Echacuervos, zonzos, toletes, dundecos, somormujos, modregotes, badulaques, cansalmas, gazmoños, zurcefrenillos, nescientes, ignaros, iletrados y unos cuantos calificativos más se quedan cortos para denominar a la clase política española. Especialmente a quienes gobiernan, da igual en el gobierno central que en los autonómicos. Lo de ayer en la rueda de prensa posterior al Consejo de Mininistros es dantesco, sin que Dante en realidad tenga mucho que ver en ello. Ya están los españoles acostumbrados a que digan una cosa y la contraria pero que se nieguen cara a cara y, posteriormente, en el hemiciclo es de traca.

Se supone que los que conforman el Consejo de Ministros debaten, con el acaloramiento que quieran, todo lo que va a ser implementado posteriormente mediante leyes, decretos o reglamentos. Las deliberaciones son secretas pero se supone que hay deliberaciones. ¿Cómo puede salir la sonrisas de Yolanda Díaz a decir que el IRPF no se aplicará a la subida del SMI sin haberlo deliberado? Más allá de que no sepa hablar, ni expresarse más que con frases típicas de taza de desayuno, una ministra debe saber que si no ha deliberado y acordado nada con los demás ministros, por mucho que piense estar en los mundos de Yupi, eso no se puede aplicar.

Lo peor es que Pilar Alegría, otra mininistra que bastante tiene con saber llevar la cartera, no sabe responderla con el mínimo argumento que se supone a una persona con un mínimo de conocimientos y cultura. «No es así» como todo argumento. No es necesario explayarse como el Conde de Romanones pero un algo es como poco recomendable. Tampoco es que María Jesús Montero, la mininistra de Hacienda, haya hecho un discurso de esos que marcan época, pero cuando menos parecía saber de qué hablaba frente a la demagogia —ella ha dicho populismo, pero es mejor demagogia y si le añaden el calificativo “barata” mejor— de la mininistra Díaz. Después han sacado a los bots de redes sociales para explicar lo inexpicable, que anden a leches fuera del Consejo de Mininistros y no sean capaces de explicar algo, lo que sea, con un mínimo y cierta cultura.

No piensen que los demás partidos y sus dirigentes no merecen los primeros calificativos. Ahí tienen a Alberto Núñez Feijoo que no tiene ni idea de lo que habla en la mayoría de las ocasiones —¿y este ser sacó unas oposiciones?—, de hecho no tiene ni idea más allá del politiqués. Y qué decir de barones del tipo Carlos Mazón, Juan Manuel Moreno Bonilla o el chaval ese de Murcia. Uno tirándole ficha a una chavala mientras los valencianos morían; otro poniendo sonrisas mientras hunde la sanidad (con intención) y tiene Nerva como estercolero de Europa; y el de Murcia haciendo el egipcio. O la de Madrid que sin instrucciones es incapaz de terminar una frase.

¿Los de Vox? Cuando sepan si son carne o pescado igual se ponen a decir algo interesante. Entre medias demuestran su desconocimiento de la historia, de la teoría política o de lo más básico del cristianismo, pero haciendo como sí supiesen de qué hablan. Como hacen todos, que pretenden pasar por lo que no son, unos buscavidas de lo público. Si el que está a la cabeza de todo no supo hacer por él mismo su doctorado, normal que de ahí para abajo sean casi peores. Si es que hasta Napoleonchu, el mininistro de Exteriores, es algo que nunca se ha visto, por desgracia.

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