidos (pues no se cuenta con que IU forme parte del meollo gubernamental) ¿acabaría Sánchez por cesar a los ministros morados o acabarían los ministros morados dimitiendo? Esto es algo a tener en cuenta y que no se ha valorado lo suficiente, ya que la prensa podría cargar las culpas hacia un parte del ejecutivo para abrir nuevas vías de desacuerdo en el Gobierno o alentar las contraadicciones internas por políticas públicas. Y como Pablo Iglesias antepone los cargos y las canonjías frente a lo programático (es su estrategia), esto induce a enfrentar la vida gubernamental sobre la base de unas propuestas que no son las propias y que se alejan en algunos puntos de los principios que se dicen defender. O ¿estará Iglesias defendiendo desde la tribuna del Congreso el programa máximo de Podemos mientras sus compañeros deben seguir las 370 propuestas de los socialdemócratas?
Las políticas públicas que, sobre el papel volvemos a insistir, han defendido ambas formaciones contienen numerosas discrepancias. Por ejemplo, en el tema del feminismo el PSOE es abolicionista y no quiere saber nada de los vientres de alquiler, mientras que hay una parte de Podemos que quiere legalizar la prostitución (o al menos lo consideran un trabajo y no una explotación sexual que mantiene los patrones patriarcales) y no ven con malos ojos la venta del cuerpo de una mujer para que alguien con dinero satisfaga sus deseos (genéticos además). Respecto a la derogación de las leyes laborales Sánchez sólo aceptará un nuevo Estatuto de los Trabajadores como ley de Estado, mientras en Podemos quieren la derogación antes de abrir el tiempo de diálogo social para el nuevo Estatuto. ¿Aceptarán en Podemos negociar sin derogar lo que conlleva vérselas con PP, Ciudadanos o Vox y la amenaza de que se pacte por la derecha? Dado un gobierno de coalición, por malo que sea, ¿cambiará Sánchez su pretensión real de un nuevo Estatuto por la derogación sabiendo que igual se queda sin esa política de Estado que lleva buscando desde hace tiempo? No es una contradicción baladí para un gobierno de coalición. Como tampoco lo es el empeño de la Unión Europea de colocar en España la mochila austríaca y los planes de pensiones privados, cuya única función no es mejorar la vida de las personas sino dar fondos a los especuladores financieros. Esto se presentaría en un Consejo de Ministros, Calviño ya lo avisó, ¿qué harían los ministros de Podemos, aguantar y tragar con las peticiones de la UE contradiciendo su propio programa por seguir en el poder o dimitir y provocar una crisis gubernamental? Lo mismo se puede aplicar a los recortes que son obligatorios por mandato de la UE.
A esto pueden añadir más políticas públicas, pero el contexto mínimo de lo que viene es el presentado. No siendo posible por haberlo descartado los propios partidos el Gobierno de Frente Amplio, no habiendo una Gran Coalición en vista por deseo expreso de Sánchez, no habiendo pacto PSOE-Cs por deseo de Rivera, a cada uno de ustedes seguramente les queden muchas dudas sobre la mala coalición. Si es del PSOE porque se han cansado de la gente de Podemos que, en muchas ocasiones, van de sabelotodo y perdona vidas; si se es de Podemos porque no se fían de las intenciones de Sánchez e Iván Redondo. La realidad es que con esta coalición, pese a lo mucho que insiste Iglesias (como mecanismo de salvación de su proyecto), la realidad es que salvo que renunciasen a sus principios ser partícipes del Gobierno llevaría a crisis continuas y la apertura de numerosas contradicciones entre discurso y acción en el seno de Podemos. Si sólo nos dejásemos llevar por los principios es verdad que una mala coalición parece mejor que unas buenas elecciones (aunque mejor sería montar una revolución ¿o no?), pero los políticos ante estas disyuntivas no suelen dejarse llevar por los principios sino por los deseos y el mantenimiento del poder de la nomenclatura. De forma paradójica, quienes quieren cargos para sobrevivir políticamente pueden acabar desapareciendo por participar en el Gobierno; quienes quieren gobernar en solitario y con un mínimo programático pueden acabar haciendo justo lo que han dicho que no harían y salvar a quienes más enemigos considera (después de Vox y poco el PP). Una mala coalición donde los que participan no se fían los unos de las otras, donde no hay fraternidad, donde hay más insultos que buenas palabras, donde cada parte va a lo suyo, no sabemos si será mejor que buenas elecciones, pero sobre el papel y bajo el contexto actual no parece. Salvo que hay más miedo a la posibilidad de que las elecciones no sean buenas y eso podría valer para un mal pacto o una mala coalición. De manera objetiva, ni a Podemos le interesa estar en el gobierno, ni nuevas elecciones; ni al PSOE le interesa abrir el melón electoral por lo que viene en breve, ni sabe cómo se va a manejar a futuro. El problema es ¿por qué nadie ha planteado una buena coalición que evite unas malas elecciones?