El debate sobre la mujer en el seno de la Iglesia se viene produciendo, al menos, desde el Sínodo de los Obispos de 1987 en el cual se conmemoraba el Concilio Vaticano II. Ya en aquel tiempo los Padres insinuaron en sus debates que el papel de la mujer dentro de la Iglesia debía cambiar. Así lo aceptó el pontífice Juan Pablo II que en su exhortación apostólica Christifideles Laici hablaba de la misión de hombres… y mujeres en completa igualdad de derechos y deberes. En aquellos tiempos el movimiento feminista era tan potente como en la actualidad, aunque es cierto que se estaba preparando la escisión deconstructiva, queer o woke avant la lettre.
Ahora, con un signo de los tiempos un tanto diferente, el papa Francisco apuesta por continuar la senda marcada por los anteriores pontífices. Apertura de la Iglesia a la mujer en aquellas responsabilidades que no están bajo el sacramento del orden. Ha dicho por activa y pasiva que no habrá sacerdocio femenino, pero no excluye la diaconía. Esto ha enervado a las ramas más cristocarcas —se prefiere el uso de este neologismo porque hay tradicionalistas que se extrañan pero tampoco son completamente contrarios—, las cuales han olvidado que las diaconisas existieron hasta la mitad de la Edad Media, aproximadamente, y fueron abandonando esas funciones en favor de otras.
No hace falta abrir ese melón en este momento para observar que, más allá de la incorporación de la mujer a diversas funciones eclesiales, a estas personas lo que les molesta es la mujer en sí. No se sabe si es un pétreo patriarcado o directamente misoginia, pero la antropología católica ha avanzado mucho más de lo que han podido asumir intelectual y personalmente. No puede ser que la diócesis de Almería prepare unos mensajes especiales para las misas de que coincidían con el Día Internacional de la Mujer (trabajadora) y salen cual hienas a la carroña. Más cuando esos mensajes coinciden con la doctrina que han defendido Juan Pablo II, Benedicto XVI y el actual ocupante de la cátedra de Pedro.
¿Les parece bien a los cristocarcas que exista la brecha salarial (el presidente de la CEE Luis Argüello lo ha denunciado, por cierto)? ¿Les parece bien que ciertos maridos les den golpes hasta casi matarlas? ¿Les parece bien que existan los techos de cristal? ¿Les parece bien que deban asumir todo el trabajo en la casa además del suyo propio? ¿En qué momento Jesús dice algo en los Evangelios sobre la inferioridad de la mujer? Sobre esto último lo mejor es leer un texto que se publicó no hace mucho bajo la coordinación de Tomás J. Marín Mena ¿Un futuro sin Cristo? Voces de una generación (PPC) y en especial el capítulo dedicado al Feminismo y escrito por Curín García Calvo (religiosa de Jesús-María), o volver a las sagradas escrituras.
¿Qué problema tienen? Desde luego hay una posición intelectual de una antropología teológica arcaica (podrían haber leído el texto de Angelo Scola y editado en BAC) y muy alejada de la propia doctrina de las últimas décadas. Achacan al feminismo, en parte con razón, que ha traído una bajada en la natalidad, el aborto y… aquí ya empiezan a desvariar. ¿Existe una clara correlación entre feminismo y bajada de natalidad o existen otras causas (por ejemplo, la económica o la antropología capitalista) que inciden tanto o más en ese hecho evidente? La bajada de la natalidad es multifactorial pero tampoco el tener hijos e hijas como si no hubiese un mañana es una obligación. Dios dijo creced y multiplicaos pero no indicó el número concrecto de descendientes. Entra ahí el libre albedrío y las cuestiones materiales que siempre tienden a olvidar estos cristocarcas.
El problema es que maliciosamente asemejan el feminismo a la ideología de género. Sí maliciosamente porque deben conocer perfectamente que no es lo mismo. Chantal Delsol (católica y conservadora) ha explicado las diferencias en todas sus obras (incluyendo Populismos editado por Ariel). En las diferentes Conferencias episcopales se han expuesto las diferencias. Aunque paganista, un autor tan conservador y padre de la nueva derecha como Alain de Benoist ha dedicado un libro a las diferencias (Los demonios del bien, Editorial EAS). No pueden no conocerlo y mezclan churras con merinas sin ningún pudor. Esto en digitales católicos menores o en periódicos que se dicen católicos y participados por asociaciones laicales muy conocidas. Y no, no es lo mismo el feminismo que la ideología de género.
La misoginia se destila por sus poros cada vez que hacen algún tipo de comentario donde hay algo que es más o menos feminista, que es más o menos acorde al Concilio Vaticano II, que es más o menos distinto a la ideología católica que han creado y que cada vez se aleja más de los evangelios. Al igual que existe un pluralidad dentro de la Iglesia, por lógica, porque Dios llama a cada uno por su nombre, existen distintas visiones sobre la antropología católica. El problema de esto es que siempre se están quejando de las pocas vocaciones y de la escasez de fieles cuando son muchas veces la transposición de ideologías, en muchas ocasiones ajenas al evangelio por ser generosos, al credo católico lo que impide el encuentro con el gran acontecimiento que es Jesús.
Transforman el amor, la misericordia o la caridad en algo oscuro. Ahí tienen las críticas que han dedicado a monseñor Argüello por alegrarse de la legalización de muchos inmigrantes que llevaban años en España. No han entendido los signos de los tiempos desde hace muchos, demasiados igual, años. La mujer, según el evangelio, es igual al hombre, en derechos y deberes. Si por algo fue el cristianismo revolucionario en su tiempo se debe a la igualdad de todos los miembros de la comunidad. No es posible la comunión si hay “otros” de segunda categoría. No es posible hacer Iglesia si algunos sarmientos de la vid son desechados siempre.