Si dentro de la maraña de noticias sobre el grupo ultraderechista de Vox se parasen a comprobar cuántas de ellas tienen relación a acciones políticas o a discurso políticos se llevarían la sorpresa que la segunda arrasa en las publicaciones. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que los medios de comunicación están comunicando más lo que los neofascistas dicen que lo que hacen realmente en el mundo político. Dejando a un lado los problemas de las distintas ilegalidades cometidas por Iván Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio como supuestos empresarios (que sirven para dejar claro cómo son esas personas), si exceptuamos la no votación de los comunicados institucionales contra la violencia machista, poco o nada se sabe de lo que votan, apoyan o defienden en alcaldías, autonomías y gobierno estatal. Se sabe todo lo que dicen sin embargo. ¿Por qué se produce esta situación donde el discurso acaba teniendo preeminencia sobre la acción?
Son varias las causas que hay detrás de esta situación que está permitiendo a los neofascistas ir inoculando sus ideas en la población española sin recibir la mínima respuesta. Piensan en la izquierda (porque a la derecha la tienen secuestrada) que eso sería hacerles el juego, que hay que obviarles para que no marquen la agenda. No tienen razón porque hay que enfrentarles tanto en lo teórico como en lo político. Hay que dar respuesta no bajo su mismo marco discursivo sino el antagónico o directamente ejerciendo la demagogia en algunas ocasiones. Las mujeres sí responden, como no podía ser menos, a todos los ataques contra ellas porque, en principio, han comenzado por el feminismo al ser el sujeto movilizador de la actualidad. Que si el aborto, que si la ideología de género, que si esto y lo otro, pero en muchas ocasiones eso no es más que cortinas de humo para actuar a escondidas. Que no haya ni un euro en gasto para las casa de acogida a las mujeres maltratadas en la Junta de Andalucía, a lo que se han sumado alegres y contentos PP y Ciudadanos, no lo verán contado en los medios de comunicación de masas. Al final se plantea el debate donde ellos quieren.
Que la respuesta de los partidos de izquierdas sea errónea tiene que ver con una cuestión interna a los partidos, carecen de un mensaje ideológico en sí. Hablan de muchas cuestiones de acción política tan diversas que sin el apoyo de una ideología coherente quedan ocultas ante el arrollador tiempo que le dedican en los medios de comunicación a las extravagancias de los neofascistas. Al neofascismo, como a la derecha en general, hay que disputarles el terreno ideológico no con cosas tan evanescentes como eso que les gusta a los dirigentes de izquierdas como el progresismo. Concepto polisémico y muy banal en el que caben ideas de derechas tantas como de izquierdas. Y como ese discurso no vende, tan sólo sirve para ocultar carencias y miedos en el extremo centro, pues pierde en comparación con lo neofascista. Porque desde los partidos políticos no han entendido ni las redes sociales, ni lo que significa la llegada de Vox en sí. Al no pararse a pensar, bien por incapacidad, bien por falta de tiempo; al no querer asumir que están bajo la influencia de la ideología dominante y los deseos de los dominadores, no pueden presentar un discurso contundente frente a las derechas y, por tanto, trabajar bajo esos parámetros en las redes sociales. Vox sí que sabe hacerlo y eso lo aprovechan los medios de comunicación para lograr audiencias y visitas. La distribución de memes y los enlaces a la web del partido con las declaraciones del dirigente de turno no sirven para nada. Incluso, ni para darse publicidad.
Y ¿por qué los medios sacan lo dicen y no lo que hacen? El mundo digital es mucho más visual que reflexivo. Un titular escandaloso se mueve más y, por ende, consigue más visitas y quienes hoy por hoy ofrecen la posibilidad de ese titular escandaloso son los neofascistas. Además, y esto es importante, están de moda tanto como para que una cadena como La Sexta, por ejemplo, tenga hasta tres cámaras con sus redactores persiguiéndoles en parlamentos regionales, ayuntamientos o congreso. Imaginan que al PSOE o al PP les hiciesen esa cobertura, no sucumbiría nunca el bipartidismo imperfecto. Porque lo importante en sí no es lo que se diga, sino debatir hasta el hartazgo lo que han dicho por toda esa pléyade de doxósofos y comentadores (que son siempre los mismos por cierto) en las diversas tertulias televisivas y columnas periodísticas. Las personas tienen preferencia por la visualización y escucha que por la lectura (un problema de la estructura educativa española), así que para qué explicar lo que hacen o dejan de hacer (la inacción a veces es tan importante como la acción).
Bajó égida de la política espectáculo, el embrutecimiento mental de la ciudadanía a la que se prefiere masa amorfa para poder manipularla y controlarla y un mercado de la publicidad más pequeño que los medios en disputa, lo normal es que los extravagantes, los raros, los neofascistas o el mensaje etéreo triunfen y sean potenciados. Más si cabe cuando ese tipo de espectáculo circense en el que se ha convertido la política no ponga en duda el poder en el sistema. Al no ver peligrar la clase dominante esa capacidad de dominación, permiten pues son los que controlan los medios, que el espectáculo continúe. En cuanto, como ha sucedido en España, cabe la posibilidad de que parte de esa dominación sea disputada, por la izquierda en este caso, nada mejor que sacar al monstruo antagónico para que, tras la advertencia a los distintos directores de periódicos, se potencie a los neofascistas. Esos mismos que trabajan para ellos en las votaciones y las peticiones políticas, pero que lo esconden todo mediante una batalla cultural que ni les interesa ganar porque saben que ya están ganando en lo material. Muchas banderas, muchas broncas pero apoyando al capitalista a seguir explotando, dominando y acumulando riquezas. Ahí está la cuestión en el caso español (y en buena parte de Europa). Como buenos trileros con una mano te enseñan el premio (muy mucho español o muy mucho catalán en la versión del noreste peninsular) y con la otra te quitan el dinero (pobreza y derechos sociales). Por eso los medios hablan de lo que dicen (lo estrambótico y la máscara) pero no de lo que hacen, porque al final tienen los mismos dueños, los capitalistas.