El movimiento secesionista parece estar dando boqueadas porque las contradicciones que están generando en la última semana así lo permiten analizar. Desde el independentismo catalán lanzaron ayer un eslogan en redes sociales (en inglés por la internacionalización del conflicto, of course) “Sit and Talk”, o lo que es lo mismo, “Sentarse y Hablar”. Como el presidente del Gobierno les ha dicho que hablará cuando a él le parezca, o cuando se lo diga Iván Redondo que nunca se sabe, el secesionismo quiere presionar a Pedro Sánchez para que ceda a sus pretensiones y hable. ¿Sobre qué? No se sabe porque está claro que de secesión o referendo no lo van a hacer. De hecho eso les va a quedar vedado casi por una década después de las imágenes de violencia que han provocado en los últimos días.
¿De qué quiere hablar entonces Quim Torra a quien se le ve angustiado por charlar con el presidente? ¿Indultos? Eso hasta dentro de un tiempo es imposible. ¿De dineros? Pues podría ser porque parece que las arcas de la Generalitat no están boyantes. ¿De buscar una salida a los secesionistas que la han liado sin proyecto, ni capacidad? Posiblemente también porque deben estar acongojados en los cuarteles del independentismo al ver que ya no son capaces de controlar a ciertos grupos nacidos del odio a todo lo español que llevan inoculando desde años y a los que prometieron una república independiente. El problema es que no les dijeron que, como en el anuncio de la conocida marca de muebles, era la república independiente de la casa de cada uno.
En algún momento Sánchez se sentará a hablar con Torra pero que haya diálogo no quiere decir que haya acuerdo. Ad calendas graecas le dirá el presidente al president, salvo que reconozcan que se equivocaron, que no tienen ni plan de independencia y que vuelvan al orden constitucional. Conociendo a Torra eso será imposible porque, tras subir y bajar de la montaña mágica, no cederá a lo que está inserto en su mente como una verdad incontestable. El fanático president de Cataluña no admitirá jamás que se equivocaron, ni admitirá jamás que deba existir una negociación “con España” que no sea la desconexión o más dinero para seguir con el proyecto republicano. Pero lo más sorprendente es que la Arcadia de la democracia en que dicen que se ha constituido Cataluña quiera hablar con un Estado fascista, represor y que desprende hedor a franquismo, según las propias palabras de algunos líderes independentistas.
Esta es la gran contradicción. Han estado toda una semana con el eslogan (en inglés también) de Spain is a fascist state, que traducido es «España es un Estado fascista» (aunque alguno ha escrito Estate que significa finca y no Estado) y ahora piden árnica a ese mismo Estado fascista. Incomprensible salvo que se quiera dar una pátina antifascista a un proyecto supremacista como el que defiende Torra, lo cual es doblemente contradictorio. Parece que sí, que Torra se aviene a hablar con fascistas como hicieron sus antecesores que negociaron con Franco una salida para Cataluña y contra la República. La burguesía ya se sabe que no tiene apego democrático sino es para hacer negocios. Si una dictadura les ofrece la misma libertad de mercado no tiene escrúpulos. O igual como Carles Puigdemont se habla con partidos neofascistas europeos para conseguir apoyos a la independencia ha pensado Torra que por uno más no pasaba nada.
Lo paradójico de calificar a España como un Estado fascista es que reconocen que las actuaciones de la Generalitat (parte del Estado) han seguido la lógica del fascismo desde que consiguieron la autonomía. Un Estado no tiene partes independientes sino que es una estructura, compleja, pero estructura de poder donde todas las ramas y bifurcaciones están plenamente conectadas. Hay intersticios por donde se puede actuar dentro del Estado en ciertas luchas de la clase trabajadora, pero en sí la estructura que se conoce como Estado es una. De ahí que Torra sea agente del aparato fascista también. Dejando de lado esta contradicción, chusca si quieren pero contradicción, desde el independentismo catalán han fomentado que se viese al Estado español como un totalitarismo fascista con el que desean dialogar. Si tan demócratas son ¿qué tienen que dialogar con los fascistas? ¿Cosas de fascistas?
En los análisis con lenguaje marxista se suele calificar como dictaduras de clase a los Estados liberal-democráticos en el sentido, romano sin duda, de acción de gobierno en beneficio de una minoría que es la que casi capitaliza el poder en base al control de los medios de producción. Es una forma de hablar de las democracias liberales, pero el fascismo es otra cosa mucho más grave y peligrosa. El fascismo es nacionalismo, más racismo, más totalitarismo, más negación de derechos salvo los dictados por la clase dominante y su bonapartista de turno. Es una dictadura en el sentido moderno del término, no en el marxista. Algo que, por fortuna y con todas sus imperfecciones, no es España.
Carentes de una forma de legitimación, porque no la pueden encontrar, los secesionistas de Puigdemont y Torra, que quieren implantar una dictadura burguesa con ellos gobernando, han decidido recurrir al fascismo como insulto hacia el Estado español del que forman parte. Desprestigiar la democracia española como fascista, que si fuera fascista de verdad no estarían hablando, a lo que se han sumado alegremente toda una panoplia de supuestos izquierdistas con el pensamiento de hacer caer la monarquía “franquista”. Y justo lo que están haciendo es reforzarla. Cuando la monarquía estaba en sus peores momentos, cuando la borbonada estaba acongojada, los secesionistas y sus amigos populistas y postmodernos la han revitalizado. Cuando el camino a la III República tenía mejor pinta que nunca y un más que posible apoyo de la población, después de tantos años, los catalanes nacionalistas han venido a cargársela otra vez sin haber llegado. Anticapitalistas que piensan que cualquier movilización es un acontecimiento de verdad que traerá la revolución al fin (mala interpretación de la revolución permanente), gentes de izquierdas que apoyan el mecanismo burgués de división de la clase trabajadora por excelencia (como es el nacionalismo) pensando que así acaban con el “régimen del 78”, o magufos de todo tipo son los que han ayudado a reforzar el sistema que estaba casi en quiebra y derribo. Reforzamiento del nacionalismo español y de la monarquía borbónica es lo que han conseguido. Ahora ¿cómo se va a conseguir que se quite la ley mordaza, se consigan unas pensiones dignas o se acabe con la reforma laboral de la precariedad si estas gentes han reforzado la ideología dominante?