Imaginen por un momento que una empresa farmacéutica de Ucrania hubiese encontrado la cura para el SIDA mediante un jarabe. Todo el mundo se alegraría y se harían cálculos, pues el coste del fármaco no es alto, para establecer en qué momento la enfermedad sería ya parte de la historia luctuosa de la humanidad. Se alabaría a los creadores, candidatos al premio Nobel, y tendrían publicidad en todos los medios de comunicación. El problema es que ese jarabe no se puede agitar demasiado y por tanto hay que tomarlo, por una cuestión de patentes, en la misma sede de la empresa o en su filial en la India. Eso imposibilitaría que esa solución a una enfermedad llegase a todas las personas, las más ricas podrían permitirse acudir a alguna de las sedes, y no valdría para gran cosa. Ustedes pensarían que vaya engaño de cura y vaya leyes que permiten que no se produzca por otras empresas y en otros lugares. Algo así ha sucedido con una de las vacunas del coronavirus y, sin embargo, los medios de comunicación les han dado toda la publicidad del mundo ¿gratuitamente?
Según cuentan los desarrolladores de la vacuna de Pfizer-BioNTech para su traslado y conservación se necesita una temperatura de -70°. Ustedes pensarán que con mucho hielo apañado y la cuestión no es tan sencilla. Por lo pronto se necesitan camiones frigoríficos para transporte, lo que encarece su logística más simple. El problema con el almacenaje tampoco ha sido considerado porque aunque en los hospitales existen cámaras para tener productos a esa temperatura, como es obvio, están dedicados a otros productos –que igual no pueden estar a esa tan baja temperatura- y no pueden dejar ser utilizados para almacenar millones de dosis de la vacuna. Si es cierto que España ha comprado 10 millones de dosis ya, de momento, ¿en dónde se van a guardar sin perjudicar a otros productos o cultivos y sin comprar nuevas cámaras? Hasta Fernando Simón, dentro de su desconocimiento de los datos concretos, ha advertido que esa logística es un poco complicada.
Sin embargo, algo tan sencillo como es calcular el espacio que ocupará la vacuna, que no son “veinte cajitas” –como pueden ser las vacunas infantiles- sino más de cuarenta millones de unidades si es que se quiere vacunar a todo el mundo, no ha sido realizado por los medios de comunicación. Al contrario se han dedicado a alabar y hasta hacer casi especiales de la empresa y la vacuna, como en el caso de Antonio Ferreras, ignorando un factor que puede elevar su coste. Un coste que como no se sufrirá directamente en el bolsillo de los españoles parece que no existe, pero sí que está ahí, en los gastos de presupuestos, en los impuestos que se pagan. Las cosas no son gratuitas aunque no supongan un desembolso directo… ni la publicidad a estas empresas farmacéuticas tampoco. De hecho la mayoría de medios de comunicación han comprado la noticia de Pfizer sobre no haber recibido ni un solo euro de Estado alguno para no estar contagiada en su distribución y venta. Falso, porque su socio de desarrollo BioNTech recibió 375 millones de euros de Alemania para sufragar los costes, los cuales han participado de tú a tú con Pfizer. Así se prioriza simbólicamente, en los medios de comunicación, el valor de la libre empresa…
Una vacuna con malísima logística y almacenamiento que nos venden como lo mejor de lo mejor. Lo mismo puede decirse de la de AstraZeneca-Oxford donde un voluntario, muy dispuesto él por las redes sociales criticando otras vacunas, acabó por contagiarse, o por la cual falleció una persona durante las pruebas. Al menos esta última vacuna está soportada por prestigiosas revistas del sector, no como la congelada. Algo que, por cierto, se señalaba contra la vacuna rusa Sputnik-V y las vacunas chinas. Las cuales son malas porque geoestratégicamente no interesa que se distribuyan y utilicen en los países de la Unión Europea pero cuyos resultados están abalados científicamente por expertos occidentales y por los estudios realizados. A estos ni Ferreras, ni Quintana, ni Griso les dan publicidad como a las otras empresas y no sólo por ser de los supuestamente países enemigos (inventados para el caso español, pues más nos han fastidiado desde EEUU en la última década) sino porque no gastan en publicidad en los principales medios de comunicación.
Si se fijan en muchos desayunos de periódicos, en los anuncios o publirreportajes, tanto Pfizer como AstraZeneca están detrás aportando muchos miles de euros que cuadran las cuentas de los medios de comunicación. Son muchos los fármacos de estas dos empresas que los españoles y españolas consumen diariamente, más los que se compran en los servicios de sanidad de todo el Estado. Muchos millones en juego que no pueden perder los medios de comunicación y que les hace, al final del camino, ser esclavos de sus anunciantes. Hay algunas empresas que también conciertan fines de semana a todo pagado para directivos y directores de algunos medios y empresas mediáticas, ahora que tienen prohibido hacerlo con médicos, así como con algunos cargos medios de la administración estatal. Y claro ese roce acaba por hacer el cariño. Si alaban tanto las vacunas de ciertas empresas y no de otras es por la publicidad, si lo hacen con las europeas y estadounidenses y no la china o la rusa es por geoestrategia, cuando en realidad todas ellas son (o serán) eficaces, algunas más baratas que otras, pero el negocio es el negocio y la geoestrategia importa bastante, incluso en algo tan simbólico como una vacuna (precisamente por simbólico).