Todo el mundo se pregunta la razón por la que Cristóbal Montoro ha aniquilado la estrategia jurídico-política de la derecha española respecto al procés catalán al negar la existencia de malversación de dinero público. Esas palabras que tanto daño están haciendo a los dos partidos conservadores español y a los medios que quieren ganar cuota de lectores, oyentes o televidentes gracias al nacionalismo españolista exacerbado. De ahí la campaña mediática contra el ministro de Hacienda e, incluso, contra el propio M. Rajoy.
Todo se fundamenta en las luchas internas existentes en el Partido Popular, sobre todo entre los grupos andaluces de los conservadores, facciones encabezadas por el senador Javier Arenas y por Juan Ignacio Zoido, ministro del Interior. Estas luchas, a nivel nacional, se trasladan a los grupos encabezados por la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, y la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría. Por su parte, a M. Rajoy se le ha venido encima esta historia y, como buen gallego, no sabe si subir o bajar, a pesar de que es un hombre inteligente y hábil, hecho que ha demostrado cuando ha tenido que lidiar con movimientos internos, incluso algunos encaminados a sacarle de la presidencia del partido. En estos momentos Rajoy estará echando de menos a su inseparable Jorge Moragas, el hombre que le asesoraba y que ahora se encuentra en Naciones Unidas.
Estas cuitas personales le están haciendo mucho daño al Partido Popular y a sus militantes y, por extensión, a España puesto que, independientemente de la ideología que defienden o de sus problemas sistémicos con la corrupción, una democracia sana necesita de un partido conservador y la guerra de dosieres que se están cruzando entre los dos bandos le está afectando mucho al PP.
Génova 13 se está convirtiendo en una hoguera de las vanidades. Javier Arenas dispone del poder económico que le proporciona su barón Gabriel Amat para mantener la fuerza dentro del partido a pesar de haber perdido siempre que se ha presentado a unas elecciones en Andalucía. Por el otro lado, Zoido dispone del mayor poder que le proporciona el Ministerio del Interior: el conocimiento y la información. Ahí está la lucha en el PP: lo económico contra la información, dos de los mayores poderes que hay en el mundo.
Distintas fuentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado han confirmado a Diario16 que están confundidos, extrañados y molestos por la posibilidad de haber utilizado información intencionada en los diferentes expedientes que hayan hecho llegar al juez Llarena, sobre todo tras la afirmación de Montoro de que no existió la malversación de fondos públicos en el procés catalán. El propio informe de la Guardia Civil que sostiene el magistrado del Supremo como la prueba clara de que sí existió ese presunto delito está lleno de condicionales.
Si Montoro tiene razón, y él es el que tiene el conocimiento por tener a su disposición toda la Agencia Tributaria y todos los datos económicos del Estado, la estrategia para extraditar a Puigdemont e, incluso, mantener en prisión a los encarcelados preventivos, sólo se sostiene con la acusación de malversación. Si no la hubo, la estrategia de la derecha jurídico-política se viene abajo, sobre todo desde que la Justicia alemana ha desactivado el plan de la rebelión. Todo esto sin contar con la instrucción parcial que está llevando a cabo Llarena.
En todo el asunto catalán no se puede dejar de lado a Ciudadanos. El Partido Popular ha hecho mucho caso de los postulados fundacionales del partido de Albert Rivera cuando, en una cafetería, decidieron defender España de algo que aún no existía, el secesionismo, dado que en aquellos años sólo era nacionalismo. Ciudadanos ha cimentado su crecimiento en dos pilares: el poder financiero que se enriqueció con la corrupción del PP pero que, tras el escándalo de casos como Gürtel, Lezo o Púnica, por citar algunos, pueden seguir haciendo negocio con el otro partido de la derecha, es decir, Ciudadanos. Tal y como afirmó el presidente de Odebrecht, «la corrupción es un nuevo modo de hacer negocios». El otro pilar es el exacerbamiento del nacionalismo español.
La ciudadanía española ha evolucionado políticamente en estos más de 40 años de democracia y está muy lejos de los planteamientos reales de Ciudadanos y, por supuesto, de sus objetivos. Sin embargo, se están acercando por esa exaltación patriótica nacionalista del partido de Inés Arrimadas y Albert Rivera. Muchos españoles han llegado a plantearse la dicotomía de si seguir confiando en el PP o irse con Ciudadanos, precisamente por su discurso de exaltación de los valores patrios, algo que parecía ya olvidado en las nieblas del tiempo porque lo que están haciendo los naranjas es espolear al nacionalismo, algo que no era necesario porque el simple hecho de ser español ya lleva implícito ese mensaje.
Llevado por ese discurso y por otras razones, Rajoy ha sido capaz de conquistar Cataluña con el 155 y de aplicar medidas muy duras y, aún así, la batalla del patriotismo la ha perdido, tal y como vimos en las elecciones catalanas o en las últimas encuestas publicadas. Arrimadas y Rivera están ganando porque han enfrentado al concepto de la unidad de España, la lucha contra la legitimidad democrática de los nacionalismos periféricos, la corrupción del Partido Popular. Esto ha provocado un posicionamiento en el que se ha impuesto la exaltación patriótica.
En medio de esta crisis de la derecha más tradicional, Montoro ha afirmado que no hay malversación de fondos públicos en el procés. Esto, además de dinamitar la estrategia de M. Rajoy, de la parte dura de su partido y del Gobierno, destroza a Ciudadanos porque su discurso está basado en la lucha contra el nacionalismo y la exaltación del españolismo, algo que se comprueba en el discurso por el que se afirma que los catalanes están robando a los españoles, por cierto, lo mismo que decían en Cataluña de España, cuando, en realidad, la relación hispano-catalana es simbiótica. No obstante, el ansia de poder de Rivera no tiene límites y no tiene escrúpulos en engañar al pueblo sencillo con una retórica que sabe que cala.
Se está creando una crisis de una envergadura imprevisible. La opinión europea está girando a favor de los separatistas cuando, hasta ahora, no existía esa opinión. Todo ello no hubiera ocurrido si no se hubiera metido en la cárcel a políticos porque su pensamiento fuera distinto. Exactamente lo mismo ocurre con la falta de diálogo. En Europa no se entiende que M. Rajoy no se sentara ni con Artur Mas ni con Carles Puigdemont ni que se buscara una solución consensuada. Tanto por la acción judicial como por las medidas adoptadas, a la derecha se le ha ido de las manos la situación, y las palabras de Montoro no hacen más que crear confusión.
Las cuitas internas de las facciones del PP no pueden resolverse o taparse con presos políticos o con la falta de representación de las instituciones catalanas. El ejemplo lo vimos en la final de la Copa de España, donde estaban varios ministros (Interior y Defensa) ¿representando a las instituciones catalanas? Si fuera así estaríamos ante una provocación o ante una muestra de superioridad o, esperemos que no sea así, una demostración de fuerza del vencedor sobre el vencido.
El enfrentamiento interno del Partido Popular está llevando a España a una crisis democrática y constitucional inédita en el mundo. Si los ciudadanos conservadores hicieran realidad las encuestas y dieran el poder al partido de Arrimadas y Rivera sería una desgracia para el pueblo, porque entregar el Gobierno a una organización sin más ideología que la económica, además de por las relaciones de Albert Rivera con los corruptos venezolanos que viven en España sin pagar a Hacienda o realizando operaciones empresariales con el único fin de blanquear dinero, algo que es igual o más grave que la malversación de caudales públicos. Por cierto, el líder de Ciudadanos continúa yendo al gimnasio de uno de estos venezolanos que está siendo investigado y tiene en su haber varias querellas y demandas por diferentes delitos económicos.
La pregunta está clara, si Montoro tiene razón: ¿Qué pasará con la estrategia ejemplarizante de Llarena? ¿Saldrán de la cárcel los presos políticos? Si no hay ni malversación ni, como afirman los jueces alemanes, rebelión… mantener en la cárcel a Junqueras, los Jordi, Turull o Romeva, por citar algunos, sería un atentado contra los derechos humanos. Eso no lo puede permitir el pueblo.