Siempre que los acontecimientos generan algún tipo de encono político, allí que van desde el PP a recoger firmas, a plantear mociones –las cuales no sirven para nada salvo para perder el tiempo, más cuando son por duplicado- y a sacar tenderetes en las calles para que se vea su activismo en favor de esta o aquella causa. En realidad, la principal excusa es sacar el tenderete y ponerlo en la calle para aparentar y para dar utilidad a esos “tratos” que se compraron utilizando –en algún que otro caso- los dineros de las diversas causas de corrupción. Recuérdese que los volquetes de putas eran de consumo privado y por ende no los ofrecen a todo el mundo.
Millones de firmas, siendo optimistas, que han sido recogidas durante los últimos cuatro años (por establecer un lapso temporal) y que… jamás se ha conocido el destino real y final de las mismas. Es algo así como las firmas que miles de militantes del PSOE entregaron contra la gestora allá por 2015-2016 y que llegaron a la agrupación de Alcorcón bajo supervisión de Miguel Arranz –según se ha contado profusamente- y que no se supo más. Las buenas gentes, erradas o no en sus apreciaciones, ceden sus datos y sus firmas para campañas que entienden necesarias pero en realidad jamás les cuentan dónde han acabado esas firmas.
No hace tanto estaban los peperos por toda España recogiendo firmas en favor de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado (que debe ser la quincuagésima vez que las piden para lo mismo), ahora se han lanzado a pedir firmas contra los posibles indultos a los secesionistas catalanes. De las firmas en favor de los agentes de los aparatos represivos del Estado no se ha sabido qué se ha hecho en realidad con ellas. Con las de los indultos se presupone que se entregarán en un juzgado, en la casa de Junqueras, en el parlamento europeo o en algún registro que pillen según van caminando por la calle. O, lo que podría ser más que probable, quedar almacenadas en algún sórdido sótano de la calle Génova esperando que alguien se acuerde que están allí. Incluso no se descarta que algún “funcionario de partido” momificado porque se olvidaron de él aparezca en unos años al lado de unas firmas ilegibles que podrían cambiar el rumbo de los estudios históricos por ser el único registro humano que quede en la faz de la Tierra.
También se podría pensar mal –como se rumió en los sucesos del PSOE- y pensar que gracias a esas firmas en el PP pueden llegar a hacer una especie de censo de personas que podrían ayudar al partido en manifestaciones, en movilizaciones para insultar a políticos del PSOE o el Gobierno, en pagar cuotas cuando lleguen las elecciones o cualquier otra idea surgida de los rizos de Teodoro García Egea. Incluso no cabe descartar que, tras hacer todo lo anterior, Pablo Casado concierte una sesión de fotos especial con El mundo (ya se sabe el BOE popular) y se haga unas fotos de tinte erótico-político en una bañera cubierto con las firmas. O que Francisco Marhuenda descubra que entre las firmas existe una que entronca con algún socialista. O que Eduardo Inda afirme que ochenta millones de españoles han firmado esos folios. Mientras tanto queda la duda, legal, de saber si actúan conforme a la legislación y los datos no son utilizados para ningún otro fin.