Es curioso cómo los comunicadores políticos imaginan los procesos de comunicación. Buscan lo impactante, lo eficaz (en términos electorales), pero olvidan lo sólido, lo eficiente en términos sociales. Empeñados en la performatividad de las palabras piensan que con buscar un eslogan atractivo el marco pensamiento ya se transforma en lo que ellos y ellas han ideado. ¡Vende humos es lo que son en muchas ocasiones! El Gobierno de España se ha equivocado en aspectos de gestión, eso es indudable y lo ven hasta los muy ortodoxos, pero el mayor error es la creación de un marco mental bajo los “Pactos de la reconstrucción”, que se han quedado en mesa de reconstrucción y ya veremos porque la oposición montaraz no los quiere realmente. ¿Reconstrucción de qué? ¿Qué se ha destruido en España (más allá de las terribles pérdidas humanas? Realmente nada ha quedado destruido, salvo la opinión general sobre la dirigencia política. La insistencia de la utilización del lenguaje bélico para hacer frente a una pandemia ya era inexplicable, pero insistir en ello con la palabra “reconstrucción” es un error mayor. Veáse por qué.
En España ha habido un parón en muy distintas actividades, económicas y sociales, las cuales deberán ser reactivadas. No se han perdido medios de producción, las tierras siguen siendo fértiles (las que lo eran), la mano de obra sigue ahí disponible, las capacidades de las personas son las mismas (salvo un estrés lógico por la reclusión), la democracia parlamentaria no ha sufrido merma sino ralentización… y así con numerosas actividades. Es cierto que el contacto social físico se ha reducido y se recuperará con lentitud, pero sigue existiendo mediante otros canales comunicativos. Nada se ha destruido sino que ha quedado en tiempo muerto. El tiempo no parece avanzar en esos aspectos sociales pero igual hasta es bueno para poder reflexionar. Algo que no parece haber hecho el camarlengo monclovita que idea los procesos comunicativos de Pedro Sánchez.
¿Por qué reactivación y no reconstrucción? Reconstruir supone volver a construir lo existente con anterioridad. No hay avance en sí. Es más bien una vuelta al punto en que “se jodío todo”. ¿Quiere la sociedad española reconstruir lo anterior? Las dudas son importantes porque no es posible que se quiera una sanidad sin recursos; que se quiera una industria incapaz de dotar a la población de cuestiones básicas; que se quiera volver al austericidio impuesto por el IV Reich alemán, vía Unión Europea; que se quiera volver a relaciones laborales de casi esclavitud y precariedad suma; que se quiera una agricultura que no puede vender sus excedentes en Rusia por culpa de EEUU; que se quiera volver al pasado más penoso, en términos generales. Lo normal sería reactivar lo económico y social para algo más que seguir en la misma senda de miseria económica, política, social y cultural. Ir más allá de las imposiciones de Alemania y sus aliados europeos, esos mismos que provocaron la desindustrialización completa de España para expandirse por Europa del Este y tener asegurados sus bienes industriales. De esta forma el sueño nazi-alemán de un Imperio colonial europeo se cumple utilizando el Banco Central Europeo y la propia UE. Esos países siguen manteniendo su bienestar a costa de los demás países. ¿A esto se quiere volver o hay que dar un paso más?
Evidentemente, cualquier pacto, transacción o avance del brazo de la derecha española es rendirse al IV Reich o al Imperio estadounidense, pero si se quiere ser valiente y atrevido hay que ir un paso más allá e intentar transformar. El acontecimiento transformador, por muy pandémico que sea, se ha revelado mostrando las carencias, las infamias y las servidumbres, pero también las posibilidades de cambio. Un líder lo aprovecharía para avanzar por caminos poco transitados, desconocidos o similares a los que otras sociedades han mostrado que se puede caminar. Hablar de reconstrucción y no de transformación (o reactivación si sólo se está en lo meramente gerencial) es trabajar en un marco político que elimina cualquier tipo de lucha, que elimina cualquier tipo de avance real. Ese marco es un retornar a los posicionamientos que nos han traído hasta aquí. Los posicionamientos de la clase dominante carente de control o miedo. Los posicionamientos de la derecha más reaccionaria. Si las palabras son performativas, como piensan los comunicólogos, hablar de reconstruir es entregar la cuchara al adversario. Es trabajar bajo su ideología, que es la dominante. Transformar, sin embargo, es romper con ese yugo ideológico, abrir posibilidades nuevas, avanzar hacia lo que se determine, comenzar a vislumbrar el camino de la revolución necesaria.
No hay nada que reconstruir y sí todo por transformar si se quiere acabar con la insoportable ideología dominante que hoy languidece en muchos aspectos porque la pandemia ha abierto los ojos a las personas. Cuando un sistema no es capaz de parar durante un mes para proteger a las personas, es claramente un sistema fallido. Entonces ¿hay que reconstruirlo y reforzarlo como proponen o transformarlo para avanzar hacia otra sociedad mejor? La libertad se ha mostrado que es de pocos: la clase dominante. La igualad se ha visto que se tiene en la miseria, en la muerte y en la carencia de expectativas incluso a medio plazo (por no hablar del largo plazo). La fraternidad que irrumpió al comienzo de la pandemia ha sido atajada rápidamente y se ha vuelto a la confrontación porque puede ser revolucionaria y/o transformadora. Hay muchos intereses para que España siga siendo una colonia (en disputa), siga estando dominada por dos imperios y una clase dominante globalizada. Sin duda hay que reactivar lo económico pero transformando la base misma del sistema. Esta vez no hay que reconstruir porque eso sería que los mismos vuelvan a pagar y sufrir la crisis, sino transformar. El acontecimiento de apertura está ahí, sólo hay que saberlo ver y afrontar. Podría ser revolucionario pero si se queda en transformador será mucho mejor que una mera y simple reconstrucción. Las palabras pueden marcar el terreno de juego de la lucha política, pero lo mejor es no conceder ventajas. Buscando la épica y la estética, igual te roban la cartera y te dejan sin margen transformador. Cuando la política está en manos de los comunicólogos y vende humos siempre es malo para el pueblo, especialmente para la clase trabajadora. Los acontecimientos que surgen dejan desnudos a reyes y reinas de la comunicación, pero son el espacio para lo política con mayúsculas. La política transformadora.