“En relación a las informaciones publicadas acerca de un control de seguridad aleatorio sobre detección de explosivos en el aeropuerto del Prat de Barcelona que afectó a Albert Rivera, Ciudadanos (Cs) aclara que el presidente del partido siguió en todo momento la instrucción de la Policía Nacional en dicho proceso. Una vez pasado el control de seguridad, los policías nacionales que acompañaban a Rivera se identifican ante el vigilante y le da instrucción de dejarle continuar bajo su responsabilidad. Rivera cumplió con las órdenes indicadas por criterio exclusivo de los agentes y nunca se ha negado a detenerse en ningún control cuando ha sido requerido para ello. Por tanto, se trata de una cuestión que depende del criterio y la autoridad, exclusivamente, de la Policía Nacional”. Este es el comunicado que emitió el sábado por la noche el equipo de prensa de Ciudadanos respecto al incidente de Albert Rivera en el aeropuerto de El Prat.
Pues ese comunicado no lo habrán visto en ningún medio de comunicación, salvo en Diario 16 y La Vanguardia. Ni ese comunicado, que cada cual puede valorar como quiera, pero que explica parte de lo sucedido, ni nada por el estilo habrán leído en los grandes medios de comunicación. Da igual que sean de derechas (más lógico que lo ocultasen), que de supuesta izquierda. Nada. Silenzio Stampa. Ni para bien, ni para mal. Ni los más amarillistas y propensos a sacar este tipo de noticias cuando afectan a un dirigente político de otros partidos han dicho esta boca es mía. ¿Por qué todo este silencio ante una información que no se había explicado hasta el sábado a la noche, y gracias a que catalanes la publicaron y algunos estatales la reprodujeron? Si como se afirma en el comunicado fue todo tan sencillo, que mejor forma que hacer el desmentido de la noticia. Pero no.
Que haya unos trabajadores que deben ir a comisaría para testificar por una denuncia presentada por los escoltas de Rivera demuestra que bronca hubo. Por lo tanto es reseñable porque deja en muy mal lugar al dirigente naranja que tanto dice ser como los españoles y españolas que siempre ve. Entonces ¿por qué ese silencio? Porque se producirían bromas por el tema de las drogas. Las redes sociales le señalan constantemente como consumidor de estupefacientes, pero no dejan de ser bulos y bromas de las demás personas. También se habla de prostíbulos gays del suegro de Pedro Sánchez. No son más que bulos y gracietas de las redes sociales. Sin embargo, que un político quiera estar por encima de la ley ya no es broma.
En todas las redacciones llegó la noticia, pero los grandes medios del establishment no quisieron alimentar a la coalición de izquierdas. Buscaron proteger a su “mirlo” electoral. No hay que desviar la atención de los ataques a Pablo Iglesias y a Pedro Sánchez, “esos dos grandes traidores a la patria”. Una patria que es más bien los bolsillos de la clase dominante. Por eso se dice que Iglesias traiciona a España y está gordo (sí, esa es la gran noticia de uno de esos digitales de la caverna). Y que Sánchez arruinará a España y que se junta con la corrupta Susana Díaz. Vamos lo normal en la caverna mediática. Para ello, para que ese mensaje cale y permee en las cabezas de las masas, los cavernarios no se pueden permitir distracciones contra uno de sus muñecos políticos. Rivera no puede quedar como un elitista, sino como el típico chaval de clase media, muy español y que hace frente al populismo (cuando no hay mayor populismo que el mensaje de Ciudadanos).
Como ha pasado con algunos escándalos de Juan Carlos de Borbón en el pasado, o no tan pasado, el establishment controla sus medios de comunicación para que no se conozca la verdad. Se tapa hoy a Rivera y mañana a Casado, pero se saca cualquier tontería de las personas que están en los partidos de izquierdas. Si esto mismo que le ha pasado a Rivera, que no deja de ser un tema menor, le pasa a Sánchez, Iglesias, Monedero, Calvo o Garzón, Inda estaba pidiendo la creación de un pira en la plaza de Colón para quemar a los peligrosos socialistas, comunistas y populistas. Una vez más se demuestra que algunos políticos van con paracaídas, casi siempre los de derechas, y otros deberían ir con antibalas, hasta que se invente un anticarvernarios.