¿Conocen a Simón el Mago? Posiblemente la mayoría, dado que estas historias se van quedando en el olvido, piense que algún prestidigitador famoso por algún truco. Y trucos hacía. Los muy menos le pondrán la cara de Jack Palance pues fue este actor el que le dio vida en una de aquellas cientos de películas de romanos, en este caso sin Jesús pero con cristianos, que se rodaron durante los años 1950s y 1960s. Quédense con esta cara si les viene mejor. Simón el Mago, o de Guita, o de Samaria (según el papiro), fue un personaje real de la época post-Jesús que llegaría a fundar una comunidad gnóstica, los simonianos, y que tuvo una querella con los apóstoles.
Según los Hechos de los Apóstoles (libro de la Biblia para los incrédulos o desconocedores) fue convertido al cristianismo por Felipe el diácono. Cuando llegaron a Samaria, pues era samaritano, san Pedro y san Pablo a hacer sus cosas de apóstoles, Simón, que ya se dedicaba a hacer trucos de magia, les ofreció dinero para que le traspasasen el Espíritu Santo y así poder hacer milagros para propio provecho. Es por ello que el pecado de la simonía surge de aquí, ofrecer dinero a cambio de prebendas o beneficios eclesiásticos. Vamos, algo que jamás (guiño, guiño) se ha practicado. Y tampoco pasa en la vida política (más guiño, guiño).
La tradición, especialmente por los padres de la Iglesia, dice que siguió el hombre haciendo sus juegos de magia, se autocalificaba de dios terreno y se basaba en el gnosticismo. Afirmaba que podía desaparecer y aparecer a su gusto, en especial cuando venían sus enemigos para asombrarles, y además volar. Parece ser, aunque es leyenda, que ideó un ingenio articulado para poder volar adelantándose unos siglos a Leonardo da Vinci y a copia de Ícaro. El hombre iba, con parte de sus séquito de fieles, por todas partes y en estas llegó a Roma. Se dice que llegó a actuar para Nerón. Allí, en la capital del Imperio, pretendía sombrar a todos con un vuelo saltando de la más alta torre. Coincidió que por allí estaban san Pedro y san Pablo que, al conocer del prodigio de intentaría Simón, fueron a verle y de rodillas suplicaron a Dios que malograse el vuelo. Algo que sucedió y acabó con Simón estampado, hecho fosfatina, contra el mármol.
Más allá de lo legendario, pues contiene numerosos errores históricos, salvo los simonianos, que ofreció dinero y que se mató en Roma, la patrística y los primeros obispos utilizaban el ejemplo de Simón el mago tanto para insistir sobre el pecado de ofrecer dinero para obtener prebendas sacras, como para no tomar los dones o lo carismático como una ventaja personal y materialista. Hoy lo hacen muchos, muchísimos.