Lo más sencillo para salvar el día de hoy habría sido intentar analizar –esfuerzo titánico dada la mediocridad del sujeto- las palabras de Pablo Casado. Una vez más se ha mostrado lenguaraz al carecer de argumentos. Pero ese artículo lo he escrito unas cincuenta veces ya y la verdad aburre. Entonces sólo cabe darse una vuelta por las redes sociales para ver qué tontería, escándalo o soplapollez ha escrito alguien famoso (en esto Arturo Pérez Reverte es una mina) o el último debate intrascendente provocado por personajes con muchos seguidores pero desconocidos en la vida real de millones de personas. Y como el cartagenero no ha dicho nada, toca la intrascendencia del ser. Y de eso he encontrado dos temas curiosos por la reiteración con la que se repiten: los del PSOE/JJSS no son de izquierdas y no hay mujeres marxistas interesantes.
Charlando con dos chavales de Juventudes Socialistas, a los que conozco de las redes y que veo que intentan formarse de la mejor forma posible, leyendo numerosos ensayos e interesándose por la posibilidad de una socialdemocracia o un socialismo posible que no esté volcado en la trampa neoliberal y las diversidades individualistas como corolario, se encuentra uno con otro mozalbete (aunque, como se decía hace años, tiene edad para ser padre) que señala que militar en Juventudes Socialistas no es de izquierdas. A ver, no es que las JJSS sean el epítome de la izquierda, de hecho tienden, la menos en su cúpula, a aparecer como senectudes socialistas, pero si se compara con otras organizaciones juveniles no se sabe quiénes tienen más los pies en la tierra. Desde luego en JJSS no están dispuestos a la revolución que traiga por la fuerza de las masas el socialismo a nuestras vías. Desde hace décadas, al menos desde los tiempos de Javier de Paz (con su inseparable Nino Olmeda al lado), han sido reformistas o posibilistas en el mejor de los casos. No, si preguntan po Rafael Simancas siempre fue viejo (sin la sabiduría de la senectud) y no cuenta por ser un rara avis. Así que solicitar a las juventudes del PSOE que hagan acto de profesión revolucionaria para ser incluidos en el ámbito de la izquierda es chocarse contra la realidad.
Claro que pensar que la izquierda es una, grande y sometida no deja de ser una bufonada. Cualquiera que haya estudiado mínimamente la sociedad y su evolución desde, al menos, la Revolución francesa se habrá dado cuenta que ni las clases sociales, ni los agregados políticos son monolíticos. Hay numerosas contradicciones y numerosas divisiones. Que se hable de clase trabajadora, en genérico, no empece para reconocer (que incluye conocer) que no es monolítica y única, sino que posee numerosas divisiones y aspiraciones. Como sucede con la clase dominante que no deja de ser un conglomerado de facciones con distintos intereses particulares y uno en común que suele ser el que actúa de cemento de las relaciones sociales y de poder. Por tanto ir con el dedo señalando a los que son o no son de izquierdas por pertenecer a una determinada formación política es una idiotez supina. A todas estas personas que tienen un izquierdómetro habría que preguntarles ¿estaría usted dispuesto a perder todo lo que tiene, incluso la vida, en una revolución sin saber si alcanzará la victoria? Los más inconscientes dirían que sí sin dudar, pero la mayoría dudarían antes de dar una respuesta. Porque lo que ha demostrado la historia (¡Anda como dice el materialismo histórico!) es que las revoluciones son sangrientas, violentas y acaban devorando a sus propios hijos (a manos de los contrarrevolucionarios o de los propios revolucionarios –Robespierre, Marat, Dantón, Mártov, Axelrod, Trotski, etc.-). Pueden pensar que estarán en el lado bueno pero eso nunca se sabe, también lo pensaba gente como Ramón Espinar.
Luego están los marxistas que también reparten carnets y deciden quiénes son o no son marxistas. Es decir, se es marxista no si se sigue la lógica del materialismo histórico o su avance analítico, sino quien mejor hace la exégesis de las obras sagradas del marxismo. Un canon que establecen unos pocos y en el que están o no están ciertos autores dependiendo de su pureza. Y sólo son puros… los hombres. Sí, porque según su saber hacer puro no hay mujeres marxistas que sean interesantes. Lo de interesantes esperemos que no sea en el sentido erótico sino intelectual. No las hay que les hagan casito que es otra cosa, porque haberlas haylas. De hecho, así por recordar a dos jóvenes, están Clara Ramas, diputada en la Asamblea de Madrid por Más Madrid y doctora en Filosofía con una tesis sobre el fetichismo en Marx (leyendo Das Kapital así en alemán), o Marina Pibernat, doctora en Antropología. Siempre se ha detestado a los intelectuales en la izquierda pura por pequeño-burgueses y es normal que no les hagan caso a ellas, aunque viendo la evolución social de la sociedad en la que vivimos ya no cabe ese miedo desviacionista. Más bien es machirulismo.
Al final todos y cada uno de esos tipos de personas no son más que revolucionarios cuché, revolucionarios cuya revolución queda muy bien en las revistas de fin de semana o en revistas que nadie lee. Hacen la revolución desde el sofá de casa mientras teclean con una mano y con la otra se tocan sus partes. Es muy cansado aguantar a este tipo de revolucionarios porque nunca les parece que se haga algo bien –salvo cuando lo hacen los suyos-, todo acaba por incapacitar la revolución que como la Huelga General Popular se espera como el maná porque, al fin y al cabo como buenos dialécticos, la historia está condenada a ser socialista y comunista. Y todas aquellas personas que intentan parar el devenir histórico son traidoras. Se comprueba que ni materialistas, ni históricos, ni nada que no sea seguir cual anabaptistas del sur las sagradas escrituras. Por suerte la heterodoxia ha permitido avanzar a la izquierda intelectual sin caer en el economicismo, el vudú o el pensamiento mágico. Luego no se explican cómo es posible que la clase trabajadora no les vote masivamente…
Normal si no saben ni qué es la clase trabajadora, ni la clase media (a la que llaman aspiracional), ni la clase dominante, ni cómo se mueve el sistema, ni nada de nada. Siguen con las mismas consignas de hace un siglo y pico y de ahí no les mueven. Pureza ideológica toda la que se quiera, pero análisis certero nada de nada. Y lo peor es que como sólo leen lo que escriben entre ellos (a ellas no las leen), acaban dándose la razón como los idiotas. Todo aquello que se sale de los cánones es revisionismo (a lo más que llegan es a Gramsci y sus descendientes o Toni Negri) y lo que escriban los liberales, conservadores o tradicionalistas ni se tiene en cuenta. Sólo la razón histórica de los menos es la verdad. Eso sí, algunos sacan libros y se pasean por los platós televisivos; otros hacen las Américas intentando que su nacional-bolchevismo cale en lugar propicio; otros se entretienen en youtube y los más andan señalando y haciendo chistes fáciles en las redes sociales dejando bien claro, en todos los casos, que revolucionarios e izquierdistas sólo son ellos (ellas como compañeras del camino y cosas feministas nada más). Como las revistas en papel cuché que no sirven ni para envolver el bocadillo, estas personas acaban perjudicando a la izquierda, al marxismo y a la sociedad en general. Al final no son más que títeres del sistema para justificar el peligro rojo.