Nunca pudo imaginar hace tan sólo cinco años, cuando junto a su ¿amigo? Pablo Iglesias iba marcando el paso mediático y vendía una fórmula, cuyo éxito garantizaba él, que hoy estaría en el ocaso intelectual y político más absoluto. Íñigo Errejón es un caso más de personaje político mediático que de tanto creer en la idea propia la acaba absolutizando, deja de ver las contradicciones y acaba en el estercolero de la Historia. Todo debía ser conseguir la hegemonía mediante un planteamiento populista importado de luchas nacionalistas y para ello nada mejor que rodearse de gramscianos, traidores de muchas causas e intelectuales con exceso de teorización (ni Althusser llegó a tanto nivel de abstracción teorizando). Intentó el sueño peronista con un grupo de bohemios burgueses, en su mayoría, que apelaba al pueblo pero tan distanciados del pueblo que éste ni les hizo caso. No tuvieron la picardía de los populistas, especialmente del siglo XIX, de disfrazarse al menos de populacho, muy al contrario decidieron hablar raro, con conceptos que sólo ellos y ellas entendían y sin esconder que estaban en esto por el cargo.

El ocaso y casi desaparición es patente en todas sus intervenciones públicas y televisadas (aún le dan cancha desde la derecha en espera de no se sabe bien qué milagro acabe con Iglesias y Podemos), carente de pujanza y de discurso, Errejón está en declive, parece que hasta personal. La gente de su, por llamarlo de alguna forma, partido-movimiento está harta de su protagonismo caduco y de su autoentronización como “líder supremo” que ni consulta, ni debate, ni sabe bien qué hacer. Parece que, además, personalmente se encuentra en una fase de dudas existenciales que le tienen al borde  de la postración en el diván de un psicoanalista político y filosófico. Dudas que para cualquier lego en las materias de la izquierda no lo son, pero que Errejón y su equipo de luminarias nunca vieron, ni supieron salir del enquistamiento teórico en el que se han manejado. Entre los aparattachicks que están a lo que están (por su tercera o cuarta traición partidista) y los sesudos analistas de la hegemonía (aún siguen sin comprender a Gramsci o a los populistas rusos) y todo entregado a lo más transversal, en el discurso al menos, que existe en la política actual como es lo ecológico, pero poco movilizador (lo de Greta es un engañabobos del ecocapitalismo posmoderno), no le queda nada más que sus conversaciones con Chantal Mouffe.

Antes de ayer se reunió con el PSOE, junto a Compromís que así parecían más, y les exigió una serie de cuestiones que, paradójicamente, están ya en el programa del partido del Gobierno y que se pretenden implantar en la legislatura próxima. Sí, como lo han leído ¡Errejón exigió al PSOE que cumpliese el programa del PSOE! Es tal la nebulosa programática de Más País que, tras haber copiado a Podemos y PSOE, piden a los que han plagiado que cumplan con el plagio que han hecho ellas y ellos. Menos en los temas del género evanescente para dañar al feminismo (el PSOE le hubiese mandado fuera), los vientres de alquiler y todas esas cosas postmodernas que sólo interesan a la bohemia burguesa, el resto es lo mismo que han programado los partidos que conformarán el Gobierno de Coalición. Y como en el tema de lo español Vox ya les ha tapado los huecos con su discurso fascistilla, Errejón no tiene hueco en la política española y el problema para él es que lo sabe.

Puede dedicar estos cuatro años (hay que ser optimistas con la duración del Gobierno) a leer autores verdaderamente interesantes, de esos que no ha leído aunque los cita porque se sabe alguna frase tomada de Google, formarse en algo que no sea populismo y bohemia burguesa o escribir alguna memoria tipo “Historia de un fracaso”. Poco más le queda por hacer en política ya tras fracasar todos sus intentos populistas. Incluso el gran populista español, Alejandro Lerroux, consiguió más. Intelectualmente se podrá ganar la vida dando charlas a todos esos populistas que campan por España y Latinoamérica y que aún no se han percatado de que lo de la hegemonía y la cadena de equivalencias no es más que una engañifa que provoca que jetas, malandrines y aprovechados se hagan con el poder para seguir haciendo lo que hacían los demás (en el caso latinoamericano esquilmar las arcas públicas). Seguir con la reproducción del sistema imponiendo la reacción social que venden como muy progresista y no es más que un totalitarismo moral. El cual, por otra parte le es muy cómodo a la clase dominante, de la que se mueren por pertenecer todos estos pequeño burgueses. Errejón es ya el pasado, la velocidad política lo ha devorado. Y lo peor es que nadie llorará su ausencia.

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