No sería la primera vez en la historia del PSOE aunque, visto que el PSOE ha desaparecido como institución histórica en las manos del sanchismo, la escisión es casi la única salida digna que le queda a Emiliano García-Page. Hasta el momento el presidente castellano-manchego se ha venido quejando de todas las trapacerías que venía cometiendo Pedro Sánchez para mantenerse ÉL en el poder. Si hay que mentir, se miente. Si hay que bajarse los pantalones antes los etarras, se los baja. Si hay que entregarse al secesionismo catalán, lo hace. Y si hay que dejar escapar a un prófugo de la Justicia, lo deja.

Por mucho que Salvador Illa sea presidente de Cataluña, la situación de desigualdad y de persecución de los españoles, la política lingüística excluyente, la falsificación de la Historia y los deseos secesionistas persisten. Decía Illa, al tomar posesión, que aspiraba a un gobierno de mezcla entre la socialdemocracia y el humanismo cristiano y, sin dudar de su fe, no era más que un engaño. El PSC ha sido siempre nacionalista catalán, con claras tendencias secesionistas —muchas de ellas alentadas por José Luis Rodríguez Zapatero, quien odia la España constitucional—, por eso jamás quisieron integrarse en el PSOE cuando se produjo la fusión de diversos partidos catalanistas y socialistas (o parecido). Siempre ha querido ser independiente pero mandar en Madrid.

Felipe González y Alfonso Guerra les tenían calados, como los tenía Alfredo Pérez Rubalcaba, por eso apoyaron otras constituciones de partidos “nacionalistas” como el PSE (tras la fusión con Euskadiko Ezkerra), el PSOE de Andalucía (que debía servir de contrapeso), el PSdeG o el PSPV. Al menos la nomenclatura se permitió aunque algunos siguiesen siendo federaciones hasta que Zapatero comenzó a independizar cada territorio del PSOE, así desaparecían las federaciones para dar paso a los partidos regionales, salvo Asturias. De un partido unido y federal a la confederación de partidos, pero controlados desde Madrid todo lo posible, algo que se consiguió con un CIF único, pese a estar registrados como partidos, y la centralización de las cuotas de afiliados. Con el dinero, vamos. Zapatero no solo destruyó la base ideológica socialdemócrata para pasarse al liberalismo estadounidense con toques del postestructuralismo francés, sino que puso las bases para la destrucción del partido.

Tras ese tsunami que fue el leonés (más tonto de la historia), Rubalcaba le bajó los humos al PSC y estos aguardaron para vengarse. Algo que pudieron hacer, con Miquel Iceta al mando, con la segunda venida de Pedro Sánchez. A cambio de dejarle hacer y deshacer en el resto del partido, el PSC se lanzó a su vorágine “nacionalista”, la cual no pudo consumarse en una primera vez por la existencia de Ciudadanos y el auge secesionista. En cuanto la clase dominante dio cuenta de Cs y el tiempo arrumbó a buena parte del secesionismo, llegó el momento PSC de hacer independentismo sin proclamarlo… de momento.

Es en este tiempo y en ese juego de Sánchez para controlar el partido y España donde García-Page sigue siendo un grano en las posaderas. No puede hacer las listas, aunque haya colado a algún fiel, pero sí tiene una mayoría absoluta en su región que le permite señalar todo lo que se desvía Sánchez de los postulados socialdemócratas. Salvo el contencioso constitucional que ha presentado, poco más puede hacer salvo escindir al PSCM del PSOE. Una medida que tendría un impacto menor en Castilla-La Mancha y pero sí en el sanchismo inilustrado.

La escisión se puede completar de forma sencilla: convocar un Congreso Extraordinario regional y obtener un CIF para el PSCM. El Congreso probablemente se ganaría. Salvo los cinco sanchistas que hay dentro, el resto de la militancia apoyaría esa medida de forma muy mayoritaria. Muchos alcaldes y concejales saben que sin Page se van al paro y con Sánchez también. Muchos diputados y senadores saben que permaneciendo con Sánchez tienen asegurado no repetir en las siguientes elecciones por voto popular, y después de tantos sin pegar un palo al agua no se arriesgarían.

Con la escisión el PSCM tendría, como poco, siete de los diez diputados actuales y la mayoría de senadores. Un número suficiente para conformar grupos propios y no depender los salarios de los gustos del señor de la Moncloa. Serían 6 o 7 votos que deberían ser negociados en cada votación porque sin ellos no obtendrían mayoría. Page pasaría de ser un tocapelotas a tener un as en la manga, además de garantizarse la renovación de su mayoría absoluta. Estos actos de valentía y honor son muy valorados por las personas normales. Eso sí, tendría en contra a toda la prensa sanchista y a la pepera (sí, el PP no quiere que Page deje de ser el Pepito Grillo) de fuera de la región.

No hay otro camino que la escisión. Y si en el futuro hubiese un cambio no solo de personas, igual podría considerarse algún tipo de acuerdo como el del PSC. Mientras tanto el sanchismo perdería los diputados manchegos ahora y en futuras elecciones, porque por mucho que les quieran contar, si sobrevive el PSOE en Castilla-La Mancha no es por Sánchez precisamente.

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