Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer: afirmar algo respecto a un asunto crucial de la política española, equivocarse y matizar sus declaraciones para intentar salir del charco generado y que afecta directamente a las aspiraciones de sus dirigentes de cara a las elecciones municipales y autonómicas del 2.019. No es nada nuevo porque Pedro Sánchez es capaz de esto y mucho más. Nadie conoce sus límites a la hora de meterse en jardines de los que luego intenta salir cuando el daño ya está hecho.
En el día de ayer estuvo en la Región de Murcia, en Molina de Segura, en un acto del partido junto a Diego Conesa. En Murcia le estaban esperando y no, precisamente, con los brazos abiertos, sino con los cuchillos afilados. Sus declaraciones de la semana pasada en las que afirmó de manera taxativa que su objetivo era “el fin de los trasvases y apostar por las desaladoras. Ha llegado el momento de poner fin a la improvisación. No hay que hacer política con el agua, sino una política del agua”, llegaron en un momento muy inoportuno —algo propio de él— puesto que se mezclaba con la aprobación por parte del Ministerio de Agricultura de la apertura del Trasvase y con la resaca de las multitudinarias manifestaciones organizadas por los regantes de Almería, Murcia y Alicante. En medio de todo esto llegó él, sin complejos como el whisky Dyc, y publicó su tuit poniendo en tensión a todos los agricultores de las cuencas del sur de España, desde Huelva a Alicante.
Diego Conesa, secretario general de los socialistas murcianos, se ha pasado toda la semana intentando apagar los fuegos que le había generado Sánchez en un momento crucial para la política de la Región. El agua en Murcia es un tema vital y jugar con ello tiene consecuencias graves de cara a las elecciones del año que viene. La incontinencia verbal de Sánchez dejó a los pies de los caballos a Conesa. Es lo que tiene plantear la estrategia política en base a la actualidad o de pretender, como hace Ciudadanos, hacer promesas en función del lugar en que se plantean.
En medio de una semana en el que el secretario general murciano ha sido el centro de las críticas de la derecha y de todos los medios afines al PP por culpa de unas declaraciones irresponsables que vinieron de Ferraz, Pedro Sánchez se ha presentado en Molina de Segura para participar en un mitin en el que se ha desdicho de lo que dijo hacía una semana: “Las infraestructuras existentes, como el Tajo-Segura, seguirán teniendo su papel”. Posteriormente, explicó la política hídrica que aplicaría en el caso de llegar a la Moncloa: continuidad de las infraestructuras existentes; diversificar la oferta y fuentes de agua (desaladoras); eliminación de la privatización de la gestión del agua; trascender la batalla partidista y entre territorios y dar seguridad a las zonas que las necesitan. Por tanto, una política hídrica totalmente contraria a lo que dijo la semana pasada en Albacete y cuyos anuncios no tenían más intención que calentar al auditorio presente. Si la semana que viene tuviera un acto en Cuenca, afirmaría todo lo contrario y prometería proteger a la cabecera del Tajo.
Los propios regantes no se creen a Sánchez, como no podía ser de otro modo. Antes del mitin, representantes del Sindicato Central de Regantes Tajo-Segura (SCRATS), COAG Y UPA mantuvieron una reunión con el secretario general socialista. A la salida del encuentro hicieron pública su decepción porque no les quedaba clara la posición de Sánchez respecto a la política hídrica.
Pedro Sánchez tiene razón en que la política del Partido Popular respecto al agua ha sido nefasta. Por otro lado, la posición intransigente de algunos representantes de los regantes tampoco ayuda mucho a buscar soluciones. A pesar de todo esto, alguien que aspira a ser el próximo presidente de Gobierno no puede repicar y estar en misa presentando ante los españoles proyectos que se cimentan en la oportunidad del momento porque no hace creíble el discurso ni las intenciones finales del Partido Socialista.