Por escandaloso que les resulte el titular la realidad es esa, a día de ¿algún hombre puede ser considerado feminista? No es lo mismo que decir que todos los hombres son machistas. Los hay machistas y menos machistas (o micromachistas); los hay antagonistas o compañeros de viaje; los hay que se esconden y los hay que dan la cara; los hay que se hacen pasar por lo que no son y los hay que admiten lo que son; los muy intelectuales y los hay más bastos; los hay de todo tipo: raza, confesión religiosa, ateos, identitarios, rubios, morenos y con cargo político. Pero en realidad ninguno es feminista, entre otras cosas, porque el feminismo no se aprende leyendo (mucho feminista de cátedra), no se adquiere yendo a manifestaciones, no se apoya sólo aprobando leyes, sino que es algo intrínsecamente ligado a experiencias vitales que un hombre, por mucho que lo intente, no lo podrá llegar a comprender. Los hombres han caído, por mor del desarrollo histórico, en el lado bueno de la historia. A eso súmenle que los hombres tienen otra genética (como decían Monty Python, no tienen matriz, entre otras diferencias).
Es lamentable escuchar, especialmente a políticos, afirmar que ellos son muy feministas. “Los hombres del PP apoyamos a las mujeres” suelen decir desde el partido conservador, por ejemplo, y buena muestra de ello es que las situamos al frente de las listas. Fíjense que esto que se puede escuchar no sólo en el PP, expresado de distintas formas, no deja de ser paternalismo. No deja de ser machismo, de macho alfa que manda en la manada. En el PP no se autocalifican de feministas, por aquello de la guerra cultural, pero en otros lares sí y con frases parecidas. No hay dirigente de izquierdas (a las gentes de Ciudadanos les dejaremos tranquilas porque bastante tienen con lo suyo ahora) que no se autocalifique como feminista pero acaba mostrando todos los típicos micromachismos y suficiencias de una cultura patriarcal que han mamado desde que nacieron. Una cultura que les favorecía enormemente respecto a las mujeres. Y por tanto una socialización en la que no han sufrido todo lo que conlleva ser mujer, especialmente, para mal.
Otro ejemplo lo tenemos en un acto ayer del consejero de la Comunidad de Madrid, David Pérez, que acudía a un acto para visibilizar a las mujeres: “La Comunidad de Madrid pone en valor el papel de la mujer en el mercado inmobiliario”. Muy capitalista, como es propio en el PP, pero donde las imágenes no llegan a invisibilizar a las mujeres pero las presenta como subalternas. Si se fijan en la imagen Pérez y Santiago Saura hacen de anfitriones en el centro de la imagen (el lugar destacado) y dejan a las dos mujeres (Ruth Blanco y Elvira Solana) a los lados, en los lugares secundarios. Nuevamente hombres irrumpiendo en el espacio de las mujeres.
O Pablo Casado ejerciendo de macho alfa del PP en una charla o encuentro de las mujeres del PP (como pueden ver en la imagen de entrada del artículo). Entre todas ellas, aparece el jefazo en medio, haciéndose el amo del escenario, el centro de las miradas y el comandante de la manada popular. Con esa imagen no se afirma que apoye a las mujeres (cuestión paternal), no es que permita que haya muchas mujeres del PP destacando (cuestión de mando-macho alfa), sino que les niega el momento de autodeterminación como mujeres del PP poniéndose en primera fila. Algo que suelen hacer todos los dirigentes políticos. Sin mala intención porque les sale inconscientemente ya que han tenido una socialización distinta bajo el patriarcado y les sale de forma natural. Deberían llegar a ser conscientes de los micromachismos que persisten incluso entre quienes se autocalifican de feministas, especialmente por la izquierda. Deberían aprender de lo que tienen que decir las mujeres. Y cuando haya actos de mujeres, al menos, no quitarles protagonismo a ellas (por muy doloroso que sea para el ego). Pasarán generaciones, por desgracia, hasta que un hombre pueda decir que es realmente feminista. Mientras tanto acompañamiento y aprendizaje.