«¿Qué tiene la Zarzamora, que a todas horas/ Llora que llora por los rincones?/ Ella, que siempre reía/ Y presumía de qué partía los corazones», el famoso estribillo de Quintero, León y Quiroga se puede aplicar a todo lo que lleva rodeando esta temporada al Real Madrid. Algo que se reflejó fácticamente en la petición de Florentino Pérez a Rafael Louzá, presidente de la RFEF, sobre los árbitros. Por supuesto, le sigue ese enorme coro de turíferos que compone en nacionalmadridismo mediático.
El verdadero aparato ideológico llora como la zarzamora y llega a preguntar si los supuestos malos arbitrajes son consecuencia de no aceptar el colectivo arbitral los llaveros, banderines y camisetas que antes regalaba el equipo blanco. Son tan ineptos que confiesan que el Real Madrid siempre hace comprar a los árbitros en España. Ya contó Iturralde González las presiones del propio ser superior, pero nunca habían estado tan cerca de admitir la coacciones, sean emocionales o mediáticas, que se hacen desde la Castellana. Los más tullidos mentalmente siguen con el negreirato —bastante tiene Enríquez Negreira con acordarse de subirse la bragueta después de mingitar como para hacer otras cosas—.
Llevan llorando como la zarzamora de toda la vida en buen seguimiento de aquel dicho «quien no llora, no mama». Aunque ahora maman sin necesidad de llorar en algunas ocasiones. ¿Piensan ustedes que una expulsión (que pudo ser) condiciona un partido en el que los delanteros fallan más que una escopeta de feria? Estos son los mismos que le ríen los pellizcos en los pezones o los dedos en el culo del “loco” Rüdiger, o callan ante las clavadas de tacos o las patadas en los dídimos de Endrick, o hablan de saber de fútbol cuando Carvajal mete un empujón por la espalda. O tienen más cara que espalda o tienen problemas cognitivos, no hay otra. Porque se podría pensar que hay un problema de jugarse el sueldo, pero habiendo tantos y tantos en medios y redes es porque deben tener algo en común que no sucede en otros equipos.
El análisis futbolístico no existe en la caterva nacionalmadridista porque nunca les ha interesado o saben perfectamente que ahí está realmente el problema. El equipo de la zarzamora juega con un 4-2-4. La celebrada MBGHTCDUV de los doscientos mil goles y asistencias descompone cualquier equipo si detrás se tiene a Valverde y Ceballos, o Camavinga, o Modric —al que han dejado de dar los batidos nutricionales no vaya a ser que pase a mejor vida antes de tiempo— y nadie más. En defensa es verdad que las lesiones se han cebado con el equipo pero claro teniendo a Vallejo (sigue en el equipo aunque ustedes no lo vean) y a risitas Lucas Vázquez y a Tchouameni de ¿comodín? la seguridad desaparece. Entre que el uruguayo corre como pollo sin cabeza y Bellingham, que debería hacer algo en centro del campo, está en esa zona indefinida que es una no-zona de creación, pasa lo que pasa.
Las primeras culpas son para Carlo Ancelotti, al que buscan sustituto desde hace un año, pero tiene lo que tiene: seiscientos mil delanteros y medias puntas, cuatro defensas y jugadores indefinidos pero que corren mucho, y a la afición del equipo zarzamora ya se sabe que les gustan los que se pegan carreras sin sentido. ¿Quién ficha? El ser superior. ¿Quién decide la composición de la plantilla? El ser superior. ¿Por qué no fichan defensas y centrocampistas? Porque no venden camisetas. Y si alguno de los que has fichado te sale rana ¿a ver cómo amortizas los cien millones por un tipo que no sabe pegarle al balón?
Las culpas nunca van hacia Florentino Pérez que es quien hace y deshace, prefieren hablar de conspiraciones arbitrales antes que carencia de fútbol. Los Isidoros son así. Han vivido muy bien gracias al acierto con Kroos y Modric, pero ahora que no están no hay forma de organizar un equipo. Cuando muchos aficionados afirman que el equipo juega mejor sin Vinicius están confesando la ruina táctica. No es que la ausencia del Ghandi brasileño remita a algún lastre suyo sino que Ancelotti puede meter a alguien que haga algo, aunque sea molestar, en el mediocampo y se nota menos desbarajuste. No es culpa de los árbitros sino del palco, pero es mucho mejor llorar por las esquinas y hacerse la víctima en esta postmodernidad del victimismo falso. Y que si se apunta al palco sí que se juegan el sueldo… a ese nivel mafioso están.