Parece que la prensa en este país llamado España no haya comprendido qué y cómo es Pedro Sánchez. Todos los días no hay columnista de derechas que no solicite la dimisión del presidente del Gobierno, como si eso le importase, o político que le pida adelantar elecciones por algún tipo de corruptela que afecte a su esposa, léase Alberto Núñez Feijoo. Si algo ha demostrado el progresista universal es que le da igual todo con tal de conservar su puesto. Jamás ha dimitido de cargo alguno, le han tenido que echar con agua hirviendo y ahora no va a cambiar, mucho más cuando ese poder que ostenta le permite defenderse él y defender a su esposa.

¿Jamás? Según cuenta la leyenda auto-proclamada Sánchez dimitió cuando le presionaron para que se abstuviese y así dar paso a un gobierno del PP con M. Rajoy al mando. Mentira. Le echaron a patadas. Y es algo que nadie va a contar a quien esto escribe porque lo vivió en primera persona, allí mismo donde se produjo la patada en el culo. Tras sacar los peores resultados en toda la historia del PSOE en democracia por dos ocasiones, ya se le planteó que igual era mejor dar un paso al lado y dejar a otra persona, más tras el ridículo de pactar con Ciudadanos cuando los números no daban. Tampoco dimitió cuando hundió al PSdeG y al PSE hasta la tercer fuerza política en sus respectivas regiones —de donde no han vuelto a resurgir y donde solo tienen la intención de ser meros comparsas de otros partidos, secesionistas todos ellos—.

Fue después de todo eso cuando los dirigentes regionales del PSOE decidieron solicitarle que se abstuviese en vez de estar de elección en elección, pues podría agravar la situación del PSOE en un momento donde medios como La Sexta estaban volcados con Podemos. Abstenerse y recomponer el partido era la intención. A esto se negó Sánchez y tuvieron que utilizar los mecanismos que proporcionaban los estatutos, dimitir en masa y que la presidencia del Comité Federal asumiera el poder como gestora. Se pasó los estatutos por los pelendengues y aguantó hasta el comité federal convocado para ese mismo fin de semana. Allí intentó hacer todas las trampas que pudo, incluso llegando a esconder una urna tras las cortinas para que se votase lo que él decidiese. No le hicieron ni caso porque estaba cesado de facto, así que lanzó la idea de la dimisión y salió con el rabo entre las piernas.

Luego fue vendiendo que hasta Telefónica le persiguió llorando por las esquinas, pero lo que jamás cuenta es que hasta que no le confirmaron que tenía los votos suficientes para vencer en las primarias que se producirían para elegir la secretaría general, no dio el paso de presentarse. Es más, fueron dos o tres los nombres que se barajaron y que pusieron en alerta a Sánchez de poder quedarse fuera. Eso sí, su gente en distintas regiones (Ábalos, Koldo, Cerdán, Arranz…) no permitió esa alternativa, alentando a los hoy sugus y vendiendo que la democracia llegaría con ellos en el poder: la devolución del poder a la militancia decían. En cuanto se hizo con el poder se cargó a algunas de esas posibles alternativas, aunque no pudo hacer lo mismo con los dirigentes regionales, a los que, eso sí, intentó fusilar desde los medios de comunicación afines. De la democracia interna no se supo más, al contrario, ha cegado cualquier atisbo de ella (ni presentar listas alternativas de delegados se permite).

Todo lo que ha hecho como presidente del Gobierno es más conocido o se le ha prestado más atención. Como dijo Arturo Pérez Reverte, ha ido cargándose a todos los que le molestaban, de su partido y de fuera, utilizando todos los medios a su disposición. Piensan entonces que alguien así, que carece de un mínimo sentido ético, cuando no se inventa su propia vida y milagros, ¿va a dimitir? Si con lo que ha salido de su esposa, que es algo que le implica directamente, no lo ha hecho sino que se ha tomado cinco días de vacaciones y, además, está perjudicando a España a nivel internacional ¿qué podría salir que le haga dar ese paso?

Ketty Garat, que también compartió trinchera en los tiempos turbios del sanchismo con quien este escribe, proclamó ayer mismo en un programa de streaming que ella sabe cuatro cosas, pocas, pero que con sola la primera que vaya a salir, con pruebas además, debería dimitir. ¿Qué hay más grave que lo que ya ha salido? ¿Que se beneficia a esta o aquella ministra? ¿A la reina? ¿Que ha matado a un ciervo con el Falcon? ¿Que sigue con el negocio de su suegro? Salvo que haya robado millones a espuertas como el rey emérito, y aún así, nada hará que Sánchez dimita.

En los mentideros políticos llevan un tiempo lanzando posibles salidas. Unos afirman que convocaría elecciones de no conseguir aprobar los presupuestos y, además, no se presentaría él mismo sino alguien designado por su dedo. Ahora con la ayuda de Carles Puigdemont y su moción de confianza igual hasta consigue salvar esa parte presupuestaria. Ahora están las posibles consecuencias de nuevas pruebas contra él ¿o contra alguien cercano a él? Algo que se viene repitiendo cuando se anuncian nuevas informaciones. Siempre con el “si no dimite con esto”, pero la realidad es que no piensa dimitir, ni entregar el poder así como así. ¿No han visto lo que ha hecho en el PSOE-M? No es un acto de desesperación sino de alguien que se siente cómodo en el poder y lo utiliza sin rubor alguno, con total desnudez de carencias democráticas. Tras tanto tiempo, parece mentira que no le conozcan.

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