No piensen en Vox como un partido neofascista con grandes pensadores detrás. No. No hay un Giovanni Gentile, con su hegelianismo; no hay un Martin Heidegger; no hay un Carl Schmitt; ni saben quiénes son Hegel, Fitche, Sorel, Vázquez de Mella o Giménez Caballero. Sus cabezas dan para lo que dan, que es copiar cuatro o cinco cosillas que entroncan con un mitologema patrio, en este caso generado durante el franquismo, y en el resto abrazarse al capitalismo más neoliberal que existe. Como afirmó Sánchez Dragó, Santiago Abascal es un hombre de acción no es un intelectual (“Para eso estoy yo” debió pensar), un hombre para cambiar la Historia, aunque puede que la Historia acabe pasándole por encima.
No son los neofascistas españoles como los antiguos fascistas. Ni tienen un componente estético, más bien parecen sacados de la sección de caballeros de ciertos grandes almacenes; ni tienen un soporte ideológico que le sirva para confrontar con los demás partidos, al fin y al cabo, eso de la partitocracia les parece fatal. No hay corporativismo, son sionistas, son hijos putativos del capital financiero (¿Dónde queda la banca nacional o las empresas nacionales de Falange?) y la única base es la espada y la cruz. Con eso les basta para llamar a los patriotas de una España que nunca ha existido, ni en los libros de Historia serios (en los de tipos como Pío Moa o Federico Jiménez Losantos sí). La cruz y la espada para utilizar en la Cruzada contra las “hordas marxistas” y los malos españoles. Sí, sí, hablan de hordas marxistas quienes no saben ni lo que es el marxismo, ni cuándo se generó la nación española. Pero, en cierto modo les funciona.
Que Abascal haya acudido a visitar Covadonga no es sino producto de ese entronque con un mitologema que está en la cabeza de la mayoría de españoles después de tantos años de mala educación. Pelayo ni era rey, ni allí se apareció una virgen, ni se levantaron los españoles, ya que no existían. Como mucho habría visigodos y astures por aquellos lares. Pero como mito y comienzo del proceso de palingenesia es útil. Y como a este mito lo que hay que confrontarle otro y eso es muy largo, no vamos a insistir en ello. Aunque sí es necesario ver cuáles son las matrices sociales, de convivencia que aportan desde el neofascismo español. Porque eso sí que es peligroso para la convivencia.
La Espada y al autoritarismo.
Cuando hablamos de la Espada no hacemos referencia a la estupidez de las armas o la caza, eso es un tema que ni está en la cabeza de la mayoría de los españoles, ni es importante en sí. Cuando hablamos de la Espada hacemos referencia a los mecanismos autoritarios que hay detrás del discurso de Abascal y su gente, a esos mecanismos de destrucción de lo social para introducir una biopolítica en la sociedad y así poder someter a la población a los deseos de cuatro políticos ineptos e incultos y al poder de la fracción financiera del establishment. No son antielitistas, son antidemocráticos y, por tanto, cuando atacan a los demás partidos como vendidos o derechita cobarde, proponiendo a su vez una centralización de la estructura estatal de España, lo que quieren es acabar con los lugares de democracia más cercanos al pueblo. Al quitar cercanía, lo que quieren y provocan es ocultamiento del poder para someter por la fuerza de la ley o de los cuerpos de represión.
El honor que dice Abascal no es el de los compañeros de armas. No puede conocer ese honor porque se escaqueó del servicio militar y rápido se vino a Madrid a vivir del momio público huyendo del País Vasco. Ese honor de la lucha y confraternización es desconocido para Abascal y la mayoría de su cúpula dirigente. Más bien el honor se queda en lo nacionalista. El honor de ser de una estirpe española e Imperial que acabó con los mahometanos en la primera cruzada en suelo patrio (la segunda fue contra los marxistas y los judíos). Para Abascal el honor nacional no surge de la Guerra de Independencia, justo cuando España se constituye en nación, sino de un pasado muy desconocido y, por tanto, mítico. Lo quiere mítico, primero, para hablar a los que no tienen saberes, y segundo para no compartir con el liberalismo un mismo momento original. Al ser neofascista y renegar de todo lo liberal político no puede hablar de 1808 y la construcción de una nación, sino más lejos aún. De ahí que tenga orgasmos con un fracasado como Blas de Lezo (debe ser que ha hecho caso a Pérez Reverte y no han estudiado la verdadera historia de este hombre) y los Reyes Católicos (de los reinos de Castilla y Aragón, no de España).
La cruz y la moral autoritaria.
Ahora bien, con el mito del honor patriótico, con el autoritarismo estatal, no llega para controlar a la población, siempre debe haber algún tipo de urdimbre social. Y eso lo encuentra en la Cruz. No es sólo que las dos sectas católicas más carcas y preconciliares estén detrás de Vox (Opus y camino Neocatecumenal, lo kikos), es que quieren establecer una fórmula biopolítica de control de las personas. Una moral para aplastar conciencias. Es curioso que todos los pensadores del ala conservadora o parafascista citan a Bertrand de Jouvenel, quien afirmaba que la izquierda tenía una doctrina biopolítica para inducir a un comportamiento homogeneizador. En los casos más extremos se dice que los “maricones” lo son por culpa de esa biopolítica. Claro esto lo dicen quienes han venido aplicando una biopolítica, incluso con penas de muerte en la hoguera, desde hace casi dos milenios. Y esa biopolítica, esa moral del comportamiento es la que quieren establecer los neofascistas como cemento social.
Quieren imponer la moral de una parte del catolicismo, o del cristianismo, al resto de la población para que queden sometidos a su destino bajo el yugo opresor del autoritarismo y la extrema pobreza del capitalismo desaforado. No piensan, como los liberales, que en temas de individualidad la autonomía del ser humano es absoluta. No pueden aceptar eso porque significaría reconocer el matrimonio de personas del mismo sexo; sería reconoce a las personas trans; sería reconocer pluralidad religiosa o laicismo total; y claro eso es para ellos un imposible. Sin esa doctrina biopolítica de hace siglos, caen en el liberalismo y la autonomía moral. Demasiado spinozista para sus cabezas. Sólo cabe una cruz católica junto a la espada contra los infieles y las hordas marxistas. Así, también, esconden su xenofobia aporofóbica. O lo que es lo mismo, el odio a islamistas por infieles y pobres, porque a los jeques qataríes o a las monarquías saudí o alauí bien que no se enfrentan.
El problema, por mucho que le compren esa narración mítica las personas, es que quieren un ultraliberalismo sin ningún tipo de control. No quieren que haya derechos sociales, ni pensiones públicas, ni sanidad pública, todo debe ser entregado al mercado y el Estado quedar reducido a los meros aparatos de represión. Es comprar todos los postulados de Hayek y demás Chicago Boys que son los que llevaron a la casi quiebra del sistema capitalista que hubo de ser rescatado con el esfuerzo de las poblaciones. El mercado a su libre albedrío, como estuvo desde finales del siglo XIX y primer tercio del XX, llevó a Occidente a dos guerras mundiales. Que es algo que ocultan todos los liberales positivistas y popperianos. Si hasta los liberales y conservadores lanzaron las legislaciones laborales y sociales, que no fueron marxistas ni nada por el estilo, por algo sería. Salvo que Abascal y su troupe neofascista lo que quieras es una nueva guerra civil, que no sería de extrañar.
Y claro hay otra cuestión que estos no-intelectuales chicos de acción, de reacción más bien, no han podido analizar, como le pasa a los ignaros del PP por cierto, que el capitalismo es el que lleva en su propio seno la destrucción de los lazos sociales que ellos pretenden restañar. No es el marxismo, ni el feminismo, sino el propio capitalismo neoliberal el que necesita al individuo solitario y consumidor para generar una anomia social suficiente para poder seguir produciendo y produciendo mientras consumen y consumen, dentro de una sociedad del espectáculo. Cuantos más individualistas, menos lazos sociales y menos posibilidades de levantarse. Por tanto, quieren tapar con catolicismo que es comunitario, porque si no fenece, un sistema completamente individualista que propugnan por el otro. Por eso necesitan la Espada, pero sin cohesión social, ni la espada, ni las cadenas de whatsapp son útiles. Una paradoja que serán incapaces de resolver porque ni gentes más listas, o que se dicen más listas, lo han podido hacer tipo Lacalle y Rallo.