No es cuestión de hacer un análisis DOFA (Debilidades, Oportunidades, Fortalezas y Amenazas) del gobierno de Pedro Sánchez, pero sí es necesario establecer un marco analítico de lo que se va a encontrar el nuevo presidente del gobierno. Y también de los escenarios que pueden darse a priori según las decisiones que tome respecto a la duración de lo que queda de legislatura. Fácil y sencillo no va a ser, desde luego, debido a las causas múltiples que le han llevado a presidir España, sin embrago, no todo debe ser pesimismo en las filas socialistas, y de la izquierda en general (Alberto Garzón ya se mostraba escéptico el mismo día del nombramiento), ni exceso de optimismo. Porque existe un corriente dentro de la socialdemocracia patria que parece que sólo con la llegada al gobierno del PSOE las cosas cambiarán sin más, como si la acción de gobierno sólo por el hecho de tener a Sánchez al frente fuese a provocar la llegada de ambrosía a los hogares españoles. Ni tanto, ni tan calvo.
Es obvio que el gobierno de Sánchez cuenta desde el primer minuto con la posición contraria de todo el sector mediático, salvo dos o tres medios estatales y algunos regionales. Además, parece que en el PP están rabiando y siguen sin aceptar la democracia parlamentaria (esa que reclaman cuando favorece sus intereses) y no van a conceder ni un día de gracia. Algo sabido y asumido por un partido que, cuando presentó la moción, no tenía todas consigo para ganar y se ha visto en el gobierno sin tenerlo completamente asumido, a nivel interno y organizativo. Lo que le genera una hándicap en este comienzo de gobierno, no tener un partido preparado para gobernar tan rápido. Aunque haya contado con un gran apoyo, la Ejecutiva federal del PSOE está aún en construcción. Al hacerla tan amplia hay desajustes y no se ha terminado de conformar un plantel capaz de responder a lo que se les viene encima. Deberán aprender ejerciendo de partido de gobierno. Y con el voluntarismo no sirve, hace falta algo más.
Tomar el poder antes de lo esperado, aunque muchos dicen que siempre es preferible gobernar a no hacerlo, a nivel general también tiene otros hándicaps. Se asciende sin tener construido un núcleo de intelectuales, llamémosles orgánicos, que puedan dar la batalla en la esfera pública por el gobierno. Curioso que hasta el momento quienes vienen defendiendo la moción y al gobierno neonato de Sánchez sean los intelectuales de otros partidos. Propios no tiene en sí, salvo alguno que rápidamente se está acercando por propio interés, claro. También se han creado demasiadas expectativas con el cambio de gobierno, que relacionadas con el límite temporal que existe (dos años máximo) y con la inestabilidad generada por los antecesores, quedarán casi siempre defraudadas. De la euforia se puede pasar al desencanto en breve. Tanto internamente, como externamente el PSOE ha de saber manejar esta parte emotiva en su favor.
Y, es evidentemente, otro hándicap existente es el pequeño grupo parlamentario que existe para apoyar al gobierno. Han decidido que quería un gobierno unipartidista para negociar luego cada cuestión y ese riesgo lo toman con 85 diputados solamente. Hubiese sido mejor un gobierno de coalición pero es una decisión tomada con miedo al poder mediático del establishment y se puede comprender. Ahora bien, esa decisión va a provocar un desgaste al gobierno enorme. Cada propuesta deberá debatirse y consensuarse, lo que generará un cambio de cultura democrática hacia una especie de consocialismo imperfecto, pero a un precio sumamente alto. Y entendemos que se apuesta por un gobierno monocolor porque no tienen muchas expectativas de acabar la legislatura, lo que a priori es un error estratégico.
No todo son hándicaps, también hay muchas cuestiones positivas por tomar el poder gubernamental en este momento y con esta situación. En términos generales, luego haremos una descripción en el corto y medio plazo, el poder del Estado te permite manejar ciertos resortes institucionales y ciertos aparatos del Estado en favor de tus posturas. Algo que ha venido haciendo el PP constantemente. Tener el gobierno te permite marcar la agenda política mucho más que en la oposición. Además, sin casos de corrupción a la vista, el PSOE tiene esa oportunidad de marcar la agenda frente a la oposición y los medios de comunicación no afines. (el 95%). En este breve espacio de tiempo algunos cuadros medios del partido puede adquirir cierta experiencia gubernamental, lo que te permite estar mejor preparado para las siguientes elecciones. Con un partido más fuerte.
Más aspectos positivos pueden ser que, como ya apuntamos antes, esta formación de gobierno supone, justo cuando se cumplen los cuarenta años de la Constitución, una forma práctica de comprobar la madurez del sistema político y avanzar en cultura democrática. Dejar atrás la política antagonista y pasar a una política de pacto. Es curioso que a la derecha mediática (la política un poco menos) claman por la recuperación de la esencia del consenso de la transición, un consenso que duró dos años tampoco vayamos a mitificarlo en exceso (de 1977 a 1979), pero ahora les parece mal que se pacte y acuerde entre varios partidos. Pues es buen momento de que la fórmula consensual recupere espacio en la esfera pública y en la política. Y eso es algo que puede potenciar este gobierno. Que debe interiorizar esta cuestión. Claro que si después de este gobierno breve, Pedro Sánchez hubiese logrado el consenso necesario para convocar constituyentes, sería para premio. Tampoco hay que forzar.
Tiene otra cuestión a su favor. La pelea que habrá en la derecha. Ahora el PP está furioso, echa espuma por la boca y quiere volver a crispar el ambiente, hasta los siguientes sondeos electorales que provocarán que se levanten dentro del partido. La rebelión por la renovación puede tener tintes épicos y muy destructivos. Fíjense que García Margallo ya ha avisado que, si está en su mano, intentará que Sáenz de Santamaría no sea portavoz. Algunos cuchillos empiezan a volar en Génova. Eso sin contar que los cambios de fiscales y algunos jueces pueden provocar que casos de corrupción parados en la instrucción, como el de Gabriel Amat en Almería, se reactiven y emponzoñen más la imagen del PP. Y, como es lógico, la pelea entre PP y Ciudadanos por la primacía en la derecha también será épica. Aunque estos últimos cuentan con un apoyo mediático mayor.
Pros y contras entre gobierno corto y acabar legislatura.
Si el PSOE, como parece, no desea acabar la legislatura, pese a lo que le dicen algunos dentro del propio partido, y desde fuera sus apoyos en la moción, tendrá a su favor: vender que se devuelve la voz al pueblo cuanto antes, una vez que se ha limpiado la podredumbre del corrupto PP. Tampoco se “manchará” mucho políticamente. Habrá gestionado bajo el “imperio” de la Troika con algunos matices progresistas y ya. No generará cambio en sí, pero sí una imagen distintas. Otro pro es que puedes dejar señalados los elementos clave de la agenda gubernamental para la siguiente legislatura, siempre y cuando llegues a acuerdos sobre ello. En un gobierno corto puedes jugar con la opinión favorable o no de los sondeos y convocar elecciones cuando corra el viento a favor.
En contra dentro de una legislatura corta: puede quedar la imagen de mal gestor o de incapaz para resolver algunas materias que se consideran fundamentales. Si se va a elecciones en un año poco o nada se podrá haber gestionado con verdadera autonomía. Ahora hay unos presupuestos de la derecha y tienen que negociar unos presupuestos de la “izquierda” que luego ¿no ejecutarán? No tiene mucha lógica. En un gobierno corto no te da tiempo a que las políticas que implementes cojan vuelo o puedan ser valoradas por la ciudadanía. Por ejemplo, apostar por la lucha contra la violencia machista no es cosa que se decida hoy y se vea mañana, tiene un proceso que no te vas a poder apuntar como buena gestión. Que hay alguna analista de brocha gorda que afirmar que con cuatro toques ya está hecha la legislatura. Por desgracia lo cuatro toques llevan más tiempo de un año. Y como se ha dicho anteriormente, se han generado una ilusión y unas expectativas que si se va a gobierno corto provocarían decepción y desencanto. Y eso supone que en las siguientes elecciones igual estaría peleando por no ser cuarta fuerza política. ¿Para eso te ha servido el gobierno?
Las cosas cambian un poco más si se deciden a terminar la legislatura, porque algunos peros de un gobierno corto se transforman en oportunidades para el ejecutivo. No es menos cierto que va a tener un desgaste excesivo para un gobierno tanto de un año como de dos, eso no se lo quitan, pero la disposición a dialogar, pactar, consensuar y poder aplicar políticas en favor realmente de la personas palian ese desgaste. Porque con la cafradas de la oposición de la derecha ya se cuentan desde hoy mismo. Y en un gobierno largo puede darse la visión de que le establecen la agenda política los partidos con los que pacta. Que el gobierno carece de autonomía. Por lo que necesita una, no buena sino muy buena política de comunicación, y un partido con personas con capacidad de comunicar todo a la perfección. Y, hoy en día, salvo dos o tres personas no se ve en el partido nadie con capacidad analítica para ello.
La verdad sea dicha, esas cuestiones negativas, se quedan en nada respecto a las positivas de un gobierno largo. Si los vascos y los catalanes se lo han aconsejado por algo será. En primer lugar, el problema catalán no se va a resolver de hoy para mañana, así que un gobierno de dos años sí podría encauzar la solución. Bien mediante una reforma federal, bien mediante la consecución de compromisos políticos de futuro. Y si se gana esta batalla, el siguiente gobierno queda garantizado. Ni Rivera con su cuñadismo populista y para fascista podría destruir esa imagen de logro de Estado. Y lo curioso es que hay un amplio consenso en la ciudadanía española en que ese tema hay que cerrarlo ya. En segundo lugar, blindar mediante negociación el sistema público de pensiones (algo que temen los fondos buitre y el poder financiero, digamos que la fracción dominante del establishment) lleva más de un año y sería una gran victoria para el PSOE.
En tercer lugar, como venimos afirmando, en dos años es posible poner las bases para una nueva cultura política basada en el diálogo, el pacto, el acuerdo entre unos y otros. Algo que hasta ahora no había tenido España. Y, aunque parezca algo banal, establecer esa cultura política es fundamental porque evita que los fraccionamientos que instiga, especialmente, la derecha mediática queden evaporados. Así, en cuatro lugar, con un gobierno largo, se podrán cambiar leyes, que todo el mundo entiende que jamás debieron aprobarse (ley mordaza, por ejemplo), con un amplio consenso. El suficiente para que quien quiera cambiarlas deba sufrir la vergüenza y el escarnio. Bueno aunque en un estatismo autoritario como promueven algunos vergüenza poca, la que no tienen Rafael Hernando o Juan Carlos Girauta, por ejemplo.
En quinto lugar, un gobierno largo permitirá ver, si se cumple lo dicho, que se puede gobernar de otra forma. Que la izquierda no sólo gobierna mejor, sino con más valores y en favor de todas las personas. Especialmente las clases populares. Que hay una política para todas y todos, y no sólo para los amigos y los poderosos. En sexto lugar, con un gobierno largo se puede establecer, de una vez por todas, el nuevo modelo de financiación autonómica. Modelo que requiere de un amplio consenso y de la modificación de muchos aspectos de centralismo que aún perdura. Y tampoco esto se hace de un día para otro, pero sí es una política que puede beneficiar al bloque de izquierdas en las elecciones municipales y autonómicas.
En resumidas cuentas, si se asume el poder, aunque sea por sorpresa y sin nada preparado, que sea para ejercerlo durante el tiempo que queda de legislatura. Siempre y cuando la circunstancias lo permitan y no se genere una inestabilidad tal que pueda provocar la ruptura sistémica. Digamos que, salvo que la derecha española puede pasar dos años gritando e insultando, si al otro lado se producen acuerdos, diálogos, disputas, peleas y consenso, no hay motivos para convocar elecciones rápido. El establishment no puede aguantar tanto tiempo financiando tantos medios de comunicación en favor de sus partidos. Y menos ahora que no cuentan con los dineros públicos. Igual en estos dos años vemos desaparecer uno, dos o tres medios de comunicación. Por tanto, Pedro Sánchez debe aguantar los dos años que quedan no sólo por conveniencia política, sino por higiene democrática y educación ciudadana.