Pablo Casado ha comentado en Manacor que la política de diálogo del gobierno de Pedro Sánchez es una muestra más de la humillación a la que se somete a España con respecto al conflicto catalán. Para el presidente del PP ayer se produjo una humillación porque se trató al jefe del Ejecutivo como si fuera un presidente de un gobierno extranjero. Sin embargo, olvida Casado la historia reciente de España. Ya sabemos que tampoco conoce la historia más antigua, pero olvidar que él era vicesecretario de un partido político que inició la Operación Diálogo en Cataluña cuando Puigdemont era president es sufrir amnesia selectiva.
En efecto, la Operación diálogo fue lanzada por Mariano Rajoy en diciembre de 2016 para intentar establecer un marco de actuación entre un Govern levantisco y un Ejecutivo que acababa de llegar al Gobierno de España. El presidente necesitaba cierta legitimidad de acción que provocó que Soraya Sáenz de Santamaría fuese la mandatada por Rajoy para dialogar con la Generalitat y así encauzar el conflicto catalán. Para eso, la ex vicepresidenta montó un despacho propio en la Delegación del Gobierno en Cataluña con la finalidad de tener un lugar desde donde trabajar en la Operación. Por tanto, el gobierno de Rajoy, mal que le pese o no quiera recordar Casado, instaló una especie «embajada en Cataluña» del Gobierno de España porque Soraya Sáenz de Santamaría actuaba como una embajadora plenipotenciaria del Gobierno para dialogar de tú a tú con la Govern de Puigdemont.
En aquellos momentos Casado decía que era una acción del gobierno, el cual tenía un gran sentido de Estado. Hoy, que se genere un camino de diálogo es humillación y otorgar concesiones a las secesionistas.
Este cambio tiene su raíz en el hecho de que Casado está en una clara disputa con el neofascismo de Vox y ha virado a su partido, no tanto por cuestiones electorales como personales, hacia la posición de la extrema derecha más rancia e inculta de la Historia de España. Cada vez que afirma que el gobierno se ha humillado, o aún peor, que el centro de operaciones del independentismo se ha mudado a La Moncloa, está lanzando, no una deslegitimación a Sánchez, sino una soflama de odio para provocar la alteración del orden público. Da la sensación de que en el PP de Casado sólo entienden la política desde el odio y el exterminio del antagonista. Van más allá del antagonismo de Carl Schmitt y se sitúan en el agonismo homérico de destrucción completa del enemigo. Cuando habla de Cataluña, Pablo Casado se debe creer Menelao a punto de no dejar piedra sobre piedra en Troya. ¿Quiere entregar España a una Ilíada de insospechadas consecuencias?
El problema es que la Odisea se sufre por parte de los demás españoles que desean concordia y entendimiento. De las personas que entienden la política en términos agonísticos, sí, pero resueltos por medio de la deliberación y la razón, valores Ilustrados y liberales que, en el partido que se dice liberal (y conservador), no han olvidado porque jamás los han tenido. Casado sólo quiere sangre y un nuevo enemigo palpable para desarrollar la política en favor de la clase dominante. Una vez muerta ETA, nada mejor que el problema catalán como mecanismo espectacular que tape la realidad. Son el PP de la posverdad hecha política. Donde antes había sentido de Estado hoy hay humillación.
Sáenz de Santamaría fracasó en la Operación Diálogo y es algo que el PP intenta tapar. No lo mencionan porque no quieren que se les recuerde que el conflicto catalán está en el debe de un Partido Popular que tiene una visión de lo que es una nación tan nacionalista y exclusivista como los secesionistas. En el PP no pueden entender que existe una patria común donde coexistan varias naciones. Así lo dijo un gran liberal francés, «la nación es un plebiscito de todos los días» (Renan). Es una construcción social que debe ser nutrida día a día con las aportaciones de todos. Sin embargo, en el PP sólo entienden la España de Ledesma o Vázquez de Mella.
Olvida Casado que Rajoy y su vicepresidenta le dijeron a Puigdemont que de las 46 peticiones que hacía para Cataluña, le concedían 45 menos el referéndum. Mayor humillación que esa no es acudir a dialogar. Pero todo le da igual al actual presidente del PP que ya se ha echado al monte. No tener inteligencia puede ser un defecto, pero tener una memoria selectiva y no acordarse de la “embajada de España en Barcelona” de Sáenz de Santamaría, de su propio partido, es intentar engañar a los españoles. Podrá decir lo que quiera en Manacor pero los hechos son tozudos y le aparecerán a sus ojos como ese espectro del muerto que tienes en el armario.