Debe existir algún nivel, alguna magnitud, que marque la posibilidad de dimisión de Pablo Iglesias. Porque, salvo que sean masoquistas, no se entiende que elección tras elección bajen escaños, alcaldías y concejalías y nadie asuma alguna responsabilidad, por pequeña que sea. Esas caras de pena elección tras elección detrás del dirigente máximo y señor todopoderoso de Podemos son significativas de una realidad que jamás se acaba asumiendo. Al final las culpas nunca son del propio partido sino de cualquier señor o señora que pasaba delante de la sede en ese momento, cuando no del empedrado. Ni un análisis sobre la realidad y no sobre los deseos. Un análisis mínimo serviría para que sus menguantes votantes supieran qué piensan sus dirigentes sobre lo acontecido. Pedir autocrítica se antoja excesivo visto lo visto, pero al final se la están haciendo esos mismos votantes a los que ningunean constantemente.
Fíjense bien que en todas las elecciones se repite el mismo patrón de acción de Iglesias y su menguante troupe morada. Los primeros en salir para captar el primer impacto televisivo, sin análisis de la realidad y sí con la petición de cargos y prebendas al PSOE. Desde su primera aparición, dijeron los intelectuales orgánicos del régimen morado, estelar no se han parado a explicar algo, sólo pedir ministerios casi con nombres y apellidos. Daba igual con setenta diputados, con cuarenta o con treinta y cinco. Menguan los apoyos pero la soberbia en la petición se mantiene a lo largo del tiempo. Ni una sola referencia al programa común, que sería la única base posible de un acuerdo. Nada de programa porque no les interesan más que los cargos y esos bien que los piden constantemente y a toda hora. Adelantando, además, el pecado que sufrirán si no le dan esos cargos o la estrategia inventada de pactos con la derecha. Fíjense que siempre Iglesias pide, ¡perdón!, exige sus ministerios (para su pareja y él en primer lugar), luego dice que es una obligación dárselos si se quiere ser de izquierdas y finalmente afirmar que la realidad es que Sánchez quiere pactar con el PP. Luego la realidad, que es tozuda, confirma que es todo una gran mentira. Pero siempre sale a marcar territorio, algunas personas dirán que como los perros orinando, con exigencias y mentiras.
Cuando llegan a observar que la realidad les señala y que esos 35 diputados, que es perder más de la mitad de los apoyos que se tenían hace poco menos de cuatro años, es una bajada, aparecen los “intelectuales de la verdadera izquierda” y sus foliculares mediáticos. Así, Juan Carlos Monedero lanza un análisis, sin datos porque el populismo no necesita datos, culpando a alguien o algún estrato de la sociedad como método de disipar la derrota y el fracaso y es reproducido por las redes controladas por Juanma del Olmo. ¿Recuerdan cuando se culpó a los pensionistas en la repetición de 2015 cuando ya se veían desplazando al PSOE? Fue una turra constante contra ese estrato social llegando a pedir incluso que les retirasen el voto y se lo diesen a los chavales de 16 años (más fáciles de engañar por carencia de formación y experiencia vital). En las últimas elecciones la culpa era de ciertos estratos de la clase trabajadora que, no sabiendo entender el mundo, se habían dejado engañar por Pedro Sánchez y el apoyo mediático del establishment (justo cuando ellas y ellos copan todos los días y todas las horas las televisiones, con el añadido de contar con uno o dos periódicos de uso exclusivo a sus posiciones, eso sin contar ramificaciones y minoritarios). Ahora, Monedero y demás ecuménicos del podemismo han dicho que la culpa es de Íñigo Errejón “el traidor”. Y así llevan un día de turra y ataques cuando saben que están manipulando. Y si no lo saben es que no son tan listos como decían que eran.
Es interesante hacer un pequeño inciso sobre las críticas. Como pasó con Indra, a la que acusaban de quitarles ¡¡¡1,5 millones de votos!!!, Errejón es un ente malvado que les ha quitado sus votantes. Parten de una premisa falsa. Monedero y demás manipuladores mediáticos cuentan como propios votantes que, puesto que han cambiado de opción, muy suyos, muy fieles, muy encantados no estarían con “amado líder”. Si alguien que antes votaba a Podemos ahora vota a Más País por algo será y ese algo es lo que jamás admitirán. Al ser gramscianos caen en los mismos errores teóricos y prácticos del pensador italiano, todo lo subsumen en ellas y ellos como centralidad, como hegemonía, sin prestar atención al verdadero motor de la acción. ¿Esto qué significa? Que jamás aceptarán que ya no les quieren ver ni en pintura algunos votantes. Esa realidad, esa dura realidad, esa dura materialidad, no la quieren ver o la ven y la esconden que es casi peor. Enfrascados en su mundo superestructural, en su mundo de lo ideal, se ven como los únicos, como los verdaderos, cuando elección tras elección las personas del común toman conciencia de que ni son puros, ni verdaderos (en términos badousianos). Esta realidad la invierten en Podemos y nos quieren hacer ver que la realidad es que la mayoría es la que está equivocada y carece de conciencia de lo bueno, de lo ideal, de ellos y ellas. Hace tiempo que habían perdido esos votantes, como los perdieron antes PSOE e IU. El procedimiento democrático liberal tiene estas cosas. En el mundo imaginario de Podemos no hay estas contradicciones, ni hay escisiones, todo es perfecto y en el trono central se sienta Iglesias.
Como se muestran incapaces de hacer una mínima reflexión, y eso que Alberto Garzón lleva repensando la izquierda cuatro años, hay que preguntar con crudeza ¿cuál es el nivel mínimo de escaños en el que considerarán en Podemos que Iglesias y sus menguantes edecanes deben dimitir? Sería interesante que diesen la cifra para que el común de los mortales tuviese alguna certeza respecto a Podemos, ya que hasta el momento sólo tiene dos: son puros y quieren cargos. Ramón Espinar también ha dicho algo similar, sin pedir responsabilidades pero sí solicitando pararse a pensar qué pasa, por lo que ha caído en un nuevo anatema. ¡Cómo se atreve a criticar las decisiones de “amado líder”! O igual es una estrategia para acabar con parte de la izquierda, como dicen algunos conspiranoicos, apoyados por George Soros y la burguesía catalana. O igual es que apoyar a la burguesía catalana, a la vasca y todas las propuestas magufas del mundo mundial les hace pasar por cualquier cosa menos personas de izquierdas. La bohemia burguesa es lo que tiene. Salvo honrosas excepciones (Mayoral y García Sempere) el resto de candidatos y electos parecen sacados de los despojos de la pequeña burguesía. Por comportamiento y pensamiento. El día que sepamos cuál es el nivel de ridículo mínimo que están dispuestos a aceptar Iglesias y su corte del idealismo burgués se podrá pedir su dimisión con conocimiento de causa. Ahora se pide que dimita por sus constantes fracasos, pero no habitamos en su mundo ideal y perfecto e igual no captamos bien el significado de fracaso. Lo que es seguro es que parecen trabajar para la clase dominante y contra los intereses de la clase trabajadora.