Antes de entrar en lo sustancial del artículo hay que decir que se podría cambiar el nombre del Atlético de Madrid por otros equipos de La Liga, exceptuando los del duopolio, especialmente el Valencia de comienzos de siglo que les peleó todo lo que pudo y le dejaron. Cada equipo que lucha contra el mal es merecedor de ese reconocimiento romántico, el problema es que cada vez son menos los que deciden competirles. Algunos por graves problemas económicos, otros por inutilidad de sus dueños, algunos por falta de coraje. La mayoría prefiere ser casi un filial y esperar a ver si les caen las migajas que dejen. Pero ir a confrontar al mal, parece que solo queda uno.

Como bien dice Pepe Pasqués, el Atleti debe volver a ser ese equipo que provocaba el fallo de los integrantes del duopolio. Siendo esto lo deseable y lo que se vislumbra con los pocos fichajes de este año, el Atleti no compite tan solo en el terreno de juego sino que debe hacerlo más allá. Siendo el FC Barcelona algo más regionalizado y por ello necesario para sustentar el duopolio establecido desde las más altas cúpulas económicas, políticas y sociales, la realidad es que el innombrable es el equipo de la clase dominante. De hecho es clase dominante en sí. Dando igual que lo dirija el señor de Pío XII u otra persona de similar posición.

Luchar contra el equipo-clase dominante no supone solo competir con menor capacidad económica —el Atleti no puede dar 130 millones de prima de fichaje (ni el Barça actual)—, es que además debe competir contra toda una estructura de poder que ocupa los lugares de decisión deportiva (RFEF, CTA, La Liga, UEFA, FIFA) y política (regalar un negocio de 500 millones o recalificaciones); los lugares de decisión económica (el Atleti está vetado en algunos grupos de inversión); y lo que de ello se deriva: el control de los aparatos ideológicos. Lo económico acaba influyendo, en última instancia, pero toda esa estructura social e ideológica que acaba conformando el nacionalmadridismo es un muro complicado de derribar.

Los medios de comunicación, de cualquier tipo, están entregados a esa clase dominante, monopolísitica y autoritaria, que es el innombrable. Da igual que lo haga bien o mal, todos se pliegan a los deseos de la coalición dominante que no solo conforma el señor de Pío XII sino otros elementos situados en su misma posición de clase. Un caso claro sucedió ayer. A las pocas horas de oficializarse el fichaje por el Atlético de Madrid del campeón del mundo y de la copa América Julián Álvarez, se filtró al New York Times (fíjense hasta donde llega el poder) que a un jugador del innombrable le habría ofrecido 200 millones de euros al año.

El artículo del medio estadounidense fue replicado inmediatamente por los medios españoles ocultando la gran y verdadera noticia del día. Paradójicamente la existencia de aparatos ideológicos no quiere decir que sean utilizados por personajes lúcidos, por ello se descuidaron afirmando que el Fondo de Inversión de Arabia Saudí había cerrado el grifo de los millones al equipo que presuntamente quería fichar a ese jugador. No se percataron que si le habían cerrado el grifo de los petrodólares no podría pagar. A más, a más, tampoco contaron lo que sí venía en el medio estadounidense, que la oferta había sido realizada en diciembre de 2023, con lo que la supuesta exclusiva perdía toda su fuerza o actualidad. Ofertas reciben muchos jugadores desde Arabia.

Lo importante no es que las noticias fuesen un invento o no correspondiesen con al realidad, lo importante era opacar la noticia de que “el equipo del pueblo” había fichado a Julián Álvarez. Un jugador diferencial al que han sido capaces de arrancar de las odiadas manos de Josep Guardiola (algo que debería ser motivo de alegría) y el equipo-Estado Manchester City. Así actúan los aparatos ideológicos para convertir a los seres humanos en meros títeres de los poderosos, de la clase dominante. En el fútbol y en la vida normal. Ya llevaban toda la semana lanzando el bulo de que el Atleti no podía gastarse dinero en fichajes porque no lo tenía, dando igual que periodistas hiciesen las cuentas y mostrasen que hasta sobraban céntimos para más.

La Conmebol sacó un mensaje en redes sociales felicitándose de que Álvarez llegue a un equipo que tanto y tan buenos jugadores sudamericanos ha tenido en su historia y esto no es posible, hay que derribarlo. Javier Tebas nada ha dicho, pese a que, supuestamente, este fichaje serviría para potenciar esa empresa que dirige. Solo le valen los fichajes del innombrable y de su Némesis, el FC Barcelona. No puede tener aficionados más allá de las fronteras españolas —y dentro que sean contados— porque impide a las empresas de la coalición dominante tener garantizado su mercado de captación.

Por todo ello, porque se lucha contra una potente estructura de poder político-económico, es por lo que se dice que el Atleti es el equipo del pueblo. La rebelión de la clase media si lo prefieren. Es del pueblo porque no está dentro de esa estructura de poder (algunos lo están en sus estructuras regionales); porque lucha no solo deportivamente sino contra mecanismos del poder que condicionan desde un arbitraje hasta una noticia en cualquier medio; porque supone una rebelión contra el orden establecido. El Atleti no tiene aparatos ideológicos —aunque dentro de la rebelión están las plataformas de outsiders como el Club Uría y tantas otras, como los podcasts— pero está ahí, molestando hasta el punto de acabar por condicionar el discurso dominante por tres fichajes, ¡¡¡tres!!! Igual mañana es el Valencia, o el Sevilla, o el Villarreal el equipo del pueblo, de momento, hoy, lo es el Atleti y lo es por todo lo anterior.

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