Anda políticamente Albert Rivera, no ya desnortado que de eso hace tiempo, melancólico, llorando por las esquinas, con miedo a que le den una colleja por detrás y no tiene otra cosa que hacer que lanzarse contra el sanchismo, contra el PSOE en definitiva. Le han dicho que cuidado con esas estrategias desde la clase dominante, que las armas las carga el diablo, pero él sigue a lo suyo, a salvar el cuello. Así que, en esta ocasión, se le ha ocurrido decir “El que se pasea por Moncloa con alguien que nos ha llamado bestias taradas, pretende darnos lecciones de liberalismo”. Todo ello a cuenta de las críticas vertidas por Pedro Sánchez por su alejamiento del liberalismo y su abrazo al neofascismo. Parece que le ha sentado mal a chaval, pero la verdad sea dicha, justo el presidente del Gobierno puede darle muchas lecciones de liberalismo. Veamos unos ejemplos.
Antes de comenzar los ejemplo, cabría recordar las palabras de Mario Vargas Llosa, quien queriendo alejarse de la tribu y en defensa del ideal ilustrado de individuo racional, afirma en su libro La llamada de la tribu que detesta esas doctrinas donde se niega al “individuo como ser soberano y responsable, regresado a la condición de parte de una masa sumisa a los dictados del líder, especie de santón religioso de palabra sagrada, irrefutable como un axioma, que resucitaba las peores formas de demagogia y el chauvinismo”. Si el premio nobel entiende que eso es lo contrario a un movimiento liberal y esa explicación es lo más parecido a Ciudadanos interna y externamente, deberíamos de dejar el análisis. Mas es necesario enseñar a Rivera que él no es liberal, es un doctrinario del mercado.
Comenzando por un liberal reconocido, incluso le llaman padre del liberalismo, como Adam Smith, explicaba en su Teoría de los sentimientos morales que los individuos tienen una natural simpatía hacia el prójimo que es lo que le acerca, la maldad es derrotada por la ética. En este caso es evidente que la actitud de Pedro Sánchez hacia el prójimo es de acercamiento, de bondad, de deseo de que lo ético sea parte del comportamiento de todos y todas. Algo que Rivera con sus discursos del odio jamás llegará a alcanzar, ni a entender. No todo era mercado en el liberalismo fundacional, también había, como en el caso de los utilitaristas (Jeremy Bentham y James Mill) el deseo de que la felicidad estuviese distribuida en toda la sociedad. El liberalismo utilitarista debía abogaba por la mayor felicidad para el mayor número de personas, por eso fueron los grandes reformistas de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. La satisfacción de las preferencias en un todo armonioso. Visto así parece que lo que propone Sánchez busca más esa felicidad para todos y todas que las propuestas de esclavitud de las mujeres que prefiere Rivera (como con los vientres de alquiler). Sin claras convicciones morales, como diría Friedrich von Hayek, no hay liberalismo, y en nuestro caso Rivera ha dado muestras de ser un ser amoral.
Respecto a la democracia liberal, o sistema liberal representativo para hablar con mayor propiedad, es obvio que las cámaras de elegidos responden a una serie de mandatos de carácter democrático. El primero representar y respetar todas las opiniones o posiciones de la sociedad, la soberanía popular simbolizada en el parlamento. Esto jamás lo hace Rivera. A diestra y siniestra acaba reprochando las posiciones de los demás llevando su discurso a un totalitarismo peligroso. Eso no es liberal desde luego, es otra cosa más peligrosa. No extraña que prefiera juntarse con los neofascitas, a los únicos junto con los comunistas de antaño que el liberalismo no quiere tener que ver, que les combate, que les aparta. Por su parte Sánchez no tiene problemas en respetar las posiciones de todos los demás representantes de la soberanía popular, excepto cuando se acude a lo personal como es lógico, por eso dialoga con los secesionistas ya que es un, en segundo término, uno de los mandatos de la democracia. Que todos tengan voz. Rivera a los que no piensan como él los quiere acallar, por eso no extraña que haya pedido la ilegalización de los partidos secesionistas, algo que en ninguna democracia seria ocurre. Para Rivera los secesionistas deben ser unos sin-voz alejándose del liberalismo. El dirigente de Ciudadanos se mueve en el irracionalismo del antagonismo, frente al racionalismo de descubrir poco a poco la verdad, de desmontar con argumentos racionales las mentiras de los demás que propugna el liberalismo. En esto Sánchez también es más liberal. Habría que recordarle las palabras de otro liberal como Raymond Aron frente al poujadismo (que es la versión antigua de Ciudadanos, un conservadurismo de clase media): “Cuando la idiotez prevalece, yo dejo de entender”.
Esto nos lleva a otro de los grandes valores del liberalismo: el pluralismo. No sólo deben existir varios núcleos de poder, para que ninguno pueda ejercer de dominador de los demás, como aspiraba Alexander de Tocqueville, sino que lo plural dota de mayor democracia a la propia política. Distintas opiniones, distintas posturas, distintas visiones que pueden y deben ser expuestas en el foro público son fundamentales para la democracia liberal. Está bien que se muestre Rivera contrario al bipartidismo, muy liberal, pero él no lo quiere para que haya más opiniones sino para que haya distintas versiones de la misma visión, la que él representa, la de la clase dominante y sus deseos. Justo en ese momento se separa del liberalismo para entrar en otros caminos ideológicos porque no respeta, como sí hace el presidente del Gobierno otras opiniones. Cansa el escuchar al dirigente naranja que las propuestas de los comunistas bolivarianos son detestables sin entrar al fondo de las mismas, o que niegue capacidad de diálogo al PSOE, o la sarta de mentiras (como los inexistentes indultos) que suele exponer todos los días. Eso no es liberalismo, mientras que Sánchez sí hace gala de ser un liberal en este sentido.
Igual deberíamos para aquí porque ya ha quedado casi demostrado que Sánchez es más defensor del liberalismo que Rivera. Pero no nos resistimos a desmontarle un poco más con uno de los mayores liberales de la Historia, John Stuart Mill. Con sólo dos citas de su obra, que es el ejemplo vivido del liberal en política y en las tribunas mediáticas, será suficiente para que Rivera se piense otro calificativo antes que el liberal. En su libro Consideraciones sobre el Gobierno representativo dice el pensador británico respecto a las nacionalidades: “En un pueblo donde no haya un sentimiento de compañerismo, especialmente si se hablan lenguas diferentes, no puede existir esa opinión pública unificada que es necesaria para que funcione el gobierno representativo”. Y Rivera lo que hace todos los días es destruir los sentimientos de compañerismo contra catalanes, valencianos, gallegos o vascos por sus idiomas. Pero no sólo se queda en eso Mill sino que pide un esfuerzo liberal: “Todo lo que tienda a mezclar nacionalidades y a fundir sus atributos y características en una unión común, es un beneficio para la raza humana”. Y esto justo es lo que plantea Sánchez con su Estado plurinacional (¡si hasta Juan Manuel de Prada defiende la nación de naciones!). Y lo curioso es que para este tipo de pueblos recomienda el gobierno federal a imagen y semejanza de Estados Unidos.
La siguiente cita de Mill se encuentra en su obra cumbre Sobre la libertad. Allí, el político británico hace la mayor alabanza a la libertad ese concepto que se duda conozca Rivera (como tampoco lo hacen en el PP), pues se quedan en la libertad de mercado sin más. Frente a la tiranía de la mayoría, que es muy del gusto de las derechas siempre y cuando están en el gobierno, Mill dijo: “Si toda la humanidad menos una persona fuera de una misma opinión, y esa persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería tan injusta impidiendo que hablase como ella misma lo sería si teniendo poder bastante impidiera que hablara la humanidad”. Esto lo defendería a muerte un liberal, lo defendería Sánchez, pero dudamos que lo defendiese Rivera que quiere prohibir partidos y que no se les permita hablar, como hace con Podemos o Izquierda Unida (y no digamos con los nacionalistas). Y ¿todo esto por qué salió de la cabeza de Mill en el siglo XIX cuando se construía el liberalismo político? Porque sin diálogo no hay democracia, sin respeto a las opiniones de los demás no hay democracia, sin diferencias no hay democracia, tan sólo queda el mercado de los fetiches. Y Rivera no quiere diferencias de ningún tipo, todos españoles y todos apoyando el mercado. Donde (el mercado), si se hubiese leído la tesis Rivera se hubiese dado cuenta, Sánchez también es más liberal que él porque conoce los mecanismos y los caminos para moverse las empresas españolas en el mercado global. Y no es la creación de una App que es la idea que tiene Rivera de la economía liberal. Hasta en Economía, Sánchez es más liberal que Rivera, quien sólo habla en nombre de la fracción financiera. Por todo ello, hemos demostrado que Sánchez sí puede darle lecciones de liberalismo a Ciudadanos y a su jefe.