Los yazidíes forman una minoría preislámica. Hasta el siglo VII el yazidismo fue la religión oficial del pueblo kurdo pero tras la islamización fue reduciendo su número de practicantes a pesar de que, en la actualidad, la gran mayoría de los yazidíes son kurdos, teniendo sus centros tradicionales en Mosul (Irak), en Armenia, Siria, Turquía, Georgia, Irán y Rusia. Se calcula que son más de 800.000 personas las que aún siguen profesando esta religión. Actualmente los yazidíes están siendo exterminados con la misma fiereza y crueldad a como lo fueron los armenios hace 100 años.
Los yazidíes fueron acorralados por las fuerzas del Estado Islámico en las montañas de Sinjar, en una zona fronteriza entre Siria e Irak, al oeste de Mosul. Habían huido a las montañas en busca de un refugio seguro en un templo yazidí. Miles de ellos murieron de hambre y sed.
El Estado Islámico persigue a los yazidíes por ser infieles, por profesar una religión no islámica y por negarse a renunciar a su culto. ISIS los considera adoradores del diablo y, por tal interpretación, cuando los yazidíes eran capturados fueron sometidos a maltrato, tortura, abusos sexuales y, finalmente, ejecutados.
Por esta razón los yazidíes huyeron de sus tierras en Sinjar a la región de Duhok donde se encuentran hacinados en más de 20 campos de refugiados una cantidad aproximada de medio millón de seres humanos, de los que la mayoría profesan el yazidismo.
La persecución del ISIS fue sistemática y repetía los patrones de crueldad aplicados en otras zonas del planeta como, por ejemplo, Nigeria con Boko Haram. Las milicias del autoproclamado Califato entraban en las ciudades, pueblos y aldeas asesinando sistemáticamente a los yazidíes. Atrapaban como rehenes a los más jóvenes para intentar convertirles y adiestrarles como combatientes. Sin embargo, la resistencia a aceptar la religión impuesta tenía como consecuencia o la ejecución o la esclavitud.
Respecto a las mujeres más jóvenes eran secuestradas y transformadas en esclavas sexuales, lo cual era un problema para ellas puesto que, si conseguían escapar, no eran aceptadas por su pueblo. Esta situación provocó que el propio líder religioso del yazidismo, Baba Sheikh Khurto Hajji Ismail, lanzara una proclama para que el pueblo yazidí aceptar a las mujeres que regresaban de los territorios controlados por Daesh porque habían sido sometidas a la fuerza, no por su voluntad. Sin embargo, el tema sigue siendo tabú y las mujeres no hablan de si fueron violadas o si fueron sometidas a esclavitud sexual.
La venta de mujeres capturadas es una de las vías de financiación del Isis.
Los contrabandistas kurdos son los que están realizando operaciones de rescate para sacar a los yazidíes de las zonas controladas por el Daesh, incluso en Raqqa. Se calcula que han podido rescatar con éxito a más de 5.000 personas. El problema está en las represalias que sufren los que aún quedan cautivos: ejecuciones en masa presenciadas por los propios yazidíes, violaciones públicas de las mujeres que aún no fueron vendidas y torturas. Lo mismo ocurre con los contrabandistas que son capturados.
Ante esta situación el mundo occidental permanece callado. Nadie habla de lo que está ocurriendo en los territorios ocupados por el Estado Islámico con los yazidíes y, en realidad, lo que se está produciendo es un genocidio puesto que a las personas que profesan el yazidismo se las está asesinando por motivos religiosos, algo que va en contra de la Carta de Derechos Humanos. Sólo unos pocos periodistas han logrado romper las barreras del silencio y personas hasta ahora anónimas, como la doctora Amy Beam, dedican su vida a intentar que el exterminio que están sufriendo los yazidíes llegue a las más altas instancias. Ese mirar hacia otro lado es un silencio cómplice que convierte al mundo occidental en culpable de un nuevo genocidio.