Si Marx hubiese vivido lo que es un derbi Atlético de Madrid-Real Madrid seguramente lo hubiese utilizado como su mejor ejemplo de lo que supone la lucha de clases. Bueno, lucha de clases igual es exagerado pero se le acerca bastante. Es la batalla más larga de la historia entre el bien y el mal, entre el poder y el contrapoder, entre la clase dominante y la clase dominada, entre el niño consentido y caprichoso y aquel que entrega todo lo que tiene para conseguir la supervivencia, en términos generales dos formas de vivir la vida.
En una ciudad como Madrid donde todos los poderes se entregan sin pestañear, da igual el momento de la historia, a un equipo que hay otro cuyo rojiblanco color se extiende más allá de lo imaginable, no se entiende. Porque en realidad pocos entienden lo que significa ser del Atleti para bien y para mal. El resultado del domingo poco o nada cambiará el devenir de la liga, pero para las huestes atléticas es algo más que un resultado. Supone no tener que aguantar al compañero de oficina hablar de la dócima y mirarle con cara de placer sabiendo que está jodido por dentro aunque haya sido un empate (Albertini es el mejor ejemplo). Supone escuchar de los contrarios mil y una excusas, sacar a relucir la ristra de títulos, pero tú por dentro muriéndote de la risa y con cara de satisfacción. Supone leer y escuchar todas las críticas a Zidane, Florentino y tener a toda la prensa vendiendo humo (vía fichajes o excusas de zonas dogso) para ocultar que los vecinos les han hecho pupita.
Paradójicamente al contrario no sucede lo mismo. No es que a los atléticos no les duela perder. Les jode y mucho, más que contra el Levante. Pero saben que su destino en la vida no es tenerlo fácil, sino pelearlo hasta el final. Saben que de mil veces que se enfrenten les robarán mil y una. Saben que su vida no va a cambiar por vencer a los hijos de Bernabéu. Saben todo eso porque disfrutan de la vida con lo que le ofrece. Si llegan títulos a disfrutarlos. Si no llegan, a disfrutar de un gol por la escuadra, un Zamora de Oblak o los biberones y palanquitas que se reparten cada semana. Gustaba Luiz Pereira porque era un defensa que se salía de la norma. Gustaba Luis Aragonés porque mandaba a tomar por c… a quien hiciese falta. Gusta el Cholo Simeone porque es el antifútbol (si es que puede existir un antifútbol jugando al fútbol, paradoja que jamás podrá resolver García Caridad). A la familia rojiblanca le gustan cosas que en otros lados, como en la Castellana, no entienden, ni llegarán a entender porque entienden la vida de otra forma.
No es por ser más ricos o más pobres, sino porque la fraternidad de la revolución francesa fue copiada del sentimiento de pertenencia al Atleti. El madridista lo es cabreado, el rojiblanco lo es por encima de todas las cosas. Es tan así el sentido de pertenencia que, salvo los típicos niños rata que habitan todos los equipos, ya pueden lanzar bilis desde los chiringuitos, las radios, los medios nacionalmadridistas que dará igual, no consumen, no les afectan las campañas, les da igual lo que les digan. Son del Atleti por encima de todas las cosas. Un rojiblanco nunca camina solo y si hay que morir se muere en la pelea junto a los demás. Con el tufillo falangista que desprenden algunas consignas de madridistas que aparecen en los medios, resulta que la camaradería reside al otro lado con una pureza que no ha sido posible conceptualizar. El Atleti no tiene poder institucional, pero no le hace falta, ni lo anhela. Le basta con una fición que demuestra su amor por el equipo siempre (como pueden ver en lo que hacen Pancarteros de cuando en cuando).
No es un derbi, es la lucha entre dos formas de entender la vida. La vida como disfrute pleno en todas las circunstancias (Atleti) o la vida como necesidad de conseguir todo por las buenas o las malas. Esa angustia vital del madridista no aparece en cualquiera de los aficionados rojiblancos. Ese ser más que nadie del equipo propio sólo cuando gana y no en las derrotas, no es propio de un rojiblanco. Ese apoyar al equipo femenino si parece que va a ganar pero no saber ni quién juega en el equipo porque te golean los buenos equipos, no sucede con el Atleti femenino, al que se apoya porque lleva las franjas del equipo y el logo de Gil. El domingo se viene atraco grande, pero ya está asumido. Pero como se despisten en el VAR y en el césped, se disfrutará como no disfrutan al otro lado. Luego la liga ya se verá quien la gana, pero que pierdan los blancos del viudo con gafas ayuda a pasar la semana.