Aburridos tiene a los españoles hablando una y otra vez de que su partido es liberal, progresista, constitucionalista y europeísta. Días y días con la cantinela. Pero en cuanto ha llegado la oportunidad Albert Rivera ha mostrado la patita joseantoniana, la patita parda, su verdadero ser político y no le importa echarse en los brazos de los neofascistas para rascar un sillón, un carguito bueno o gobernar. Es un populista del sistema al que le cuesta renegar de sus filiaciones más profundas. Así no tiene ningún problema en blanquear al peligro antidemocrático. Para él sólo hay extrema izquierda (que la hay), esa que es bolivariana y que se junta con comunistas peligrosos, lo que pasa en su derecha son chicos desviados un poco del liberalismo. Familiares, ovejas negras, a los que hay que guiar por el buen camino. Justo lo mismo que decía el PNV de los etarras. Blanqueando el peligro porque es de la familia.
El señor del currículum menguante no hace caso ni de las advertencias de sus colegas liberales europeos que han puesto el grito en el cielo por la irrupción de los neofascistas en el parlamento andaluz. Tampoco hace caso a su apuesta para la alcaldía de Barcelona, Manuel Valls que ha advertido de la necesidad de aislarles y ni acercarse a ellos: “No puede haber ningún compromiso con la extrema derecha”. Ninguno es ninguno. Es más hay que buscar la unidad de los constitucionalistas para salir del embrollo. Y esa es la apuesta, falsa apuesta, de Ciudadanos en Andalucía. Sabe bien Rivera que el apoyo del PP y del PSOE para hacer presidente a Marín es imposible porque ambas formaciones preferirían repetir elecciones. Es más en el PSOE-A lo desearían para ver si recuperan esa abstención y ese voto perdido. De hecho, la utilización de Juan Marín como mecanismo de negociación con el PP, unas cuantas consejerías y algún que otro momio más, es reconocido por los propio dirigentes de la formación naranja.
“Ahora mismo sería irresponsable descartar cualquier solución” ha afirmado Rivera dejando ver que no le importa juntarse con los neofascistas. Ninguna solución es ninguna y ya ha comenzado a negociar con el PP para lograr su principal meta: echar al PSOE-A de las instituciones. Y si para ello se junta con los neofascistas, pues se pacta porque al fin y al cabo son de la familia. Lo que Valls y sus colegas europeos no pueden entender es que alguien que se llame liberal puede pactar con neofascistas. Algo que en Europa es casi prohibido, casi. Y esto se debe a que en España el fascismo sí ganó una guerra y gobernó. La mayoría de los políticos que hoy se califican como liberales nacen de ese fascismo vencedor y por ello no ven peligro en los neofascistas. Eso le pasa a Rivera que, obsesionado con sus batallas particulares (acabar con los secesionistas y todo lo que huela a izquierda no sometida al establishment), prefiere pactar con Vox antes que con otras fuerzas.
En España Rivera, el joseantoniano naranja, blanquea al neofascismo porque dicen lo que a él le gustaría decir y no puede. Como saben que no van a acabar con el capitalismo, ni le van a limitar realmente, es más, van a expoliar lo poco que queda en España hasta que no quede nada, pues le conviene aliado mucho más que el PSOE de Pedro Sánchez. Los mismos que buscaron gresca en Barcelona o Alsasua, los mismos que alimentan el odio, los mismos que están en política para acatar las órdenes de la clase dominante no se encuentran incómodos con Vox. Y por ello no tienen ningún perjuicio en alimentar al monstruo cuanto haga falta. Al fin y al cabo son de la familia. Es más hasta comparten guardia de corps o camisas pardas pues ambos controlan Jusapol. ¿Cómo se van a negar a colaborar para acabar con el socialismo y el comunismo? Son las dos caras de la misma moneda, la amable y la agresiva pero en el fondo tienen el mismo objetivo que es entregar España totalmente al Capital.