Algo se está moviendo en el mundo de la nueva extrema derecha española. Desde que estalló la crisis económica, los partidos ultranacionalistas, que habían sido reducidos a la mínima expresión tras la muerte de Franco y la llegada de la democracia en 1975, están cobrando fuerza, pese a que aún no gozan del fuerte apoyo social y la amplia representación política que han logrado en otros países europeos como Francia, Austria, Hungría u Holanda. El ascenso de los fascismos en el viejo continente ha sido meteórico y en apenas una década estos partidos han pasado de ser minoritarios a tocar poder en buena parte de los ayuntamientos y parlamentos europeos. De ahí la pregunta que todo el mundo se hace: ¿cabe la posibilidad de que en España se repita el mismo fenómeno que está sucediendo en Francia, sin ir más lejos? ¿Es posible que surja a corto plazo un fuerte partido xenófobo ultranacionalista con una Marine Le Pen a la española que aglutine el voto populista y radical y lo lleve en volandas hasta el Congreso de los Diputados? No parece en absoluto descartable, menos aún después del estallido de la crisis territorial en Cataluña y la polarización en dos bandos radicalizados.
En los últimos veinte años el PP ha aglutinado el voto ultra y esa ha sido una de las claves de su éxito y de sus sucesivas victorias electorales. Ciudadanos, el partido de Albert Rivera, le ha ido comiendo terreno con un acentuado discurso españolista en Cataluña pero mientras tanto los pequeños movimientos ultras se han ido reorganizando, reagrupando y fortaleciéndose gracias a las redes sociales, al apoyo de sus partidos hermanos europeos y a la pasividad de la Justicia, a menudo demasiado permisiva con estas organizaciones. El movimiento “neofascista” está tan coordinado a nivel internacional que a menudo las manifestaciones convocadas en Madrid, Valencia o Barcelona coinciden en día y hora con otras similares llevadas a cabo por grupos extremistas en Berlín, Atenas, París o Budapest. De esta manera, sacando a la calle a miles de europeos simultáneamente, consiguen un mayor efecto mediático. Resulta más que evidente que hoy la consigna de esos partidos minoritarios, tras largos años de silencio, es que ha llegado su momento, la hora de hacerse visibles, pasar a la ofensiva y tomar la iniciativa. El movimiento denominado La España en Marcha (LEM), al que se sumaron Democracia Nacional, Falange, Nudo Patriota Español, Alianza Nacional y Movimiento Católico Español, ha tratado de aglutinar a los grupos ultras interesados en organizarse para alcanzar mayores cuotas de poder. LEM ha sido el último intento de la nueva extrema derecha española por recuperar el terreno perdido, ahora que los vientos europeos del neofascismo soplan a favor. Los partidos firmantes del pacto suscribieron un documento de 16 puntos en los que apostaron por la derogación de la Constitución, la prohibición de las ideas secesionistas, el cese de la inmigración, la oposición radical al aborto y la eutanasia, la abolición del matrimonio homosexual y la eliminación de las autonomías. LEM lleva a cabo acciones de fuerza con un innegable impacto mediático, como fue la toma de la Delegación del Govern de la Generalitat de Cataluña en Madrid y la quema de esteladas independentistas durante la Diada y el 12 de octubre, fiesta de la hispanidad. Fuentes policiales expertas en grupos neonazis aseguran que “los grupos ultras se sienten ahora mucho más fuertes que en los años ochenta o noventa, se han organizado mejor, saben cuáles son sus objetivos y estrategias políticas y cuentan con una mayor financiación para llevar a cabo sus actividades políticas. El momento es propicio porque lo es también en el resto de Europa”.
En el año 2013, el Movimiento contra la Intolerancia elaboró su habitual informe Raxen, en el que advertía de la existencia de más de 10.000 ultraderechistas organizados en nuestro país. Hoy, basta con echar un vistazo a las redes sociales para comprobar que esa cifra se ha quedado corta, puesto que las páginas de Facebook y Twitter administradas por partidos de extrema derecha o neonazis cuentan con una cantidad mucho mayor de seguidores. Un tuit con una consigna xenófoba contra la población inmigrante o una arenga patriótica puede llegar a miles de personas en apenas un segundo. Internet es el lugar soñado por todo fascista que anhele alcanzar el poder. El informe Raxen estima que en la actualidad proliferan en Internet unas 1.500 páginas web de ideología ultra, que se tenga constancia, algunas de ellas de alto contenido racista, xenófobo y homófobo. La mayoría copian modelos neonazis que reviven en países como Alemania o Francia.
Las redes sociales, al igual que sucede con el terrorismo yihadista, se han convertido en un espacio ideal para los grupos de extrema derecha, que se mueven como pez en el agua a la hora de organizar sus foros de debate y dar a conocer su agenda de actos y acciones de protesta. Así, Hogar Social, el movimiento liderado por Melisa Domínguez Ruiz que ha ido sumando simpatizantes día a día gracias a su política de reparto de alimentos entre las capas más pobres y desfavorecidas de la sociedad, superó entre 2016 y 2017 los 54.000 seguidores en Facebook (casi 18.000 en Twitter). La página de España 2000 alcanzó en esos años los 21.548 followers; la de Falange Española 12.519; más de 11.700 la de Plataforma Per Catalunya, la formación ultranacionalista de Josep Anglada; 11.357 seguían el perfil de Democracia Nacional; la web de Unidad Nacional Española contaba con más de 6.000 adeptos; 1.379 la de La España en Marcha; y 930 eran seguidores de Nudo Patriota Español. Hay muchos más grupos de corte totalitario o xenófobo que se mueven por el universo digital, pero son menos importantes.
La pregunta es: ¿qué pasaría si todos estos partidos se fusionaran en uno solo bajo un líder carismático y populista capaz de encandilar a las masas, tal como ha hecho Donald Trump en Estados Unidos? El sistema electoral español, sustentado en la proporcionalidad por circunscripciones provinciales, está pensado para garantizar el dominio de dos grandes partidos y no favorece precisamente a las minorías. De entrada, las fuerzas políticas que no obtienen el 3 por ciento de los votos son automáticamente excluidas. Pero visto el creciente apoyo social que van obteniendo estos grupos, no resultaría descabellado pensar que algún día, no muy lejano, una gran coalición formada por pequeños partidos de extrema derecha pueda superar ese techo electoral y sacar escaños al Congreso de los Diputados y al Senado. Y ya se sabe, por la experiencia que nos da la historia, que cuando un ultra con carisma y poder de persuasión entra en un Parlamento democrático su voz se amplifica notablemente.“Es cierto que estamos en el momento más importante de estos partidos desde la llegada de la democracia, tanto en lo que se refiere a grupos de extrema derecha como neonazis. Hay una reconfiguración y un alineamiento internacional de todos estos grupos”, asegura a Diario16 Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia. “¿Hasta qué punto puede pasar en España lo que está sucediendo ya en Francia con Marine Le Pen? Habrá que ver cómo cristaliza el fenómeno, pero el riesgo real existe. Estamos en un momento complicado. La victoria de Trump los ha estimulado”, añade.