Pablo Casado fue el candidato a la presidencia del Partido Popular que presentó un mayor número de avales, superando en más de mil a María Dolores de Cospedal, por ejemplo. No sabemos qué diferencia pudo haber con Soraya Sáenz de Santamaría, pero lo que está claro es que, conociendo a la ex vicepresidenta, el hecho de no hacerlos públicos da a entender que su orgullo le impidió reconocer una primera derrota aún sin haberse iniciado la contienda.
Por cierto, es bastante curioso que cada vez que Casado anuncia algún movimiento personal dentro del partido, aparecen filtraciones en la prensa de posibles irregularidades en su vida privada. Como él mismo ha reconocido, todas las informaciones publicadas respecto a su currículum académico han sido publicadas en momentos en que ha anunciado su intención de presentarse como candidato al Ayuntamiento de Madrid o a la Comunidad de Madrid en las elecciones municipales y autonómicas de 2.019. Cuando parecía que el ruido mediático se había calmado respecto a este asunto, Casado dijo que iba a presentar candidatura a la presidencia del PP y, automáticamente, nuevas informaciones sobre su currículum surgieron. ¿Casualidad? Más bien no, sino todo lo contrario, puesto que las casualidades en política no existen y todo está pensado de antemano.
Pablo Casado es quien verdaderamente podrá, en primer lugar, evitar que el Partido Popular se rompa en diferentes familias como ocurrió en su momento con la UCD de Adolfo Suárez quien, tras retirarse de la política, desapareció del mapa político español. La razón principal es que en el palentino se unen lo nuevo y lo viejo, es decir, un entendimiento de la ideología conservadora basada en los nuevos modos de hacer política, pero sin renunciar a los valores de un partido conservador tradicional. Si ocurriera lo contrario, estaríamos en una España sin una referencia del conservadurismo que, inevitablemente, llevaría los votos hacia el ultranacionalismo de Albert Rivera o hacia la extrema derecha de VOX.
Casado se ha convertido en alguien incómodo para las candidatas tradicionales, sobre todo para Soraya Sáenz de Santamaría. De ahí que desde los medios de comunicación que controla la ex vicepresidenta, ya se esté hablando de una unificación de las dos candidaturas para luchar contra Cospedal, como si la manchega fuese el peligro —que algo tiene, hay que reconocer. En este sentido, varios dirigentes del PP han hecho público su malestar por las fuertes presiones que están recibiendo para apoyar a una candidata en concreto. ¿Presiones de quién? ¿Internas, del IBEX 35, de los miembros de esa candidatura?
En estos primeros días de un proceso inédito dentro del Partido Popular el mensaje de conciliación de Casado choca con el del resto de candidatos, sobre todo con las contundentes palabras de Sáenz de Santamaría que se presenta ante las bases del PP con un tono de voz autoritario, el propio de quien se cree que tiene la verdad absoluta de su parte. Y no es así.
En la política actual si no se parte desde un punto de consenso no se puede aspirar a alcanzar el poder porque ya no existe un bipartidismo del tipo Cánovas-Sagasta en el que hay dos grandes partidos que se van turnando en el poder como ha ocurrido en España con la alternancia PSOE-PP. Ahora nos hallamos en el momento de la empatía hacia el oponente y no del frentismo o de los odios exacerbados. Ahora nos encontramos en un escenario en el que la unión de los conceptos de libertad, ética y consenso son los que mejor representa a la España plural. Por eso, cuando Pablo Casado niega que si gana realizará purga alguna en la Ejecutiva del PP, nos hallamos ante una persona que ha entendido realmente lo que piden, no sólo los militantes del partido, sino el resto de los españoles. Purgar al oponente ya no se lleva y en el Juego de Tronos en que se está convirtiendo el PP hay quien piensa que ocupar el sillón vacante de Rajoy es una vía libre para rodearse sólo de los fieles defenestrando a los que se hallaban en otras candidaturas. Hacer eso no funciona, y el ejemplo más cercano lo tenemos en el PSOE porque las heridas abiertas no cauterizan más que si sobre ellas se echa el ungüento de la empatía, de la ética y del respeto con quien no se comparte pensamiento.
Por otro lado, Casado se ha convertido en la gran amenaza para todos aquellos que representan a un conservadurismo pasado que se basa en comportamientos autoritarios porque entiende a los jóvenes del partido y tiene un mejor entendimiento de las nuevas necesidades de esta nueva sociedad que nada tiene que ver con la de los años 70. Siendo osados, podríamos decir que es el antídoto a Albert Rivera o quien puede atraer a la perfección a quienes abandonaron el nicho conservador de votantes populares para irse con los naranjas atraídos por la demagogia o el mensaje fácil y vacío y que ahora se sienten huérfanos ante la gran decepción que supone seguir a un líder como Rivera que es un fraude político.
Hagan un ejercicio de imaginación. ¿Se imaginan a Sáenz de Santamaría negociando con Pedro Sánchez o Pablo Iglesias? No, ¿verdad? ¿Se imaginan a Pablo Casado? Sí. Podrá tener discrepancias, pero las diferencias no se convierten en muros ni en causas de imposición. La democracia española necesita reformas muy profundas que deben construirse desde el consenso, la negociación, el entendimiento y la comprensión del que tiene pensamientos e ideologías diferentes. Con Sáenz de Santamaría sería imposible siquiera comenzar a negociar. Casado ofrece un perfil que podría ser el adecuado para iniciar el proceso constituyente que España necesita.
Si el Partido Popular pretende volver a gobernar en estos nuevos tiempos políticos que marca la Segunda Transición sin ser la muleta de Ciudadanos la opción está clara porque cualquier otra es mirar hacia atrás o muy atrás en el tiempo. Pensar en esquemas del pasado es siempre una mala solución política porque el pueblo siempre está mirando hacia adelante.