“Cuando el río suena, agua lleva” dice el refrán y son ya bastantes las semanas en que desde el entorno monclovita se viene hablando del tema de la remodelación del gobierno para septiembre, o el momento en que los presupuestos generales del Estado sean aprobados. Lo dicen desde el bando socialdemócrata clásico (PSOE) y lo confirman desde el bando socialdemócrata postmoderno (Unidas Podemos). No sólo se dice, se comenta y se habla sino que los propios interfectos se mueven, conspiran entre bambalinas e intentan aguantar en el sillón ministerial –en algunos casos al que acaban de llegar y en otros porque ya estaban muy cómodos o cómodas-. Todo esto alentado desde los medios cavernícolas. Esos mismos medios que están agotando todas las infamias habidas y por haber contra el gobierno en menos de doscientos días de mandato. ¿Hay algo de verdad en todo ello?
Iván Redondo, el camarlengo monclovita, intenta tapar las fugas de información pero la realidad es que el presidente del gobierno Pedro Sánchez está pensando seriamente esos cambios ministeriales. No es persona, el presidente, que dude a la hora de cambiar de compañeros y compañeras de fatigas si con ello alcanza el fin propuesto. Lo ha hecho en el pasado, con excusas muchas veces peregrinas, y lo piensa hacer si con ello cree que obtiene un beneficio personal y gubernamental. Véase el cambio de cromos que ha hecho con una persona como Beatriz Corredor –fundación Pablo Iglesias, diputada y ahora presidenta de Red Eléctrica y vicepresidenta del Patronato del Museo Reina Sofía (recuerden que se dijo que no tenía tiempo para dirigir la fundación y ser diputada)-. ¿Por qué se produciría ese cambio? Las fuentes monclovitas, por tanto PSOE, hablan de varios factores. El primero de ellos sería reducir el número de ministerios por dos cuestiones fundamentales. Una, obligación de la Unión Europea para reducir gastos superfluos. Dos, lograr una mejor coordinación con los organismos internacionales. Estas son las “oficiales”, las causas “oficiosas” apuntan a que los consejos de ministros son un sindiós. Cada cual está intentando “colocar” todas sus propuestas “estrella” sin ton, ni son; sin medir las consecuencias económicas de las mismas; sin informes completos; sin un mínimo de rigor legislativo en algunas ocasiones. Parece, cuentan desde Moncloa, que algunos miembros del gobierno tuviesen prisa por aparentar cuando, en principio, quedan tres años y medio de gobierno.
Sánchez está cansado de las peleas estériles que se producen entre las dos partes del gobierno. Especialmente lo que le comenta el camarlengo monclovita de los choques entre la vicepresidenta Carmen Calvo y las responsables del ministerio de Igualdad, o el rechazo de propuestas por no estar fundamentadas administrativamente. Porque guerra entre la vicepresidenta Calvo y la ministra Irene Montero está habiendo, como pasó con las prisas por sacar la ley antes del 8-M. Las nuevas propuestas, por ejemplo, del ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre el juego no son más que todas aquellas partes que se rechazaron antes porque no se habían presentado los informes correspondientes. Tampoco ha sentado muy bien en la parte del PSOE los ataques de cierto panfleto y las redes moradas a ministras socialdemócratas, por llevar la contraria a Pablo Iglesias. Como tampoco gusta esa manía de sorber y soplar de Pablo Echenique y demás diputados podemitas como Enrique Santiago –por cierto, ¿qué pinta el secretario general del PCE en la reunión de la ejecutiva de Podemos?-. Al final son peleas que se podrían prever.
Lo que no se puede prever es que, al albur de los rumores de cambio de gobierno, los ministros y ministras de Unidas Podemos estén dándose patadas y puñaladas traperas. A Iglesias le ha sentado peor que mal que Garzón, al que ya tiene en su diana personal, se haya puesto del lado de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en la necesidad de abrir a todos los partidos (a excepción de los fascistas) la aprobación de los presupuestos generales. Con matices, pues es típico de Garzón matizar todo para estar siempre al sol que más calienta –aunque el matiz de sus discrepancias con Francisco Frutos el día de su muerte es cuando menos nauseabundo-, pero apoyando a la ministra en detrimento de la posición del vicepresidente segundo. También cuentan que entre Montero y Yolanda Díaz hay más que tiranteces por cuestiones internas de partido. Sigue ejerciendo el secretario general y ya se quieren repartir la herencia como bien ha contado Luca Constantini en Vozpopuli. Todo esto afecta al desarrollo normal del gobierno.
Sánchez también está cansado de algunos ministros y ministras que él mismo nombró pues no están trabajando en el sentido por el que fueron nombrados. Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico y vicepresidenta cuarta, no está cumpliendo con el deseo del presidente de poner “lo verde” en primer plano económico, mientras que son las propias empresas energéticas las que más colaboran con el grupo monclovita del camarlengo. Como funcionaria podía tener su prestigio, pero en la política activa se necesita algo más que saber muy bien todas las directivas. Se necesita ingenio y buen carácter. Tampoco Pedro Duque, ministro de Ciencia e Innovación, pese a tener mejor carácter está logrando encandilar al presidente. Muy limitado por los recortes del IV Reich-UE, el políglota astronauta español está cada vez más aislado en el consejo. No sería extraño que hubiese una fusión entre Universidades y Ciencia e Innovación que seguiría bajo el mando de Manuel Castells, amigo personal de Sánchez.
Si hubiese remodelación, siempre con los presupuestos en mente, Unidas Podemos perderían dos ministerios y el PSOE cinco. Seguro que se mantendrían Nadia Calviño, la mujer de negro de la Troika, María Jesús Montero, Castells, Iglesias, Juan Carlos Campo, Margarita Robles, José Luis Ábalos, Reyes Maroto, Luis Planas, Salvador Illa y José Luis Escrivá. Si Iglesias pidiese la cabeza de Calvo –a la que no soportan en Podemos-, Sánchez pediría la cabeza de Montero en contraprestación. Garzón está sentenciado por Iglesias que propondría a Santiago en su lugar. Que Díaz siga en el ministerio de Trabajo no es claro, ni obvio debido a celos y peleas internas en Podemos, y podría dar paso a otro nombramiento. Una reducción a dos ministerios y su vicepresidencia y muchas carteras del PSOE unificadas es lo que dicen los rumores. Bien intencionado o no, esto es lo que se cuenta en el entorno monclovita y en el entorno morado. Es obvio que existen peleas dentro de Unidas Podemos, las hacen públicas sin percatarse. Obvio también que el esfuerzo que ha hecho Sánchez frente a Merkel y la liga hanseática le ha hecho ver que algunos ministerios fallan en los momentos necesarios. Sánchez es un enfermo del trabajo y le gusta tener todo controlado en ese sentido. Cuando no lo consigue, tuerce el gesto y a cambiar de equipo sin dudarlo. No es lo mismo poner a cualquiera en una ejecutiva de partido, más si hace el trabajo sucio como Santos Cerdán, por ejemplo, que ser ministro/ministra. Todo dependerá de los presupuestos generales del Estado y los pagos debidos que salgan de ellos.