Ahora que están ustedes de puente, cuando menos esos afortunados que no trabajen hoy, nada mejor que recordar que las catástrofes que ocurren en España jamás tienen consecuencias políticas. Ni hay dimisiones, ni hay ceses, ni hay autocrítica del votante. Pareciera que todo diese igual o que la población fuese estúpida porque, desde luego, la clase política está convencida de ello a la vista de las reacciones que toman. O mejor dicho, que no toman.
Ahí tienen a Carlos Mazón al frente de la Comunitat Valenciana tras haber dejado tras de sí una cantidad enorme de muertes y de pérdidas materiales. Se ha demostrado que no estaba donde exige su cargo sino intentando meter ficha en un restaurante. Él afirma que era cosas de negocios, vale. Pero si así fuese, sabiendo lo que ya estaba encima ¿por qué no respondía a las llamadas?, ¿por qué se quedó allí hasta las mil y no hizo lo que tenía que hacer? Nadie en su sano juicio cree que estaba de negocios, al menos de aquellos que no dependen de la entrepierna.
No dimite y su jefe, Alberto Núñez Feijoo, no le cesa cuando menos de la presidencia del PP valenciano, ni mueve las fichas para echarle del cargo, algo que se puede hacer perfectamente. De hecho seguro que habrá dos o tres personas con ganas de hacerse con tan jugoso cargo. Nunca faltan los Bruto de turno. Los medios, ¿untados?, callan rastreramente y esto genera que, frente a la abundancia de temas que se suceden día a día, las personas sean incapaces de retener algo. Por ello el votante medio sigue prestándole su ayuda a futuro tal y como dicen las encuestas. Y no valen las excusas de «es que ganaría la izquierda» o «los que vengan serán peores». Tienen otro partido de derechas al que votar y peor que causar infinidad de pérdidas humanas y materiales por no dar la alerta…
Luego está el otro que se sabe, por muchas astracanadas, que no dimite ni con agua caliente. Pedro Sánchez es el mayor caradura que ha estado en la presidencia del Gobierno y aguantará lo que haga falta para seguir allí. Tiene el caso de la mujer que, si bien puede no ser delito penal, es un claro ejemplo de carencia total de ética. Tiene el caso de sus amigos y colegas Koldo y Ábalos que han metido la mano en todas las cajas que les han dejado y por responsabilidad política igual… —Antonio Costa en Portugal dimitió por mucho menos, de hecho por un error—. Nada ahí sigue.
Y ahora viene lo del apagón que es consecuencia directa de la implementación de sus políticas energéticas. Este tipo, por si no lo saben, era hace tiempo el niño bonito del ecologismo energético. Tras ver que en el mundo de las relaciones internacionales no tenía hueco, pues hay que tener cierta cabeza para ello y no solo idiomas, se pasó al ecologismo y ahí encontró su sitio. Ha hecho, desde que está al frente del PSOE y el Gobierno, del ecologismo impulsado por ciertos grupos de presión su bandera. Por ello no movió a Teresa Ribera, otra captada y con muy mala baba, hasta que logró colocarla en Bruselas y ahora está callada.
Esas políticas, que todos los expertos han recomendado llevar a cabo paso a paso y con precaución, son las que provocaron el colapso eléctrico del día 28 de abril. Un apagón así no había sucedido en las últimas décadas en España —sí en EEUU, algo que callan los «liberalios trumpistas», como el apagón del otro día en Pittsburg— y es producto de un cambio en la política energética de forma radical. Este apagón ha traído consecuencias muy negativas a España pese al juego de la romantización de los medios financiados por Moncloa. Pérdidas humanas por suerte no han sido muchas, aunque las ha habido, pero pérdidas económicas todas. No solo el día del apagón sino hasta el mismo miércoles pasado donde en muchos lugares no había internet.
Dos tipejos que carecen de vergüenza, de hidalguía, de honor, del mínimo exigido en una democracia. Pero como les apoyan los votantes, que siguen las batallas polarizadoras y generadas desde los aparatos ideológicos adscritos a cada partido, no se sienten presionados para irse por la puerta de atrás. ¿Los medios? Tan culpables como la clase política porque carecen de ética, tan solo la sacan a pasear si es contra el otro. Es gracioso escuchar a algunos hablar de regeneración de la democracia y demás, especialmente cuando se hace desde algunas tribunas —en medios que son parte del problema—, porque no hay sitio desde el que partir. Hasta que la población, independientemente del lugar ideológico en el que crea estar, no tome conciencia de todo ello, no hay nada que hacer. Y el primer paso es sencillo, votar o no votar.