El embajador de Italia recibió a Diario16 en su despacho oficial. Stefano Sannino es un diplomático con una gran experiencia en las relaciones entre países y con la Unión Europea. Desde julio de 2013 a marzo de 2016 Stefano Sannino fue Representante Permanente de Italia ante la Unión Europea en Bruselas. Trabajó durante mucho tiempo en la Comisión Europea. Después de un periodo en el Gabinete del presidente de la Comisión (de 2002 a 2004) entró en la Dirección General de Relaciones Exteriores como Director para la gestión de las crisis y Representante en el COPS (2004-2006), luego Director para América Latina (2008-2009) y finalmente como Director General Adjunto para Asia y América Latina (2009-2010). En el 2010 se incorporó a la Dirección General Ampliación como Director General Adjunto y luego como Director General, cargo que tuvo hasta junio 2013.
De 2006 al 2008 fue Consejero Diplomático del Presidente del Consejo y su Representante Personal para las Cumbres del G8.
Se trata de un hombre abierto y con un discurso que atrae al interlocutor. Gran defensor de la lucha por la igualdad, en todos los ámbitos.
Italia y España somos países hermanos, sin embargo, parece que hay una pared de cristal que tiene la percepción de que estamos más separados de lo que somos, ¿por qué ocurre esto?
Creo que la relación entre italianos y españoles es muy fácil, muy cercana. Tenemos raíces comunes, porque las categorías mentales se parecen, porque tenemos la misma cultura y la misma manera de vivir.
¿Y a nivel institucional?
A nivel institucional es mucho más complicado porque tenemos una visión más vertical que horizontal. Miramos mucho más al norte, a Francia y a Alemania, que al lado. Es una lástima porque nos perdemos muchas cosas que podríamos hacer juntos. Entiendo que haya en el sector económico competencia porque tenemos producciones muy similares, pero no es sólo esto. Deberíamos buscar más puntos de colaboración.
¿Por qué ocurre esto cuando, juntos, podríamos ser fundamentales dentro de la UE?
No sé por qué hay una reticencia a transformar esta cercanía en un proyecto político más desarrollado. Me llama la atención que las relaciones políticas no tienen el alcance que podrían tener. Es verdad que hemos vivido una fase política complicada en los dos lados, con los calendarios que no cruzaban bien. En algunas cosas hemos coincidido como, por ejemplo, en el diálogo ítalo-español que tuvo la presencia de los dos gobiernos. Como Embajada estamos realizando proyectos conjuntos entre Italia y España en sectores como el diseño, la gastronomía, el arte contemporáneo. Estamos intentando dar la sensación de que los dos países juntos tienen más fuerza que separados. Si lo miro desde el punto de vista bilateral y en el contexto europeo, pienso que aún más porque la UE necesita que haya un grupo de países que tengan una capacidad de estimular y ofrecer ideas y, desde este punto de vista, ampliar el motor franco-alemán y esto se tiene que hacer con Italia y España. Tenemos que fortalecer más la parte meridional de la UE si queremos que las políticas de la UE tengan lo específico de nuestros países.
¿En qué sentido no se han tomado buenas decisiones en la Unión Europea?
Si se mira la parte económica, han sido más políticas de estabilización de la deuda, el saneamiento presupuestario de los Estados, de los bancos, pero no se han hecho políticas para desarrollar más la economía, para rebajar el paro y esto creo que es la razón del rechazo. Las políticas tomadas no han sido aceptadas. Pero una cosa es no aceptar las políticas y otra decir que la UE no sirve para nada. La reacción que se está tomando es a las políticas que se han desarrollado.
Sin embargo, las políticas no están cambiando…
Desgraciadamente en Bruselas se siguen cometiendo errores al aplicar políticas que no acercan la UE a los ciudadanos. Este es el precio que se está pagando. El error también está en que los Jefes de Estado o los ministros o los parlamentarios del Europarlamento también tienen su responsabilidad. La UE no es una entidad abstracta. Está constituida para personas que pertenecen a los Estados miembros y que son responsables de las políticas que se adoptan.
¿Europa está siendo sensible a la crisis migratoria del Mediterráneo tanto para los refugiados como para los países receptores como Italia o España?
Es complejo. No una solución simple para todos los problemas. Estamos progresivamente con dificultades y esfuerzo empezando a ver dos contornos del problema. Hace unos años la crisis migratoria empezó en España. Se pensó que era un fenómeno emergencial, porque había una crisis, una guerra y que una vez que se enfrentaba a la emergencia no había otros problemas. La verdad es que es un fenómeno más estructural. Otro tema son los migrantes económicos que huyen de la pobreza extrema. También hay una migración que intentan buscar mejores condiciones de vida. Tenemos a una Europa que es un continente viejo y rico y a África y zonas de Asia y que son muy jóvenes y pobres, lo que provoca una fuerte atracción. No me gusta la palabra convertir, sino que hay que gestionar. Se pueden cerrar las fronteras, poner condiciones más difíciles, pero los países que están en primera línea (Italia, España y Grecia) tienen una exposición muy fuerte a todo esto, además de ser el país de primera acogida. Se han hecho algunas cosas respecto a los países africanos, pero no son suficientes porque los recursos que se están poniendo a esos países siguen siendo limitados. No ha habido un plan Marshall para ayudar porque las soluciones económicas no impactan en el corto plazo.
Recordemos un momento de hace dos años en el Festival de Sanremo. La cantante Noemi —presentando una canción que es un himno de la igualdad— empieza a actuar con un «nastro arcobaleno» en su micrófono reclamando las uniones civiles. ¿Ese gesto fue una posición de fuerza para que se aprobaran esas uniones civiles en el Parlamento?
Creo que ya el camino era muy claro. Quizá Italia ha llegado más tarde que otros países a la unión civil, pero había ya muchas señales que iban por esa dirección. Al final, creo que, con retraso, la sociedad ya estaba preparada. Todos los actos que dieron visibilidad a la causa de la igualdad de derecho han ayudado. La sociedad en su conjunto ha vivido todo eso de forma muy tranquila y serena. Queda mucho.
¿Qué pasos tiene que dar Italia para lograr la igualdad?
Aun quedan temas que la sociedad tiene más complicado de asimilar como la adopción, que es un tema muy sentido, especialmente en el colectivo de las lesbianas. Esto pasa en todo el mundo. No se puede hacer diferencias entre una pareja heterosexual y una pareja homosexual. Esto es la igualdad. El amor es universal y une a todas las personas. El hecho mismo de que estamos hablando de este tema demuestra que aún no tenemos la igualdad, aún no está normalizado.
¿Qué proyectos tiene en marcha la Embajada de Italia para lograr esa cooperación entre los dos países?
Tenemos en marcha muchos proyectos. Continuamos con el diseño e iniciamos un nuevo ciclo. Nuestros proyectos buscan hacer dos o tres cosas al mismo tiempo. En primer lugar, que sea un proyecto entre España e Italia, no que sea simplemente vender más Italia. En segundo lugar, que tenga un contenido social en el sentido más amplio del término: formas de producir correctas, respetando el medio ambiente o que sean más cercanas a la sociedad. En tercer lugar, dar una posibilidad concreta a unos jóvenes, no como una agencia de empleo, pero dar una oportunidad muy concreta para jóvenes tengan experiencia de trabajo que les dé algo más en su proceso de formación.