Cuando el diablo se aburre mata moscas con el rabo. Algo así le sucede a la clase política. No tienen otras cosas en qué preocuparse que en joder la vida de las personas en circunstancias ya no excepcionales. Inventan reglamentos o leyes sin mirar la realidad social y pensando que todo el mundo vive en el mundo artificial de la política espectáculo -¿saben que existe legislación donde a usted se le obliga a comunicarse con la administración digitalmente y con setecientas aplicaciones sin haberle preguntado si tiene un móvil siquiera o la calidad del mismo?-. Eso ocurre con el fútbol, especialmente, y con otros deportes en general. Como sólo conocen los gimnasios de bicis estáticas –más baratas que las del ministro Marlaska– y hacer senderismo, el resto de los mortales no pueden disfrutar de sus deportes favoritos.
El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud acordó que en los estadios de balompié sólo puedan entrar las personas hasta completar un 40% del aforo. Un acuerdo que la ministra incompetente Carolina Darías estuvo a punto de hacer aún peor pues pretendía fijar un número de personas sin tener en cuenta la capacidad del estadio. Lo curioso es que siendo en abierto, al aire libre, el aforo esté condicionado un 10% más que las personas que entrarán en los pabellones deportivos (techados) para ver baloncesto, un 30%. Estos son los aforos que podrán ser rebajados por los y las mierdecillas que ocupan las consejerías de sanidad en las respectivas comunidades autónomas. Así que podría darse el caso de que en Andalucía, como ha pasado con amistosos, sólo hubiese un 20% o un 30% del aforo.
El año pasado casi todo el mundo tenía claro que sin vacunas y con el Real Madrid de obras en su estadio no entraría nadie, pero la situación ha cambiado drásticamente. No hay evidencias empíricas que desaconsejen el 100% del aforo si se compara con los vagones de metro, tranvía o tren sin separación; si se compara con conciertos o festivales musicales; si se compara con empresas; si se compara con ministerios (mientras no sea a la hora del café); si se compara con los centros comerciales; si se compara con cualquier otro país de nuestro entorno donde el cupo de espectadores es el 100% o casi. Tampoco tiene sentido en tanto en cuando la población con la pauta completa de vacunación es del 60% (descuenten a los menores de 14 años y les saldrá un 74%), muy por encima de otros países que sí permiten aforos completos o casi.
Cierto que una persona vacunada no está libre de contagiarse, también en verdad que el efecto es muy menor en los vacunados. Pero tampoco nadie está libre de no contagiarse de gripe común u otras enfermedades infecciosas y no por ello se cierran los estadios. El problema es que la clase política, da igual el nivel en que se sitúen, piensa que los españoles, así, en general, son gilipollas, son menores de edad, son incapaces de discernir el peligro del coronavirus. Sólo esas personas elegidas –por ellas mismas en procesos de cooptación de élites- que ocupan cargos públicos tienen la verdad de su lado. Como diría Hegel, si viviese en estos tiempos, tiene la clase política una parte de la verdad absoluta, pero sin proceso dialéctico no se llegará a ese absoluto verdadero. Y sin la parte dialéctica de las personas del común, que tienen una verdad tan verdadera y absoluta como la de la clase política, no hay avance alguno. Se transforma le proceso en prohibición.
En España pueden llenarse los estadios perfectamente al 100% (aunque con algunos precios de entradas eso no ocurrirá) si así lo deciden las personas libremente. No hay ninguna situación sanitaria distinta a la que existe en un centro comercial, por ejemplo, por la que no se puedan llenar. Más cuando es al aire libre. Prohibir o situar el límite en el 40% es algo incomprensible. O es miedo, de ahí que se les pueda calificar de mierdecillas que no saben ni por dónde les vienen; o es experimento social autoritario, que ya saben que no hay nada peor que dar un gorra a un tonto para que se crea general; o es alarmismo, como el que tenían cuando la afición del Atlético de Madrid decidió reunirse fuera del Metropolitano y el José Zorrilla para animar a su equipo las dos últimas jornadas y lo mal que les sentó que no se provocase ningún tipo de brote; o es que son (pongan aquí su grosería) sin más.
Respecto a otras actividades fundamentales de la vida de las personas, donde no hay limitaciones, no hay un porqué, salvo que se ha envalentonado esta decadente e inútil clase política y se creen en el derecho divino de prohibir por su propio placer. Como dijo alguien – hay duda si Sacchi o Valdano- el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes y sin esas cosas menos importantes pero vitales se encabrona a las personas de forma gratuita. Igual algunos y algunas de esa clase política se vean en las filas del paro por no dar importancia a ciertas cosas. Dejen a la gente vivir en paz.