Cada cierto tiempo, no está prefijado sino que es aleatorio, hay que escribir un artículo contra la clase dirigente para que no traten a las personas como si fuesen idiotas. Una vez más hay que traer a colación la frase de José Luis Cuerda: «Tendremos que colocarnos un cartelito al cuello que diga: “No soy gilipollas”. Porque es que están convencidos». Sí están convencidos de ello y cada dos sin tres se empeñan en demostrarlo al hacer sus aspavientos dialécticos politiqueros. Y lo piensan porque los que sí son idiotas son ellos —y no en el sentido clásico como explicó en un libro reciente de Armando Zerolo (Época de idiotas, Ediciones Encuentro)— y sus seguidores más descerebrados. En ese espacio de idiotez todo acaba por parecer normal. Y esto es un problema.
La última viene por parte del Gobierno de la nación que ostenta el Partido Sanchista Oligopólico Especial. Como suelen tener dificultades para aprobar cualquier cosa en el parlamento, salvo las subidas de sueldos de sus señorías —ahí demuestran que pueden ser idiotas y malvados pero no tontos—, tienden a presentar decretos ómnibus, esto es, decretos en los que cuelan distintas cosas, sin relación entre ellas, pero que sirven para contentar a tirios y troyanos para que les voten. Que el PNV quiere un palacete en París, lo meten. Que quieren meter un rejonazo a los empresarios, lo meten. Que les apetece subir las pensiones, lo meten. Que quieren ayudar a los de la Dana, lo meten. Y así hasta comprar fundas de colores para los penes lesbianos. Que nadie se quede fuera.
El problema viene cuando los partidos que representan a la patronal reciben la llamada correspondiente para que no voten a favor de otra subida de impuestos —el partido sanchista también los representa pero solo a los globalistas, los patrios le dan igual—, lo que hacen rigurosamente. Votan no y se acaba rechazando todo el decreto. Ahí, en vez de asumir que son un perfectos incompetentes para sacar una ley o decreto de manera sencilla, aparecen todos a llorar y a señalar al contrario porque no quiere subir las pensiones. Por raro que les parezca han salido todos los grupos sanchistas, todos los nescientes que tenían encerrados, hasta los que decían que se habían ido a la red social bluesky, a señalar al PP (menos a Vox) por dejar a los pensionistas sin su subida. En bluesky también lo dicen pero como están ellos solos pues lo que decía Torrente sobre la masturbación.
En ese punto toman por idiotas a los españoles. Piensan en su fuero interno que, como en su entorno son todos de cerebro poco funcional, el resto son igual e intentan convencer que al rechazar el decreto ómnibus el PP y demás están en desacuerdo con las ayudas a la Dana, la subida de pensiones y demás cosas que parecen buenas —lo de la ayuda al transporte que pagan los que no tienen transporte no parece buena—. Y no, el español promedio sabe que estaban haciendo trampas al solitario. Lo primero porque los decretos ómnibus se utilizan, cuando no se quieren hacer trampas, para trasponer a la legislación española acuerdos de organismos institucionales (la Unión Europea principalmente) o una serie de modificaciones legislativas urgentes y vinculadas unas con otras. En este caso se mezclan churras con merinas y no son lo mismo.
Por todo lo anterior se puede decir que el sanchismo piensa que los españoles son idiotas. ¿Y el PP no? El PP también. De hecho hace pocas fechas, en Orense, metieron en el mismo proceso ayudas a la natalidad con regalos de tierras a los amigotes o unos narcos (porque por allí nunca se sabe) y con subidas de sueldo. La oposición se ha negado y han salido todos los peperos pensando que los orensanos son idiotas, señalándoles por denegar ayudas a la natalidad. El mismo juego. Lo peor es que esto es replicado por cada bando mediático. Los medios de comunicación también piensan que los españoles son idiotas e intentan convencerlos de lo mismo que los partidos. Ahora los de derechas muestran la verdad, pero en otros casos mienten como bellacos. Solo hay que leer algunos días La razón, El debate o El mundo.
Y ya cuando dicen que si este o aquel barón regional, de cualquier partido, debe obligar a “sus” diputados para votar contra quien les ha puesto ahí a dedo (lo que hacen Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijoo o Santiago Abascal). Ahí no se sabe si piensan que los idiotas son los españoles, el barón regional, los diputados o todos a la vez. Como cuando, por ejemplo, aparece Isabel Díaz Ayuso diciendo libertad y todos alcanzan orgasmos y la realidad es que está sacando el dinero del bolsillo de todos (especialmente de autónomos y asalariados no públicos) para dárselo a los amigos empresarios. Pero esto es otra historia.
Y como faltaba el remate de los payasos para terminar la función circense, los sindicatos, esos mismos que parecen estar a las gambas y poco a las condiciones laborales de los trabajadores, convocan manifestaciones para protestar por la no subida de las pensiones —e igual por la permanencia de los inquiocupas, que desde el gobierno pensaban proteger por no pagar al arrendatario—. Otros que piensan que los españoles son idiotas. Normal que la clase trabajadora les haya abandonado y solo tengan funcionarios y “banqueros” entre sus afiliados.
Todo esto se produce, además, cuando todos los que han rechazado el decreto ómnibus han afirmado, aunque la palabra de un político vale lo que una ventosidad en el campo, que si se presentan los decretos por separado votarán a favor. Lo mismo que ocurre en los parlamentos regionales cuando el PP hace lo mismo y sale con la misma cantinela —hay que reiterar que todos hacen lo mismo—. Ahora hay que preocuparse de verdad por la ciudadanía como dicen y presentar los proyectos sueltos, sin enmiendas raras para absolver a esposas y amigos, y que retraten todos. Lo demás es emponzoñar adrede y tomar a los españoles por idiotas. O como dijo Cuerda, por gilipollas.