Ahora que Elon Musk se ha autoconvertido en el señor del populismo occidental gracias a su plataforma X, algunos personajes en España, léase Antonio Papell y similares, se han puesto nerviosos porque ello podría suponer que Vox tendría oportunidades de llegar al poder. No. Vox nunca podrá gobernar. Con suerte serán la muleta del PP y rascarán alguna de capital de provincia, pero no más que eso por mucho que Musk pueda hilvanar algunos elementos que se encuentran en el vocinglerío voxero. Esto sí le puede venir bien al sanchismo para justificar su actuación, de hecho ya lo hacen con cualquier supuesto aliado de Vox que consigue llegar a lo alto del poder.

¿Por qué ese intento de Musk de alentar ciertos tópicos no surtirá efecto en España y con Vox? Lo primero porque Vox carece de discurso. Lo segundo porque la estructura de poder no lo permitirá. Y tercero porque el contexto sigue siendo importante y lo que vale en un lugar puede no valer en otro.

Distintos contextos, distintas estrategias

Comenzando por el tercer punto, no es la situación española cultural, económica y políticamente similar a lo que ocurre (ocurría) en Argentina, Italia o Estados Unidos. Existen algunos rasgos comunes, no a las cuatro sino unas sí y otras no, pero no hay una réplica similar de contextos y culturas. Javier Milei vence en Argentina porque el pueblo no podía más. La izquierda argentina estaba en cosas similares a la española (los penes lesbianos, la descolonización y esas cosas) pero la estructura estatal ni por asomo se parece, ni la estructura económica, ni la cultura sociopolítica. Milei es fruto de la desesperación y buscar una salida como fuese.

Italia tienen más conexiones culturales y económicas, con la diferencia de que allí la alternativa a la derecha era la izquierda postmoderna, populista y de la batukadas, con el añadido de una derecha destrozada por la corrupción, sin un referente nacional (como pudo ser en su momento la Democracia Cristiana) y con una socialdemocracia inexistente. Giorgia Meloni tomó prestadas cosas de los antiguos arcanos y logró ser la fuerza mayoritaria, no solo por un discurso anti-inmigración sino por temas que tienen mucho más que ver con la Italia cultural, sin negar la fuerza del cristianismo como elemento vertebrador a derechas e izquierdas. Lo de Donald Trump es algo propiamente estadounidense y es imposible trasladarlo a Europa, de hecho uno de los errores de Vox es intentar trasladar parte de los tópicos generados por el protestantismo económico.

La oligarquía no quiere que haya circulación

Como segundo punto se ha expresado que la clase dominante no permitiría que Vox alcanzase el poder —que sea muleta del PP no se ve tan mal, entre otras cuestiones porque acaban diluyéndose en su casa matriz—. La teoría de la circulación de las élites tiene su propia delimitación. Si recordamos al recientemente fallecido Dalmacio Negro, la circulación se produce entre oligarquías partidistas, interestatales e intraeconómicas, o lo que es lo mismo, la circulación se produce dentro de una misma estructura de poder que conforma la coalición dominante. Pueden entrar nuevos actores en el plano económico —debido a la aparición de nuevas fuentes de generación capitalista—, pero en lo político no es así y se ha visto a lo largo del tiempo.

Da igual que Juan Roig o Florentino Pérez den dinero o permitan en los medios que controlan darles publicidad, son solo dos elementos de la fracción dominante de esa clase poderosa. El resto no está por la labor, especialmente todos aquellos actores que están vinculados a la élite global. Vox es un elemento necesario como contrapeso del wokismo, pero no más. Son tantos los vínculos estrechos entre el PP con el mundo económico y la clase inserta en la estructura estatal que, llegado el punto donde Vox pudiese ser una verdadera alternativa al PP, se destruirían todas sus opciones. Miren lo que pasó con Ciudadanos cuando resultó no ser útil a la clase dominante. No sería extraño que hasta se fomentase un cambio en la ley electoral para evitar un ascenso mayor en escaños. A eso habría que añadir que los medios que hoy les dan cancha, mañana les atacarían sin piedad.

Carencia de estructura y discurso

No obstante los anteriores puntos, el principal problema de Vox sigue siendo interno. Carece de una estructura partidista —algo fundamental para poder asaltar el poder en el sistema actual—, entre otras cosas porque la dirección del partido no pone demasiado énfasis en dotarse de ella. Les vale con un delegado —obediente, sumiso y callado a ser posible— en cada capital del provincia y algunos seres dispersos entre los pueblos más grandes. Ni se preocupan por quién es el jefe local de Vox y así pasa, que donde no es el más tonto y chulo del pueblo, es el caradura que quiere mover las lindes o aquel que se deja ver con las cuatro viudas catequistas que amargan a los chavales con demonios y muertes en el infierno en las catequesis. Les guste o no, para ser alternativa de poder hay que estar presente, con solvencia, en el 80% del territorio.

En muchas ocasiones, en demasiados lugares, Vox es la muleta del PP contra el comunismo y demás invenciones —tan invención es que existe un peligro comunista como que existe un peligro fascista, ambas ideologías hace años que están enterradas—, lo que acaba decantando al votante supuestamente conservador por el original y no la copia. Miren lo que ha pasado en Andalucía y Madrid. Se quedan con adoradores de Francisco Franco, integristas católicos y cuatro libertarios que están hasta las narices de los engaños económicos del PP. Eso les permite sumar un buen puñado de votos y obtener escaños en las provincias más populosas, pero sin rascar en aquellas donde se construyen las mayorías, las medianas y pequeñas.

Si quieren ser conservadores, lo que tiene cierta lógica, deben serlo completamente, con todas las consecuencias. No se puede ser Milei hoy, Meloni mañana y Marine Le Pen dentro de tres días. No son lo mismo ni por asomo. Muchos grupos conservadores europeos ni se acercan al nuevo grupo Patriotas, siguen en el PPE y no porque compartan programa general con la CDU, el PP u otros partidos por el estilo, sino porque no comparten ni el retorno al paganismo religioso (muy extendido entre el populismo europeo), ni el libertarismo económico. Siendo cristianos son más de la subsidiariedad y de caridad. A Jorge Buxadé le viene bien tener su hueco mediático dentro de Patriotas, pero allí hay divergencias enormes, como las hay en Vox porque nadie se ha tomado la molestia de crear un discurso.

Mayor claridad intelectual

Tomando prestados algunos términos de una columna del otro día de Yesurún Moreno, en Vox son más conservadores estéticos y resignados que conservadores con la suficiente valentía para disputar a la derecha globalista el poder. No establecer una revolución conservadora, algo complicado tal y como está definido el contexto mundial, pero cuando menos sí transformar fuera de los mecanismos sistémicos. Esto lastra el discurso que puede tener Vox entre las clases populares. Hasta el momento han conseguido hacerse con muchos votantes del PP cansados del bipartidismo de la nada, algunos rancios o carcas, pero no penetran entre otros sectores. Y el cayetanismo ese que muestran en los medios proge-globalistas es más del PP que de Vox.

La indeterminación discursiva donde hoy es una cosa y mañana otra; los apoyos culturales diversos entre opusdeístas, evangélicos que no lo saben, conservadores, falangistas deprimidos o amargados de Gustavo Bueno no ayudan a construir un corpus partidista o doctrinal como sí logró la Agrupación Nacional en su momento. No sirve luchar contra los zurdos, tomando prestada la dislexia de Milei, porque si Vox quiere crecer debe atraer a muchas personas de izquierdas, a esa izquierda conservadora y no a ese liberal-conservador de espíritu burgués.

En la Fundación Disenso se intenta algo parecido a un corpus doctrinal —han fichado a Víctor Lenore (izquierda conservadora) y tienen a un tipo bastante inteligente como Miguel Ángel Quintana Paz—, desde Gaceta hay un esfuerzo columnista y de Ideas, pero no llegan más allá de cuatro o cinco, si se permite la exageración. No es mal comienzo y hay un mínimo desde el que construir pero falta mucho por hacer, lo primero, quitarse muchos prejuicios personales. Porque en Vox llega cualquiera con sus propias manías a intentar proyectarlas como algo universal.

Es paradójico que cuando en España comienza a despuntar un universo intelectual conservador de cierta calidad, después de años de opacamiento, Vox, que debería ser en parte el partido que proyectase ese debate —como el PSOE fue en su momento el partido de cierto grupo cultural-ideológico—, se asiste a declaraciones de sus cargos públicos que dan vergüenza ajena, en muchas ocasiones por la carencia de cultural general. Santiago Abascal tiene potencial personal, frente a lo que hay en la actualidad, pero no lo trabaja, entre otras cosas, porque no sabe si quiere ser carne o pescado. Sabe que le van a impedir llegar al poder, como ha podido comprobar en algunos lugares, de ahí debería sacar fortaleza, pero sin discurso poco podrá hacer. Por ello Vox no gobernará nunca.

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