Arrasar y no como el caballo de Atila que ya nos olemos a los lectores de derechas, que algunos tenemos, pensando en ello. Lleno tras lleno, el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, está recorriendo España en busca de revalidar la confianza de la ciudadanía y poder seguir siendo presidente. Expresamos hace unas fechas que bien podía estar en Moncloa corriendo, jugando con sus hijas o haciendo crucigramas porque el trifachito se estaba desangrando y peleando entre ellos. Se lo estaban poniendo en bandeja con sólo abrir la boca y hablar. Necedad tras necedad le hacían la campaña al socialdemócrata.
Las encuestas y las tendencias dan como claro ganador al PSOE en las próximas elecciones, aunque no hay que fiarse y podría haber algún vuelco de última hora si lo hacen en la sede de Ferraz. Es por ello que Sánchez se recorre España azuzando las mentes de los indecisos, presentando su programa, intentando poner en valor lo poco hecho en los meses que ha estado, pero, eso sí, mostrando que la moderación que busca el electorado se encuentra en la figura del actual presidente. Las estridencias, las ignorancias o la patulea están en la derecha, da igual que sea cobarde, valiente o reaccionaria y neofascista. El secretario general del PSOE a lo suyo va marcando la diferencia respecto a los demás candidatos.
Ayer mismo en Toledo, por poner un ejemplo, la frase más estridente fue: “Este es un país de buena gente que no roba, que no espía, que no deja tirado al que sufre ni impone ni insulta”. Él mismo es calificado de “español de mal” por los neofascistas y sus amigos azules o naranjas. Pues el “español de mal” habla de cuestiones que interesan a todos y todas, no de tesis doctorales plagiadas (Rivera, ya sin argumentos, volvió a sacare el tema en un coctel del ABC), no de ETA (que hace tiempo desapareció), no de la Reconquista o quién tiene las mujeres más guapas en sus filas. Sí, esa es la derecha sin argumentos que quiere gobernar desde el odio y la exclusión.
Mientras en la derecha todo lo pintan de color gris, o en blanco y negro, como recordó Emiliano García-Page “la mayoría del país quiere volver a una España en color, una España en positivo, la España que representa el gobierno de Pedro Sánchez”. Y eso es lo que parece que está sucediendo de camino al 28 de abril. Llenos de personas que acuden a escuchar a Sánchez, que tendrá sus defectos sin duda, pero representa hoy por hoy la moderación y la centralidad política. Hace tiempo dijimos que representaba más los valores liberales Sánchez que Rivera y parece que las personas desde el centro derecha hasta la izquierda parece que piensan igual. Mientras que Rivera es incapaz de reunir a más de 800 personas (según ellos mismos que ya hay que ser tristes para ponerse poca cantidad), Sánchez consigue mucho más en lugares menos poblados. Y el PP, como ya no tiene gürteles, púnicas, ni otros mecanismos de financiación tramposa, ni autobuses moviliza ya para ver a Casado. A esto habría que sumar que, salvo que se quiera ir a verle como el que va al teatro a ver una comedia, el chico no atrae salvo a las moscas cojoneras.
El tono, incluso, de los discursos es completamente distinto. Mientras el trifachito lo que quiere es echar a Sánchez pero ninguno acaba postulándose como verdadero presidente porque se tienen un miedo tremendo (más bien a superarse unos a otros) y están repartiéndose ministerios que igual nunca olerán, el socialdemócrata habla en términos de confianza: “Quiero un gobierno del PSOE con independientes progresistas de reconocido prestigio a nivel nacional e internacional que continúen por la senda del giro social, de la regeneración democrática y de la convivencia que iniciamos hace 10 meses”. Aunque las personas no pensarán en eso de los independientes, que tiene una explicación muy larga y poco positiva para esas personas que son candidatas en las diferentes listas y militan en algún partido. Da igual, eso es una muestra de confianza y decisión que los otros no tienen.
Todo está abierto, hasta que los neofascistas sean los más votados en la derecha, pero hasta el momento quien más confianza inspira parecer ser que es Pedro Sánchez. Así como el único que no se dedica al insulto y la estulticia política. Los otros están a verlas venir peleando por ver quién es la derechita valiente de los españoles de bien. Al final, acudirán a Moncloa, unos para negociar el pacto de investidura, otros para despedirse porque les cortarán la cabeza en su propio partido tras el fracaso. Arrasa y no como el caballo de Atila dijimos, y no le hace falta ese caballo pues el trifachito ya se arrasa en soledad. El establishment quiere que pacte con Ciudadanos, pero a este ritmo le parecerá hasta bueno que lo haga con Podemos porque no se sabe qué quedara en la derecha del tablero político. Anda que si hubiesen acertado los listos de Ferraz con el eslogan hoy ya estaban en mayoría absoluta.