Los intereses de la clase dominante suelen verse plasmados en los medios de comunicación que controlan, con cuenta gotas (¿se han fijado que ayer los principales medios hablaban de los antibióticos? Lo que nos hace pensar en una acción de la fracción farmacéutica) o, en ocasiones, de formar cruda y directa. Ana Botín, sin querer forzar, pidió nada más terminar el recuento electoral que lo ideal para los intereses de la fracción financiera sería un acuerdo PSOE-Ciudadanos. Al fin y al cabo, han estado alimentando a la formación naranja para ello. Dotar de estabilidad al sistema, impedir que sus intereses se vean menoscabados (que nadie dude de robos como el del Popular) y tener en el Gobierno a personas que no ponen en duda ninguna de las partes fundamentales del sistema. Esa coalición dinamitada por las ínfulas de Albert Rivera ya no es posible y bien que lo pagará el cuñado naranja, pero ¿por qué nadie ha planteado una Gran Coalición PSOE-PP?
Si se hace memoria, cuando M. Rajoy tenía los mismos diputados que tiene en la actualidad Pedro Sánchez se le pidió al segundo, después de unos “resultados históricos”, que se juntase con el popular y así procurar a tener una estabilidad sistémica y poder encauzar los distintos problemas que existían en España (Cataluña, crisis de legitimidad, etcétera). Sánchez se negó a la primera y tras las segundas elecciones. Su “No es No” hizo furor y tampoco quiso una abstención si no le garantizaban su puesto de secretario general (estaba Susana Díaz esperando que se abstuviese para cazarle). Como no se produjo la garantía mínima que exigía el madrileño (que intentó forzar pidiendo la celebración de un Congreso exprés del PSOE), la posibilidad de Gran Coalición se enterró. Pero bien que dieron la murga desde todos los medios de comunicación a derecha e izquierda con el tema. Destacados dirigentes de la historia del PSOE salían a pedir esa coalición, así como algunos próceres de la transición. No fue posible. Pero hoy ¿por qué callan?
Salvo Felipe González que lo ha insinuado, desde el establishment no se ha pronunciado nadie en favor de esta alianza que, si se piensa de manera racional, sería mucho mejor que lo que se está negociando o ir a nuevas elecciones. En términos económicos, y siendo la única parte de la eurozona con un crecimiento mejor que el resto, tener una estabilidad de cuatro años con un gobierno sólido prevendría de problemas de calentamiento comercial que ya se están notando en otros países. En términos políticos, y sin elecciones a la vista, dotaría a la cultura política del país de una nueva forma de entender la política de pactos y acuerdos, que el consenso de la sacro santa transición sea recuperado es bueno para la nuevas generaciones de adanistas y niños malcriados que pululan por todos los partidos. Una nueva forma de ver la política donde el contrario no es un enemigo sino un adversario que puede tener opiniones divergentes pero con el cual se puede llegar a acuerdos de mínimos en favor de la sociedad.
Veamos que, además de la positividad a nivel macro, no hay tantas diferencias. Sánchez ha negociado con Merkel y Macron (PP y Ciudadanos para entendernos) diferentes puestos en la Comisión Europea. Los socialdemócratas han negociado con los populares los principales puestos en el Parlamento y en distintas comisiones. Estando habituado a pactar con los populares y en pro del bien común ¿por qué no un acuerdo PSOE-PP? También hay que destacar que el propio Pablo Casado se ha ofrecido a Sánchez para sacar adelante unos presupuestos generales del Estado que permitan a España caminar por la senda de la estabilidad, total viene gobernando con los de Montoro. Unos presupuestos que recojan los recortes que se vienen demandando desde Bruselas y que ascienden a 12.000 millones de euros. Algo que Sánchez ha prometido hacer a Merkel en sus reuniones diversas. Respecto a la privatización de Bankia están de acuerdo ambos partidos, así como en otras cuestiones macroeconómicas como el Pacto de Toledo (con su mochila austriaca), el nuevo Estatuto de los Trabajadores, liberación de mercado o las inversiones en infraestructuras.
En el tema catalán, como ha reconocido Sánchez al criticar a Podemos, las opiniones entre la cúpula del PSOE y PP son parecidas. Ambos aplicarían el artículo 155 sin dudar y el pensamiento real del PP, sin llegar a ser federalista, sí es posibilista para acabar con la “pantomima independentista”. Ahí tiene un aliado seguro Sánchez y nada mejor que tenerlo en el propio Consejo de Ministros. Consejo en el que, seguramente, Casado no querría estar y no tendría inconveniente en que hubiese perfiles más técnicos del PP. Incluso volver a posicionar a García Margallo como ministro de Exteriores ahora que Borrell abandona la política española. Perfiles de los que gustan a Sánchez hay disponibles en el PP. Casado podría hacer críticas desde su púlpito del Congreso. Con un acuerdo de mínimos fundamentales en los que ambos estén de acuerdo, seguramente no habría ninguna queja en el PP.
Un coalición de este tipo, ya que gusta tanto en el PSOE recordar lo que sucede en otros países, es lo que acontece desde hace un tiempo en Alemania. Tienen un ejemplo de buen funcionamiento entre un partido conservador y otro socialdemócrata. La prensa española lo alabaría sin lugar a dudas y les defendería de las tropelías que dijesen desde Ciudadanos o Podemos. Es más, incluso acabarían con Ciudadanos si hiciese falta. González, Aznar y demás prebostes políticos alabarían en los foros internacionales la vía elegida por los dos “jóvenes prometedores de la política española”. En la Troika darían palmas hasta con las orejas. Incluso podrían conseguir que Nadia Calviño acabe como jefa del Fondo Monetario Internacional, algo que está cogiendo mucha fuerza en las últimas semanas. Cuatro años de Gran Coalición, con la clase dominante apoyándolo y los demás sin canales mediáticos en contra supondría, al final, el deseo verdadero de PSOE y PP, volver a los tiempos de bipartidismo imperfecto y acabar con sus distintos oponentes que ya han demostrado no tener sentido de Estado.
Todo es perfecto y perfectible en esta Gran Coalición que todavía no ha pedido la clase dominante porque esperan que haya elecciones para que Podemos quede reducido a la mínima, incluso con el errejonismo ocupando su lugar; que Rivera se dé tal batacazo que sólo le quede apoyar al PSOE o al PP y entienda que su función es de bisagra; o que se creen las condiciones necesarias para que haya un clamor que solicite la Gran Coalición. Esta vez no se han movido porque saben que tienen todos los ases en la mano y están esperando que nadie les salga con una escalera de color. Por tanto nada mejor que elecciones de nuevo para que en ese nuevo reparto de las cartas tengan, de nuevo, la mano buena de la partida. Hoy tienen la duda de si el adversario guarda la sorpresa, y como clase dominante que son les gusta jugar con las cartas marcadas y ganar siempre. Por eso no han pedido la Gran Coalición que, como han podido leer (en cierto sentido irónicamente escrito), tiene argumentos a favor y muchos más apoyos de los que se piensa.