El PSOE podía considerarse hasta no hace mucho tiempo, digamos la irrupción del 15-M, como el verdadero baluarte en la construcción de una weltanschauung, una cosmovisión, de la izquierda. Su potencia intelectual y práctica (no hay que olvidad la necesidad de unir teoría y práctica) le hacía hegemónico en el seno de la izquierda. A veces, en los aspectos más éticos, y dependiendo del momento coyuntural, Izquierda Unida le hacía mella en el plano más ético. Por eso aquello de que el PSOE era el partido que más se parecía a la población española, se fundamentaba en esa cosmovisión, en esa hegemonía cultural que lograba transmitir. A veces sólo en la izquierda, a veces en todo el sistema. Hoy cualquier dilema planteado en una reunión de otro partido hace temblar los postulados que siguen manteniendo en el PSOE.
Ha sucedido no hace mucho, en que en la universidad de otoño de Podemos, una activista ha puesto en cuestión el sujeto mujer, esto es, ha pedido ampliar las fronteras del sujeto mujer para extender la lucha feminista a otras áreas. El escándalo ha sido enorme pues la teoría queer, que era latente pero no presente, ha logrado generar una pelea interna en el feminismo. Algo que ya venía cociéndose con posicionamientos en favor de legalizar la prostitución o los vientres de alquiler. Las feministas en el PSOE son abolicionistas y prohibicionistas en esos aspectos tan fundamentales del sujeto mujer (como la práctica mayoría de feministas adscritas a IU), pero desde Podemos han comenzado a erosionar esos postulados hegemónicos. Bien es cierto que dentro de la formación morada el debate es cruento, pero algo se va moviendo. Algo que aprovechan sectores no de izquierdas para quebrar el discurso hegemónico. Las mujeres del PSOE han sido las garantes y luchadoras por el feminismo desde hace muchísimos años. De hecho, gran parte de los avances en esta materia los han conseguido ellas, con el apoyo de todo el movimiento feminista eso sí. Hoy eso se pone en cuestión. En esta ocasión sus voces y sus justas reclamaciones, que son las de la mayoría del feminismo, no han “vencido” con rotundidad en ese aspecto de la lucha por la hegemonía cultural.
Esto no es más que un ejemplo de esa batalla que el PSOE está perdiendo día a día frente a otros postulados que provienen del activismo que se canaliza a través, principalmente, de Podemos. Curiosamente, como veremos, desde Izquierda Unida también se está logrando quebrar la hegemonía cultural del PSOE en un aspecto que fue clave, en tiempos, para esa fuerza cultural que manifestaba el viejo partido.
La hegemonía de lo diverso cultural.
Como bien explica David Bernabé en su libro La trampa de la diversidad actualmente la izquierda está más centrada en el debate de lo cultural, de lo diversos, de las identidades, abandonando lo que siempre ha sido su santo y seña, lo material. Como ya expresó en 1985 Adam Przeworski en su libro Capitalismo y Socialdemcoracia, los partidos socialdemócratas se han convertido en los partidos que apuestas por la eficiencia en la gestión de la parte política del sistema capitalista. Esto es, han dejado incluso de ser reformistas en sí, para ser los mejores en resolver los problemas. Y esos problemas del sistema les llevaron a abrazarse principalmente en las cuestiones de Justicia e Igualdad, olvidando la Libertad en gran parte (pero no es el tema de este artículo). Sobre esos dos pilares el PSOE, en el caso español, es sobre los que se construyó la hegemonía cultural de la izquierda en España. Izquierda Unida y diversos activismos debían adaptarse a esa hegemonía. Pero, en ese debate de lo diverso que tanto gusta al neoliberalismo porque no se pone en cuestión el sistema en sí, han irrumpido otras fuerzas políticas que impugnan y hacen mella en la hegemonía que dominaba el PSOE.
¿Qué es la hegemonía? Una construcción social que sirve para la dominación al estar compuesta de creencias, moral, percepciones, instituciones, valores o costumbres. Evidentemente, en este caso la hegemonía cultural de la izquierda es una construcción no sólo para canalizar las demandas propias, sino para impugnar la hegemonía cultural del dominador, que en este caso es el liberalismo/capitalismo. En términos marxistas diríamos, junto a Antonio Gramsci, que es una lucha dentro de la superestructura del sistema. O lo que es lo mismo, se debate sobre lo cultural, sobre la cosmovisión, pero sin llegar a atacar la base del sistema, las relaciones de producción. Actualmente el debate se apartaría de la estrategia gramsciana en sí, pero entendemos que ya hay un marco analítico suficiente para contextualizar lo que sucede.
Si lo material, lo que afecta a la base del sistema capitalista, queda fuera del debate, como siempre le ha gustado al liberalismo (y su secuela el neoliberalismo), el PSOE había sido el partido canalizador de las demandas de los distintos grupos que componen las luchas subalternas (hoy en realidad lo subalterno es lo material). El feminismo culturalmente gracias al PSOE que no sólo apoyó legislaciones contra la opresión del patriarcado, contra la violencia machista, sino que creó una serie de infraestructuras (las Casas de la Mujer) en todos aquellos ayuntamientos que gobernaba. De esta forma las mujeres fueron formándose, tomando conciencia de los mecanismos opresivos que pesaban sobre ellas y avanzaron en la lucha por la equiparación entre mujer y hombre. En ese sentido, la parte feminista de la hegemonía cultural se construyó sobre la base de las feministas vinculadas al PSOE (y en menor medida IU). Hoy esa hegemonía se ha puesto en cuestión, como ya dijimos, por colectivos que han adoptado otras posiciones. Se les tacha a las mujeres del PSOE más que de heroínas de carcas. De no saber avanzar, justo cuando las mujeres del PSOE sí están impugnando el sistema liberal-capitalista como mecanismo de opresión.
Lo mismo se puede decir de las situaciones que interpelan al movimiento LGTBi, aunque el lobby gay es muy transversal, al laicismo, al ecologismo o a los colectivos diversos de demandas coyunturales. En términos generales, la parte morada de la izquierda no sólo impugna sino que en ciertos terrenos está acabando con la hegemonía del PSOE.
Activismo vs. Institucionalismo.
Hace un tiempo escribimos que el PSOE no estaba en el debate de la izquierda. El PSOE no cuenta con “intelectuales orgánicos” y sus políticos y políticas, salvo raras y minoritarias excepciones, no tienen virtudes intelectuales suficientes para expresarlas en el debate público. Si a eso se les suma el error que ha sido entregar la formación de esos discursos para pelear lo hegemónico a Beatriz Corredor, José Antonio Rodríguez (el junillo), Iván Redondo o Santos Cerdán, el pánico debería haberse instalado hace tiempo en las bases socialistas. Lo más que les queda es Rafael Simancas. Todo esto es consecuencia directa de una decisión estratégica. El PSOE lleva tiempo instalado en lo puramente institucional. Se piensa en términos de poder puramente institucional, lo que descuida la parte cultural de transmisión hegemónica. Se cree, falsamente, que con sólo hacer más eficiente y eficaz el sistema para poder redistribuir y apoyar cualquier demanda en bases a la justicia ya está el problema resuelto.
Sin embargo, sus opositores tienen una estrategia doble. Utilizan las instituciones para tener un altavoz de las demandas diversas y, a la vez, hacen activismo. La regla de no estar más de dos legislaturas en un cargo público no es sólo por una cuestión democrática, sino para no quemarse. Todos en Podemos, y en IU todo hay que decirlo, son conscientes de que las instituciones son un instrumento poderoso pero no son nada sin la actividad en la calle. Allí donde les requieren, allí que acuden. Hay 2.000 o 20 personas. Pero es que a eso añaden la generación de libros o artículos de opinión en prensa. Y una buena batalla en redes sociales, que no es moco de pavo. El diputado Juanma del Olmo, por ejemplo, ha publicado un libro (La política por otros medios) interesante para los cuadros de un partido de izquierdas, porque no tiene mucho más recorrido, donde expone una cuestión clave en esto que estamos analizando: “El verdadero poder no está en forzar a alguien a hacer algo, sino en construirle sus preferencias”. Una máxima del marxismo clásico traducida a lo actual. Como decía Marx, las clases se constituyen en la lucha, no por un proceso espontáneo. Parafraseando se podría decir que la hegemonía se construye en la lucha y no por la mera acción institucional. Y eso lo saben bien en Podemos e IU. Se puede decir que en Podemos tienen suerte de ser más académicos, que lo son, pero no saben los esfuerzos que hacen en formación dentro de Podemos para que desde el obrero hasta el catedrático tenga numerosos conocimientos. Leen. Y leen mucho.
En el PSOE la formación es un lugar vacío de contenido y, como sucede en la gestión sistémica, buscando la eficacia del eslogan o el uso de redes sociales. No se manda leer, no se hacen resúmenes para la militancia como los que hacía antaño Luis Gómez Llorente. Como mucho comienzan a pasar artículos de Pablo Simón, que como todos saben es un mediático politólogo de la nueva generación que se dedica a decir que la globalización es compleja, que el capitalismo también se maneja en dictaduras como China y Rusia, que la clase trabajadora ya no es como se había pensado y demás cosas líquidas. Es de esa escuela española de la Ciencia Política que compara peras con manzanas para decirnos que salvo por ser frutas no se parecen en nada. Vamos pensamiento líquido sin profundidad. Porque claro que la globalización es compleja, eso lo sabemos desde los años 1970s como nos ensenó Niklas Luhmann. Claro que en una dictadura el capitalismo funciona, lo sabemos desde las dictaduras de Hitler, Franco o Pinochet (especialmente esta última que puso en práctica todas las propuestas de los Chicago boys neoliberales) como bien contaba Nicos Poulantzas. Claro que la clase trabajadora no es como antes, pero esto lo sabemos desde los años 1960s-1970s donde hubo numerosos análisis sobre la clase media o la clase trabajadora de cuello blanco, como trabajó Erik Olin Wright. Nada nuevo bajo el sol, pero sí cosas que no están en el debate de la izquierda europea. Al tomar la vía de lo institucional y abandonar lo formativo y cultural, se acaba externalizando el pensamiento y puede caer el cualquiera que escriba en El País. En vez de atraer a ese o esa intelectual al partido, se le compra su teoría sin verificación y tampoco se generan intelectuales orgánicos.
Mientras el PSOE se encomienda a cualquiera la labor intelectual y de lucha por lo hegemónico, el Podemos e IU son los propios políticos los que hacen activismo y pelean en lo hegemónico cultural. El libro Por qué soy comunista de Alberto Garzón hace más por el socialismo en España, por paradójico que pueda ser en un miembro del PCE, que los artículos de opinión de El País. Entre otras cosas porque, como sucede con el libro de Bernabé, se centra en la cuestión principal, el problema material. El cual también tiene su encaje en lo hegemónico cultural y donde el PSOE tampoco acierta a estar representado. Y Podemos muy escorado, todo hay que decirlo. El sistema capitalista disfruta de lo diverso y no le importa ceder a demandas culturales porque no afectan a su cuenta de resultados. Es más saca rédito económico con ello. Desde camisetas del Che Guevara hasta canales de televisión para feministas. Todo lo diverso sirve para hacer caja. Por eso es fundamental la lucha por lo hegemónico, para permitir que lo material no sea la lucha subalterna, sino que lo diverso, exceptuando el ecologismo y el feminismo que son luchas transversales, sea lo subalterno. Una razón de combatir por la justicia de ciertos derechos, pero no lo principal del combate. En esta batalla hegemónica cultural el PSOE está perdiendo de momento y es importante para la izquierda porque se está jugando la dominación ideológica, de momento en manos del capitalismo.
Post Scriptum. En el PSOE hay una sección de llamados Afrosocialistas, incluso en la ejecutiva hay un representante. A modo de ejemplo, ¿alguien sabría decir en cuántas ocasiones han acudido a CIEs para ver las condiciones en las que estaban las personas allí encerradas? Porque sí hemos visto a Maribel Mora o Teresa Rodríguez de Podemos. A esto nos referimos cuando hablamos de compaginar activismo e institucionalismo. No se puede crear hegemonía cultural si la parte de la diversidad africana, por ejemplo, no es activista a pie de obra. La hegemonía se construye en la lucha, nada más y nada menos. Y como en Podemos son más gramscianos intentan hegemonizar esa parte de la superestructura en disputa del relato cultural, ante lo que el PSOE no tiene réplica.