Cualquiera que haya seguido la vida política de Pedro Sánchez, especialmente los que lo hagan desapasionadamente, tienen claro que es un gazmoño. Menos asesinar a un bebé con sus propias manos, cualquiera tiene claro que el presidente del Gobierno carece de principios morales. En una mala interpretación del utilitarismo, Sánchez aplica a máxima de que es perfectamente ético todo aquello que le haga feliz a ÉL. Todo lo que le sirva a su mismidad es éticamente o moralmente válido. Lo ha demostrado con creces y no es necesario explicarlo.

Teniendo eso en mente no cabe más que sorprenderse de la apelación de principios morales a las pretensiones migratorias que se trae entre manos. Traer personas africanas, de forma legal (según parece) a España, es algo moral, algo elevado, algo que contiene toda la dignidad que el ser humano hay podido llegar a pensar. Immanuel Kant es un principiante respecto a esos principios morales, universales, casi propios de la conducta de los dioses, que propone el presidente del gobierno español. Quiere vender el presidente, para justificar su viaje por tierras africanas y aparentar ser el punto clave de las relaciones internacionales, que la llegada de 250.000 inmigrantes legales como mecanismo de freno de las fórmulas ilegales es algo moral. Así nadie podrá osar, por aquello de situarse el lo completo-virtuoso, criticar su medida.

Si es moral, no cabe la crítica según la mentalidad sanchista. Así lo hizo cuando se alzó con el poder del PSOE. Lo revistió de una lucha contra el mal, de una lucha ética por lo verdadero-democrático y, al final, ha terminado por convertir al PSOE en un partido donde el PCUS y su Politburó, por comparación, es una organización anarquista. Cuando Sánchez, y por ende el sanchismo, carece de argumentos, cuando la mentira y la farsa es tan evidente, se recurre al argumento moral. El cual, en su mente, es irrebatible porque la moral, cuando la dicta ÉL, es verdad absoluta e inviolable. Si alguien realiza crítica alguna es un fascista peligroso. Que un ser amoral, como es Sánchez, tenga esos principios no asombra, lo que lo hace es que le compren el argumento.

La realidad es que esos 250.000 supuestos trabajos, de ser algo, son una más de las tapaderas de ese famoso ejército en la reserva del capitalismo. O lo que es lo mismo, un grupo de personas, desarrapados diría Karl Marx, que fuerzan a los trabajadores a no rebelarse, a no pensar, a no demandar condiciones salariales y laborales dignas pues están ahí para pauperizar la base laboral. El argumento ese de que “vienen a hacer los trabajos que no quiere nadie” torna falsable porque con sueldos dentro de lo establecido, no más, ni millonadas, sino lo establecido y ajustado al alza de precios en esos trabajos, no habría disponibilidad. Y es importante remarcar en “ese tipo de trabajos” y con la misma cualificación requerida. Claro que, por otro lado, ¿cuáles son ese tipo de trabajos que nadie quiere, porque de normal no dicen los que son?

No hay en realidad algo moral en la pretensión de Sánchez sino totalmente económico, en perfecta sincronización con las necesidades del Sistema en España y el resto de Europa. Como les interesan las guerras que causan el desplazamiento en esos países visitados. Hablando de guerras ¿han pensado que si quienes huyen lo hacen por conductos ilegales es porque, quizá, de forma legal no pueden pues les matarían? Hay muchas preguntas sin respuesta, pero lo que es obvio es que Sánchez sobre principios está inhabilitado a hablar. Porque para ello hay que tenerlos y de eso carece.

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