Ahora que ya estamos en los albores del año 2023, nada mejor que desear que la pasada noche se le hayan atragantado las uvas a cada miembro de la clase política española. Con los mejores deseos de haberlo pasado mal un rato. Incluso con un poco de asfixia acompañada de pavor. No es maldad ese deseo sino justicia (divina o no). Porque en ningún momento del año anterior se han preocupado realmente de los españoles. Junto a la clase política habría que añadir a algunos miembros del llamado cuarto poder, aunque estos no necesitan atragantarse, ya están así casi todo el año.
El bien común ha desaparecido de las mentes de los dirigentes políticos. Legislan a golpe de ocurrencia o de petición de la clase dominante. Porque, aunque en antiguos estudios politológicos se consideraba a la clase política en ese grupo, la realidad es que no son más que los palanganeros de quienes tienen el poder real. Llevan años gobernando para ese 20% de la sociedad que tiene capacidad de modificar las tendencias sociales. Dentro de ese porcentaje está el 8% de los poderosos que controlan la economía, ergo a los dirigentes políticos y al cuarto poder. El 12% restante son los que tienen intereses comunes con aquellos o son sus lacayos en los medios.
El bien común no existe pero tampoco existe el diálogo, el debate o la deliberación que es propio de los regímenes democráticos. Sin debate no hay democracia. Y hoy en día las Cortes Generales son un lugar donde se vomitan frases u ocurrencias (muchas de ellas fabricadas en algún gabinete de comunicación o ¿incomunicación?). Diputadas y diputados, senadoras y senadores no son más que marionetas de sus respectivos jefes. Agarrados a un sueldo que en su vida habrían logrado trabajando (ya no duro, sino trabajando sin más), tragan con lo que les manden. No vaya a ser que les toque volver a la vida civil. Y con unos parlamentos silenciados ¿qué queda? Los intereses de unos y otros para seguir en el poder político o acercarse al mismo.
Y en todo esto no se salva ni uno. No vengan a decir que este o aquel dicen o hacen cosas para favorecer al pueblo. Cuando parece que hacen eso, en realidad están ayudando a alguien de la clase dominante o dando una migaja a cambio de entontecer la mente y que no se les ocurra levantarse contra los poderosos. Fíjense que la mayoría de las leyes que nos dicen son un aumento de la libertad, en realidad son una transferencia de fondos a los bolsillos de alguien: una empresa, un fondo de inversión o una supuesta ONG de amigos a los que llenar el bolsillo. De vez en cuando cae una propina a alguien que sí trabaja por el bien común. Total, hay que despistar.
La corrupción moral es tan grande que, desear que se atraganten con unas simples uvas, es poco castigo para lo que están haciendo con las vidas de los españoles. Lo peor es que en año electoral, como este 2023, venderán todas las motos y vaciarán las arcas públicas para convencer a sus grupos y se tragará con ello. Porque en la prensa se vive muy bien mamando de la teta de las subvenciones, se callan las miserias de unos o de otros y el pensamiento crítico ni asoma. Da igual que usted sea católico que ateo. Socialista que tradicionalista. Idiota o listo. En todos los casos no piensan en usted salvo como mero portador de un voto cada cuatro años. Y en consonancia con ello le tratan.