No piensen que Jesús de Nazaret ha vuelto a hacerse carne para aparecerse al político del PP –aunque dado su nivel de invención capaz sería de afirmarlo-, no. El título del artículo tiene que ver con la constante e incomprensible actuación, ahora que se cumplen tres años de alcanzado el poder en el PP, de su presidente: Pablo Casado. Sí se asemeja al apóstol cristiano, san Pedro, en que parece siempre estar huyendo de su destino. En el caso del apóstol fue morir crucificado boca abajo (por propia petición según cuenta la leyenda), en el caso del actual dirigente pepero no se sabe si será la crucifixión o el suicidio. Porque lo que no parece tan claro es que llegue al éxito que busca la derecha española.
Esa capacidad de mentir sin ruborizarse le puede parecer a él mismo increíble, el problema es que el resto de las personas no son tan idiotas como para creerse las mentiras. Ayer mismo, mientras recordaba la efeméride de su victoria, volvió a mentir en una frase en la que no dice ni una verdad: “Hoy hace 3 años fui elegido por primarias presidente del PP. Entonces éramos la 3ª fuerza y hoy ya somos la 1ª, hemos unido el partido, consolidado nuestro poder territorial y recuperado la hegemonía electoral del centro derecha”. En la frase en negrita afirma haber sido elegido por primarias, algo que es completamente falso, pues logró hacerse con el poder tras un pacto de perdedores en la “convención”, ya que el voto de la militancia fue primeramente para Soraya Sáenz de Santamaría. ¿Qué lo costaba decir que el congreso o convención del partido le eligió? Al ser el mecanismo democrático que han elegido en el PP no hay deshonra alguna en ello. El sentimiento de inferioridad le puede y le hace caer en la mentira en algo absurdo.
La frase en versalita también es mentirosilla. El PP estaba unido cuando Mariano Rajoy perdió la moción de censura –José María Aznar cabreado no es desunión sino exceso de egocentrismo-, no había nada que unir y los versos sueltos siguen siendo los mismos (Alberto Núñez Feijóo, por ejemplo). Si hubiese dicho que se han ido renovando las caras tendría más sentido que mentir, como también es mentira que el PP no tuviese consolidado su poder territorial. Salvo la victoria en Andalucía (en la que nada tuvo que ver Casado), el resto ha quedado más o menos como antes. Lo peor es lo de “recuperar la hegemonía del centro derecha”. ¿En qué momento no ha sido el PP el principal partido en esa área? Con Rajoy siempre lo fue y si ha caído algo ha sido, precisamente, con Casado al mando. Una mentira tras otra que debe tener algo inconsciente referido a un sentido de inferioridad, como se dijo antes, o a un problema real, lo que sería más grave, de mitomanía. Sí, Casado tiene todos los rasgos de un mitomaníaco.
Normal que en su día a día acabe dando saltos en el aire y, como sucedió ayer, acabe apoyando –para enfado de toda la derecha de la calle- la obligatoriedad de las mascarillas en la calle. Toda la pandemia hablando de libertad para ponerse, al final, a la cabeza de las restricciones. Alguien que quiere ser presidente del gobierno no puede basar toda su acción política en oponerse a todo lo que diga el gobierno, sea bueno o no para el país. A nadie en su sano juicio se le ocurriría acudir a ver a la presidenta de la Comisión Europea para dificultar la llegada a España de los fondos europeos para la recuperación post-pandémica. Normal que Arias Salgado calificase al neerlandés Rütter como “hijo puta”. Pues tan “hijo puta” había sido el propio Casado antes.
No puede vivir con el cagancho todo el día por si en Vox hacen o dicen algo y le quitan tres votos. Una vez hundido el proyecto de cierta parte de la clase dominante de Ciudadanos, su misión sería no asustar al electorado más moderado. Ese que vota al PP o al PSOE, ese que da las victorias electorales por acción u omisión (se abstiene). Pues a Casado le da igual porque no hace más que tirarse al monte asustando a buena parte del electorado que dio la mayoría absoluta a Rajoy. Ese sentimiento de inferioridad le hace buscar el protagonismo de los medios de la derecha, que están escorándose a posiciones ultras, y por ello si hay que reírse con tonterías como que en 1936 no hubo un golpe de Estado, así lo diga un indocumentado como Ignacio Camuñas –tiene gracia cuando afirma que no le importa lo que digan otros historiadores, cuando él ¡no es historiador!-. Si entra a ese juego, tipo “comunismo o libertad” que permite a la izquierda lanzar sus soflamas antifascistas, al final se va a quedar sin posibilidad de ganar. Porque si en la izquierda (como se demostró en las elecciones madrileñas) la mayoría observa estupefacta esas tonterías, en la derecha también hay muchas personas que quedan absortas.
Con el juego ese de dividir entre buenos y malos (la explicación de Daniel Bernabé para el discurso de la derecha que divide entre españoles y no-españoles es correcto y válido para la izquierda también) Casado puede lograr que los más asalvajados le voten pero perderá a los moderados que son mayoría en España. Y lo que es peor no ayuda a la defensa de los principios constitucionales y los valores democráticos. Cuando Pedro Sánchez ha actuado de forma un poco contraria a esos valores han aparecido numerosos intelectuales y ex-dirigentes a calmarle un poco porque saben que, por muy mala que les parezca a algunos, la democracia actual es lo mejor que ha tenido España en toda su historia (lo del Imperio no estuvo mal, pero sólo sirvió para costear guerras religiosas). Lo curioso es que cuando Casado se echa al monte, le jalean desde la derecha poniendo en riesgo la confianza en las instituciones. No se puede ser constitucionalista y no acordar la renovación del CGPJ por motivos espurios o electoralistas. Que luego Sánchez cruza alguna línea roja, pues se dice y se señala mientras se levanta de la mesa. Lo curioso es que se tengan cerrados la mayoría de nombres y se evite la renovación para no dar a Vox uno o dos vocales de la cuota de la derecha. No por repulsión ideológica, sino por puro partidismo.
Al final, españoles de cualquier ideología están cogiendo mucho asco a la política. Una dictadura no llegará a estas alturas de la historia, pero la desafección continuada (ahí tienen el ejemplo francés o el italiano) puede generar problemas graves de convivencia -algunos se están viendo ya y otros se han visto antes-. Al no poder hacer política económica distinta, los partidos se dedican a pelear y dividir para conseguir un apoyo emocional sin pensar en las consecuencias. Ahí el papel de un político liberal sería escapar de esa confrontación y denunciar todo lo que se haga mal, el emotivismo y ofrecer una alternativa real, pero que no sea una cada día. Casado carece de esa capacidad, tanto en su vertiente intelectual como política, porque no es más que un político de aparato. Lo que ha podido ser exitoso en Madrid una vez, puede no valer para el resto de España y para la propia Madrid una segunda ocasión (aunque como no existe oposición…). De todos los políticos que ha presentado la derecha en democracia (incluyendo la IIª República), sin duda Casado no sólo es el más incapaz, sino el más destructivo por carecer de sentido de Estado.