Se veía venir. Albert Rivera ya ha perdido el oremus político y ha entrado en un «estado patológico». Una obsesión por una persona por odio, el mismo que él suele destilar contra cualquiera que no le lleve la razón.
Producto de esa obsesión, Rivera ha llamado a toda España, no a una parte sino a toda, a rebelarse frente al Gobierno de Pedro Sánchez. Incluso ha lanzado esa llamada a la militancia del PSOE y sus votantes más acérrimos para que se subleven contra el sanchismo. Ese mal que cree ver en la política española mientras, eso no lo ve, pacta gobiernos con los neofascistas. No ha dudado Begoña Villacís en defender un pacto directo con Vox para gobernar Madrid, por no poner de ejemplo Andalucía. “Sánchez degrada la imagen de nuestro país cada vez que los separatistas marcan la agenda” ha dicho sin saber bien a qué se refería. Si a los presupuestos, parece que Rivera quiere dejar sin dinero a Cataluña para ver si se mueren de hambre y aceptan que les gobierne Ciudadanos. Si a la política exterior, Rivera se ha plegado a Trump lo que es más peligroso si cabe. El caos es que el sanchismo es malo. ¿Por qué? Porque habla con los representantes de todos, TODOS, los españoles. Él sólo habla con los que le adoran cual jefe de secta.
De ahí que las próximas elecciones las haya planteado como “un plebiscito al sanchismo, ante una forma de actuar irresponsable y frentista”. Lo de plebiscito al sanchismo cuando en muchos lugares quienes se presentan no son precisamente sanchistas (García-Page, Lambán…) más bien parece otra de las típicas boutades de Rivera producto de su estado patológico o de sus paranoias megalómanas. En cualquiera de los dos casos peligrosas. Quiere armar un frente antisanchista al que acusa precisamente de ser un frentista. Palabra que es seguro no sabe ni lo que significa porque es la que mejor le retrata a él mismo si lo dice por armar frentes. Y si lo dice por el frente popular hay que añadirle la ignorancia a sus cualidades y patologías. Utilizando un lenguaje bonapartista pide un plebiscito para decidir entre él o Sánchez. Quiere que las masas, a las que considera poco más que despreciables con el único valore de su voto y capacidad laboral, se unan a su frente bonapartista. Él les promete, como explicaba Marx en su 18 de Brumario que hizo Luis Bonaparte en Francia, llenarles de “salchichas y vino”. Pero hay que acabar con el sanchismo.
A todo esto lo llama liberalismo (que no lo es y no sabría explicarlo), modernidad (que tampoco sabe lo que es) y futuro. Más bien es hacer lo que quiere la clase dominante y adinerada que le apoya, tragar con la política Imperial de EEUU y llevar a las personas a dos siglos atrás en condiciones vitales (con móvil eso sí). Pero como está patológicamente obsesionado también quiere que la comisión de la tesis de Sánchez avance cuanto antes para poder hacerle pasar por un proceso que será más duro que el que describió Kafka y más sangriento que los de Stalin. Quiere acabar con Sánchez al precio que sea. ¿Por qué? Por envidia ya que es Sánchez y no él quien gobierna. Para destruir todo lo que pueda ser plural en España y poner el cartel de se vende en la frontera. El señor del currículum menguante quiere revisar una tesis doctoral, cuando es incapaz de escribir dos folios por sí mismo. Dos folios del al científico o intelectual queremos decir, porque “Mi mamá me mima mucho” lo sabe escribir perfectamente. Así como “Odio a Sánchez” con distintos tamaños de letra, en rojo y con calaveras dibujadas a los lados.
Lorena Roldán, senadora que no ha hecho nada en lo que lleva de legislatura salvo bostezar en los plenos, ha pedido que el PP permita de una vez que acuda Sánchez para “dar explicaciones y aclarar las dudas en torno a sus tesis y que son muchas, como su autoría, composición del tribunal o si pudo o no haber plagio”. Claro la señora Roldán, abogada, lo cual no es defecto salvo para valorar tesis, piensa que es capaz de discernir lo que es plagio o no de una tesis doctoral sin que se la conozcan conocimientos de economía internacional, diplomacia o contexto geopolítico (que son las tres patas de la tesis). Tampoco se le conoce a la senadora obras sobre la materia, o cualquier otra materia, que puedan demostrar que es una “autoridad” intelectual. No. Mejor que diga que quieren montar el espectáculo contra Sánchez y ya está. Porque. Además, lo que quiere la senadora, por mandato del jefe de la secta naranja, es entrometerse en la autonomía universitaria. Salvo que hubiese denuncia de los posibles autores plagiados, todo era legal y corresponde a la Universidad valorar o no qué hacer. Algo que ya ha hecho, mal que le pese a Roldán y a Rivera. Y sobre la calidad y calificación de la misma están completamente incapacitados para expresarse, como mínimo deberían ser doctores, algo que no son pese a que Albert Rivera puso en su currículum que sí. Señales de personas con graves patologías.