Existen en el mundo de la política diversas indecencias. No pensar en el bien común sino en los bienes particulares de grupos de presión o fracciones de la clase dominante es algo constante. También prometer políticas que se sabe no se van a poder aplicar es otra indecencia –no es lo mismo afirmar que se intentará implementar políticas laicistas que afirmar que se romperá el concordato con la Iglesia-. Prometer repúblicas cuando se lame el orto a las monarquías o prometer soberanía cuando se está entregado al poder imperial (EEUU o Alemania) también es indecente. Pero si hay una indecencia es mentir a la cara de todas las personas una, dos y hasta tres veces.
Lo peor de mentir no es la mentira en sí misma sino las tragaderas de las personas y la prensa, especialmente esta última, con los políticos mentirosos. A las masas se las ha cretinizado hasta el punto de asumir que todos mienten y ya. En realidad cada vez que miente un político no es que muera un gatito, es que muere la democracia si tras descubrirse la mentira a ese político no se le retira el apoyo o se le tira al pilón. En todo ello son cooperadores necesarios los medios de comunicación, entre otras cosas porque las mentiras –ayer mismo El Mundo decía que se había humillado a personas por tema Covid en China y la realidad es que era por ser proxenetas- son parte de la prensa todos los días.
Mentiras socialistas
El daño a la democracia con las mentiras es enorme. Si comenzamos por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, son obvias y evidentes todas sus mentiras a lo largo de los años. Juró que nunca pactaría con los herederos de ETA y ahí le tienen. Dijo que no dormiría si tuviese a Podemos en el gobierno y que no pactaría con populistas y ya van para dos años abrazado a ellos, incluso en perjuicio de su propio partido. Sí, en perjuicio porque deja que Podemos se apunte todos los triunfos aunque hayan sido obra del PSOE. Prometió que no pactaría con los secesionistas y pierde el culo por pactar con ERC, en Madrid y en Cataluña.
Hasta en el propio 40° Congreso del PSOE mintió con todo el descaro del mundo. Afirmó allí, jaleado por la tropa de sanchistas, que derogaría la reforma laboral y ahí le tienen sin derogarla. Sí, ha cambiado seis puntos pero derogarla no. Podía haber dicho que iba a reformar las partes más lesivas (como siempre ha dicho Nadia Calviño), pero sabe que mentir es gratis. Como cuando mintió con el congreso exprés y la urna tras las cortinas. Hasta prometió un partido más democrático y ha hecho todo lo contrario, las bases no pintan nada.
Mentiras moradas
En eso de la derogación de la reforma Yolanda Díaz también ha mentido. Bueno en realidad la vida de la ministra gallega es una continua mentira, salvo cuando desbroza que ahí sí que señala y ejecuta. Como mentira es que las leyes que viene implementado el “misterio” de Igualdad sean feministas. Irene Montero es la cosa más perjudicial que han sufrido las mujeres desde hace décadas, ni el PP se atrevió a mentirlas y tratarlas peor.
Como el diputado Alberto Rodríguez que hace semanas decía que se volvía a su trabajo tan feliz y ahora está llorando para que le dejen volver al escaño. Como Pablo Iglesias que jamás iba a abandonar su barrio de toda la vida y ahora está en la piscina del chaletazo en la sierra madrileña.
Mentiras peperas
Y hablando de mentirosos el primer premio es para Pablo Casado. Es un mitomaníaco de libro de psicología. No dice una verdad aunque se dé un golpe en la cabeza. Cada palabra que suelta es mentira. Miente cuando ofrece datos inventados. Miente cuando dice que ha estudiado mucho en su vida. Miente cuando dice que ha ido a Harvard. Miente a su esposa y a sus hijos. Miente a su supuesto confesor. Es la mentira hecha persona. Y miente porque al fin y al cabo es un felón. Un traidor a España.
Normal que su ahijada política, Isabel Díaz Ayuso, sea también otra mentirosa. Culpar del desastre de la sanidad madrileña a los propios sanitarios sin aportar ni un solo dato es de una mezquindad enorme. Por no hablar de toda la mierda y corrupción que existe en el PP y de la que jamás saben nada, pero bien que cogen los sobres con dinero en B. Si ya con sólo verle la cara a Juan Manuel Moreno Bonilla se sabe que es un mentiroso. Esa sonrisa forzada es todo un aviso antes de que abra la boca.
A todo lo anterior pueden sumar a gentes de escalafones menores, diputados palmeros e independentistas de todo pelaje. No se salva nadie porque mentir es gratis en política. Se puede afirmar lo que sea porque no tiene coste político. Han logrado aletargar a las masas y han comprado a las organizaciones de la sociedad civil de tal forma que nadie les pinta la cara. Tampoco les retira el voto que es casi peor. Han perdido la decencia mínima de servicio a los demás y por ello mienten. Nadie reconoce errores y surgen muchas excusas cuando la situación es palmaria. Y tras ellos unos medios tan de partido que comienzan a dar asco.