“Gobierno socialcomunista”, “El trifachito”, “Populismo”, “Bioideología”, “Marxismo cultural”, “Estado minotauro”, “Neofascismo”, “Diversidad”, “Reconocimiento de las personas”, “Nacionalismo etnicista”, “No hay alternativa” son calificativos o conceptos que vienen utilizando la dirigencia política española en sus discurso sin saber muy bien qué quieren decir. Se utilizan como lugares comunes, como intentos de establecer antagonismos que reduzcan la complejidad hasta la dinámica amigo-enemigo, mientras las posiciones ideológicas parecen moverse continuamente o directamente se afirma que no hay ideología alguna sino sentimientos o amalgama de demandas ciudadanas. Se confunden principios con estrategia y con políticas públicas en un totum revolutum que permite a la estructura de poder mantenerse sin mella alguna, cuando no fortalecerse. Dentro de esa maraña de posicionamientos claro que hay posturas ideológicas; relatos que reclaman cuestiones teóricas y éticas; sin llegar a la simpleza analítica de Esteban Hernández de hablar de dos derechas (una neoliberal y otra de la diversidad) hay mucho más dispersión ideológica como corresponde a un cambio de época. Un cambio que aún no se sabe qué puede deparar, pero cambio en el que todo torna más evanescente y espectacular por la acción de los medios digitales. Aun así claro que hay ideologías, de hecho hay una ideología dominante que impregna al resto de ideología o relatos (en aquellos casos donde se sitúan en la transversalidad) y las condiciona como es lógico.
¿Tienen los partidos políticos españoles ideología? Sin duda ¿Es ese posicionamiento ideológico que dicen defender concordante con la ideología que realmente expresan en sus discursos y plasman en sus acciones? Esto es otra cuestión que nos lleva hacia la negación en la mayoría de los casos. Autocalificarse de algo no supone que ese partido o grupo de personas sean lo que dicen ser. En muchas ocasiones incluso son algo distinto a lo que dicen ser. La autoubicación ideológica es parte de la política espectáculo, del juego de trileros políticos que suelen ofrecer unos y otras, pero no deja de ser una cuestión subjetiva que necesita confrontar con la objetividad de lo afirmado y lo hecho. No para constituir una tesis mediante un procedimiento dialéctico, sino para tener una base analítica que permita comprender si el discurso encaja con los principios que se dice encarnar y si estos son pisoteados por las acciones políticas en lo que constituirían una búsqueda de cierta verdad. Bien es cierto que desde los años 1970s todo el espectro político ha estado girando continuamente hacia la derecha. Desde la irrupción de la ideología neoliberal, en combinación del capitalismo financiarizado y la expansión globalizadora máxima (siempre ha existido algo de globalización), todas las posiciones de los partidos políticos han virado hacia la derecha. De ahí que en ciertos casos conservadores y socialdemócratas puedan hasta compartir defensas de ciertas políticas. Una mezcolanza que tuvo sus grandes hitos con la Tercera Vía (o el Nuevo Centro) y, más recientemente, la defensa de la Diversidad. Ambos casos no dejan de ser intentos de diferenciarse en el ámbito de lo subjetivo (o superestructural que dirían los marxistas) porque en lo básico parecen estar de acuerdo. No hay realmente posiciones políticas destacadas que sean antisistema.
Lo identitario-diversidad, sean nacionalismos, sean individualismos, sean indigenismos, ha asustado a los pocos liberales que quedaban, como Francis Fukuyama, tanto como para reubicarse en posiciones más conservadoras y pedir que las cosas no se acaben yendo de madre. Bien es cierto que estos teóricos quieren quedarse en un capitalismo con algunas reformas pero siempre con democracia liberal y un Estado soberano, no es una vuelta atrás al Estado de bienestar ni nada por el estilo, pero sí apoyan la cuestión ecológica y el problema de destrucción a medio y largo plazo que hay detrás. Tampoco las supuestas revoluciones andinas han sido algo más que un nacionalismo indigenista de defensa de la soberanía frente al poder imperial (que ya es suficiente). Se han apoyado en simbolismos de izquierdas porque carecían de referentes liberales y porque la izquierda occidental siempre ha sido muy de apoyar cualquier acción que molestase a EEUU. Pero el nacionalismo en sí no es de izquierdas, de hecho si algo ha hecho daño a lo largo de los años, casi siglos, a la izquierda ha sido el nacionalismo y su embobamiento con las cuestiones identitarias antes que las materiales. Los nacionalismos surgen porque hay nacionalistas y éstos suelen pretender ocultar sus intereses de clase mediante la cuestión identitaria. Ernest Gellner ya lo demostró a mediados del siglo XX.
¿Qué ideología tienen los partidos de derechas?
Comenzando por el lado más a la derecha del espectro político español, tenemos a Vox a los que unos califican como neofascistas y otros como ultraderecha. Ellos se califican como derecha valiente y neoliberal. La realidad es que son reaccionarios en lo moral, autoritarios en lo político y neoliberales en lo económico. De ahí que se les pueda calificar de neofascistas pues su Estado mínimo sería un Estado puro de represión de la clase trabajadora y en favor de la clase dominante. Un Estado mínimo del que utilizarían ciertos aparatos ideológicos para transmitir la moral católica reaccionaria, para coaccionar las mentes de las personas para que no intenten sublevarse y para “nacionalizar” la política que quedaría reducida a un partido dominante con algún partido más o menos social que serviría para dotar de cierto poso democrático al sistema construido. Sin alternancia política en sí porque se utilizarían todos los recursos estatales para impedirla pero que les sirva para parecer algo que no sería.
El PP es una mezcolanza de ideologías de derechas donde el peso mayoritario se encuentra en los neoliberales. Hay conservadores y algún que otro tradicionalista pero la mayoría de sus cuadros actuales son neoliberales. Defensa de la democracia liberal, un Estado cada vez más débil, apertura total de fronteras comerciales, desregulación de las relaciones laborales y una constante lucha de clases para la cual se valen de los aparatos represivos e ideológicos del Estado. Si mantienen la estructura estatal heredada de los tiempos del Estado de bienestar es porque de esta forma pueden implementar lo que David Harvey cataloga de “acumulación por desposesión”, o lo que es lo mismo utilizar los mecanismos políticos/legislativos para entregar a las empresas privadas lo comunal. Por eso Martínez Almeida regala a una fundación judía un edificio que iba a ser un ambulatorio. Por eso se regala suelo público al Opus Dei para que hagan negocio educativo. Individualismo puro y duro, negación de todo vínculo social salvo el nacional-patriótico. Hay algún anarcoliberal pero no son mayoría.
Ciudadanos son el mejor ejemplo de populismo del sistema. Individualismo y capitalismo encajado de la forma que sea en posiciones que aparentan ser más sociales o más liberales según el momento espectacular del sistema. En realidad les gustaría ser Vox pero sin olor a sotana. La democracia es un instrumento, sólo la nación tiene valores. Como acabarán siendo una corriente interna del PP, realmente no merece la pena gastar más tiempo en dilucidar si son liberales o no. No lo son se pongan como se pongan. Lean las columnas de Juan Carlos Girauta en ABC y compruébenlo.
¿Qué ideología conservan en la izquierda?
En la izquierda está el PSOE que realmente no es socialdemócrata sino más bien liberal. Felipe González ya se adhirió al liberalismo político y económico en su momento. El padre de la Tercera Vía completó el viraje a la derecha situando a su partido dentro del liberalismo. Un liberalismo comparable al continental donde se defendían las tres o cuatro columnas del Estado de bienestar pero en el resto se caminaba por la senda del capitalismo financiero y deslocalizador. Con José Luis Rodríguez Zapatero se añadió el poso republicanista que no deja de ser un liberalismo más humanista que el neoliberalismo. Defensa de la libertad como no dominación que se ha visto plasmado en la defensa de la diversidad, de la Justicia social de cualquier colectivo que se sienta oprimido (menos si se es de clase trabajadora), de nacionalismos y federalismo diversos e intentando utilizar el Estado para cierta redistribución de la riqueza. Lo mismo que defendía el partido liberal en los años 1960s en Alemania o Gran Bretaña pero adaptado a los tiempos. Pedro Sánchez sigue esa pauta con el añadido de la preocupación por lo ecológico. No es ni bueno ni malo que el PSOE sea liberal aunque siga vendiéndose como socialdemocracia avanzada, pero la realidad es que no cuestiona el sistema económico y político en ninguna de sus diversas transformaciones. Adam Smith, David Ricardo, Jeremy Bentham, James Mill, John Stuart Mill, Jean-Baptiste Say John Maynard Keynes o Amartya Sen son liberales clásicos que se han mostrado preocupados por las desigualdades crecientes del capitalismo. Cierto que hay socialdemócratas radicales o clásicos, incluso marxistas, en el seno del partido pero los cuadros actuales son prácticamente en su totalidad liberales. Producto todo ello, sin duda, por el desplazamiento del espectro político hacia la derecha desde hace años. Lo que ha provocado en el seno del partido disputas por cuestiones identitarias-nacionalistas, muy ajenas a lo que es la izquierda. Una evolución hacia el liberalismo que, paradójicamente, le mantiene en el mismo lugar en la percepción popular por el viraje ya comentando.
Podemos, dejando sus comienzos un tanto populistas, no son comunistas, ni nada por el estilo. En realidad son socialdemócratas radicales o clásicos. Defensa a ultranza del Estado de bienestar y potenciación del constitucionalismo como marco decisorio de la soberanía popular. ¿Esto qué significa? Que sabiendo que el momento de ruptura llegará o no, se puede transformar la sociedad y el sistema económico desde los aparatos del Estado. No son tan imprudentes de pensar, como hacen algunas personas, que el Estado es un ente puro y sin ideología. Bien al contrario saben que tiene una ideología (la dominante) pero que también hay intersticios en los que poder presentar batalla hacia la mejora de la vida de las personas. Una socialdemocracia humanista y culturalista que batalla contra el capitalismo con las armas de las que dispone. Dentro de esa defensa de valores republicanistas entienden también están extasiados por los nacionalismos periféricos, aunque hacen gala de un patriotismo estatalista que no entienden como incompatible con los otros. En las cuestiones más culturalistas se suman a las modas liberales que se exportan de la costa Oeste estadounidense. ¿Son comunistas en IU? Paradójicamente, aun estando el partido comunista en su seno, no lo son. Tras abandonar el leninismo y el materialismo histórico como mecanismo analítico están más cerca de la socialdemocracia que del comunismo. ¿Qué les diferencia de los otros dos partidos? Que en su discurso dicen defender a la clase trabajadora y las políticas de clase. La realidad es que no se diferencian mucho de Podemos en sí. Ni Pablo Iglesias, ni Alberto Garzón son revolucionarios, en el mejor de los casos esperan que algún día se produzca el acontecimiento y, tal vez, lanzarse a la completa transformación del sistema capitalista. Mientras tanto a cambiar lo que se pueda e impedir que el neoliberalismo domine como hasta la fecha. Y si para ello hay que sumar posiciones liberales y diversas no tienen problema en ello.
La derecha con apelar a las banderas o maldecir a la izquierda hablando de peligros insospechados consigue que las contradicciones posibles entre discurso, acción e ideología se noten menos. En la izquierda, sin embargo, es más complicado por mucho que “cabalguen contradicciones” o digan que hay que repensar la izquierda una vez más. Las bases de Podemos e IU seguro que son mucho más revolucionarias que sus élites y aguantan esas contradicciones por motivos estratégicos, personales o por seguir la moda. En el PSOE, con el proceso de desideologización que comenzó Rodríguez Zapatero con el fin de ocultar el salto al liberalismo político, las contradicciones son menos palpables porque se piensa más en términos de ostentación del poder que en términos ideológicos. En ambos casos el culto a la personalidad también sirve para pulir las aristas entre ideología que dicen representan y realidad de acción o discursiva. Impugnar el sistema siempre será mejor que no hacerlo, el problema es que al carecer de proyecto (utopía) claramente diferenciado estructuralmente de la derecha, se puede producir lo que viene pasando en el entorno europeo, que la ultraderecha pueda hacerse con el apoyo de fracciones de la clase trabajadora para obtener una mayoría social y política. Se sabe que la clase media, como demostró el fascismo del siglo XX, acaba solicitando mano dura si hay mucha inestabilidad (por eso no se quejó casi nadie de la ley mordaza realmente), pero hasta la fecha la clase trabajadora había sido fiel a los partidos de izquierdas. Había sido… Lo bueno de la situación española es que, si las fracciones más liberales que están parapetadas en la izquierda se encuentran controladas (lobby gay, lobby financiero, fracción economista, etc.), se generará un aura de que la izquierda gestiona mejor en favor del pueblo más allá de banderas y demás escondrijos simbólicos que suele utilizar la derecha. Por ello cuantas menos contradicciones mejor… y explicar las acciones de gobierno. Mientras tanto a esperar que llegue el momento revolucionario.